Hartos de que los nazis abastecieran a sus submarinos en Gran Canaria durante la II Guerra Mundial con la complicidad del régimen de Franco, los servicios secretos británicos estuvieron a punto de desatar en 1941 sobre el puerto de La Luz una operación de sabotaje de proporciones sin precedentes hasta esa fecha, cuyos detalles salen ahora a la luz.
Julio de 1941. Siete marineros del Este esperan en Escocia para enrolarse en el mercante Empire Simba con rumbo a Freetown, la capital de Sierra Leona, por entonces colonia británica. En realidad, se trata de agentes polacos del SOE (el Mando británico de Operaciones Especiales) instruidos en el manejo de los explosivos más avanzados de la época y su misión es hundir el misterioso Culebra y, al ser posible, media docena de buques más.
El plan es audaz. Deben simular que se ven obligados a hacer escala en Las Palmas de Gran Canaria para reparar una avería en las máquinas, aprovechar su estancia para colocar disimuladamente las recién inventadas bombas lapa en el casco de siete cargueros (tres alemanes, tres italianos y uno danés) y secuestrar otro buque para salir de allí huyendo hacia Inglaterra tan rápido como sea posible.
Entre los siete buques que deben hundir en los muelles ha de estar el Culebra, el nombre en código que recibe el barco que lleva meses abasteciendo de combustible, víveres y posiblemente torpedos a las máquinas de guerra más temidas por las armadas aliadas que libran en ese momento la Batalla del Atlántico: los U-Boote.
Tras la pista del 'Corrientes'
Los espías de Londres llevan tiempo tras su pista, pero es ahora cuando han interceptado unos mensajes cifrados que corroboran que el barco que abastece a los submarinos en el puerto de La Luz con la complicidad de los gerifaltes del régimen del general Franco es el Corrientes, un vapor convertido en secreto en una gasolinera flotante para la flota de U-Boote. Y gracias a una importante familia de comerciantes británicos asentada en Las Palmas, los Miller, tienen ya todos los detalles clave de sus movimientos.
Puede parecer la trama de una película de espías, pero se trata de una operación real, un golpe de mano concebido por los servicios secretos del Reino Unido bajo el nombre en clave de Warden cuyos detalles revela ahora al completo en la revista Intelligence and National Security la investigadora de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Marta García-Cabrera, a través de expedientes conservados en los Archivos Nacionales del Reino Unido.
Warden, subraya esta investigadora, no es una operación más. Tiene muchos detalles que lo convierten en un plan especialmente relevante, en un momento en el que Londres teme que la España franquista entre en la guerra como aliado de las potencias del Eje (que en aquel momento han ocupado casi toda Europa), le arrebate Gibraltar (con lo que ello implicaría para su superioridad naval) y decante los acontecimientos a favor -aún más- de Berlín.
España deja de ser neutral
Hay pasos que conducen a esperar lo peor: España, recién salida de su Guerra Civil, acaba de anunciar que cambia su estatus de país neutral y se considera potencia “no beligerante”. Y en muchas cancillerías europeas se lee esa “no beligerancia española” como un claro eufemismo, se trata en realidad de una “prebeligerancia”.
Warden, además, es el primer sabotaje que el SOE planea contra objetivos en España (aunque antes se ejecutará otro golpe en el puerto de Santa Isabel, en Fernando Poo, Guinea Ecuatorial).
Todo estaba cuidadosamente planeado: los explosivos (cargas de profundidad Mark VII de 135 kilos, con detonadores retardados de hasta 36 horas), el entrenamiento intensivo de los comandos polacos que iban a ejecutar el sabotaje, el oficial al mando del grupo (el teniente Jan Buckowski), los puntos de la costa de Las Palmas desde los que se podía llegar fácilmente a nado hasta el Corrientes (los jardines del Hotel Metropole, hoy sede del Ayuntamiento, y del British Club), e incluso el barco danés a secuestrar, el Slesvig, a cuya tripulación se suponía desafecta al gobierno de su país (Dinamarca, ocupada por los nazis) y claramente probritánica.
Era “una de mayores y más espectaculares operaciones de sabotaje jamás perpetradas”, como la definen sus propios responsables en el expediente que se conserva en los Archivos Nacionales de Londres.
Pero nunca se llevó a cabo, ¿por qué? García Cabrera apunta dos explicaciones: la primera consiste en que el curso de los acontecimientos superó a Warden y, ante el temor a perder Gibraltar, los británicos planearon la invasión completa de Gran Canaria para utilizar el puerto de La Luz como su base en el Atlántico.
Diplomacia de presión y soborno
Sabotear en ese momento el puerto de La Luz podía interferir en la mucho más ambiciosa operación Pilgrim, cuyo objetivo era tomar la isla de Gran Canaria. Pero Pilgrim tampoco se puso en práctica y entonces el Foreign Office y la Embajada Británica en Madrid impusieron su criterio a los jefes de los servicios secretos: con Franco podía surtir más efecto otra estrategia, la de la protesta diplomática formal, convenientemente engrasada con generosos sobornos a personajes del régimen con capacidad de influir.
Y tuvieron razón, de hacer la vista gorda con el Corrientes, las autoridades españolas pasaron a relegarlo un muelle interior bajo vigilancia, donde ya era inviable la entrada de los temidos submarinos de la Kriegsmarine.
Especialista en propaganda bélica británica, Marta García Cabrera desarrolla sus investigadores sobre este capítulo de la II Guerra Mundial con una beca de la Agencia Canaria de Investigación Innovación e Información (ACIISI) y el Fondo Social Europeo.