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Opinión - Lobato, en su laberinto. Por Esther Palomera

Detrás del Ojo

Detrás de mi ojo hay toda una maquinaria. Un juego de espejos laberínticos en el que se pierden y se encuentran mis emociones todo el tiempo. Alguien que no soy yo a veces toma el mando, dirige el catalejo y marca el rumbo de la mirada. 

Cuenca adentro de mi ojo me flotan estalactitas que enredan lo que miro y lo que veo… que no siempre es lo mismo. 

Igual que en algunos barcos, si el timón gira a babor la quilla va a estribor. Así que lo mío tiene nombre, es estrabismo emocional…

El despacho de lágrimas atiende sólo de luna menguante a Sol de otoño y ahí siempre es marea llena. 

Y esto que cuento sólo lo veo porque hoy, por fin, miré para adentro, que no es lo mismo que mirarse en el espejo. 

Descubrí que el silencio es tan nítidamente azul como imaginaba. Que la mirada es una marioneta en manos del subconsciente. Que me saqué la licencia para manejar de chiripa y que la miopía alcanza ya los diez metros de nostalgia. 

Detrás del ojo veo doblarse las esquinas de Macondo, sopla fuerte el viento de Comala y los barcos, afuera, se amarran a las pestañas. 

Ojo con lo que se sueña… concluyó mi terapeuta.