Las aves raras disparan las alarmas del cambio climático en Canarias
Todo empezó con la aparición de una insólita especie de pájaro que, con suerte, se deja ver una o dos veces al año en las islas orientales de Canarias, el calamoncillo africano. Es una rara gallineta de color azul iridiscente propia del África subsahariana y Madagascar. Cuando algunos ornitólogos se acercaron hace dos años a un barranco de Fuerteventura, próximo a Puerto del Rosario, para disfrutar de su extraña apariencia, descubrieron prácticamente al lado a un pájaro todavía más raro, un avetorillo plomizo, una diminuta garcilla africana propia de los ríos tropicales distribuida al sur del desierto del Sáhara, desde Senegal hasta Sudáfrica. Se trataba de la cuarta observación en Canarias y la quinta del Paleártico Occidental.
Ambas observaciones coincidieron con la aparición de otra especie habitual en los mares tropicales, el rabijunco etéreo, un charrán de larguísima cola, muy amenazado en su área natural de distribución pero que, contra toda lógica, es un colonizador reciente de Canarias. Tan reciente que aún no aparece en ninguno de los listados españoles de especies protegidas. En poco tiempo ha pasado de ser una rareza a criar en los acantilados de El Hierro, de Famara en Lanzarote y de La Oliva en Fuerteventura, isla esta última que desde 2016 cuenta con una colonia estable cercana a las 10 parejas.
Unos años antes, a partir del año 2000, la subsahariana tórtola senegalesa había empezado a criar en localidades como Haría, Máguez o Teguise, en Lanzarote, y en Corralejo, Morro Jable, La Lajita o Gran Tarajal, en Fuerteventura. Y el raro charrán bengalí también comenzó a ser habitual en la costa de Arrecife.
Los expertos coinciden en interpretar todas estas apariciones inusuales, en lento pero constante aumento, como evidencias biológicas de la tropicalización de Canarias. Es una prueba más del cambio climático que contra toda lógica está convirtiéndose en reclamo turístico porque el aluvión de turistas ornitológicos que últimamente ha llegado a Fuerteventura y Lanzarote en busca de “marcianitos con alas” no para de crecer, como igualmente ocurre con las temperaturas.
Este tipo de peculiares turistas con prismáticos no muestra interés por las playas ni por el sol. Llegan desde remotos países con la finalidad casi exclusiva de observar en libertad pájaros poco habituales, además de a los naturales del lugar como hubaras y guirres. Curiosamente, los sitios favoritos para hacer sus observaciones no son los espacios naturales protegidos. Esas aves tan peculiares aparecen sobre todo en campos de golf y jardines de los complejos hoteleros. Algo que también tiene su explicación. Jardines y campos de golf son, aunque medios artificiales, los hábitats más parecidos a los ecosistemas tropicales de donde los raros pájaros proceden.
Entre el trópico y el desierto
Entre el trópico y el desiertoLos ornitólogos llegaron en busca de rarezas tropicales, pero junto a ellas empezaron a descubrir ejemplares de especies saharianas propias del desierto más duro del planeta y que, también en teoría, no se suelen mover de sus zonas de cría habituales como la alondra ibis, la collalba desértica, la curruca sahariana o la terrera colinegra. También apareció una rara curruca del Atlas, la de Tristán, en otro barranco de Fuerteventura cercano a la turística localidad de Caleta de Fuste donde igualmente se había observado vencejos moros, zarceros bereberes, carracas abisinias e incluso chotacabras egipcios. Por no hablar del tarro canelo, un pequeño ganso del desierto cuya población canaria no para de crecer desde que en 1994 crió en Fuerteventura la primera pareja; ahora ya hay más de 300 ejemplares.
De sorpresa en sorpresa, los teléfonos móviles de los ornitólogos echan humo cada poco anunciando observaciones increíbles. Pero más allá de la curiosidad natural, todo ello evidencia algo infrecuente. En las islas orientales de Canarias están pasando cosas muy raras. Cada vez hay más aves llegadas de lugares lejanos y que, en teoría, no deberían aparecer por las islas.
¿Qué está ocurriendo? La ornitóloga majorera Uca Díaz, una de las pocas mujeres que tiene una empresa de observación de aves en España, relaciona directamente la llegada de estas aves extrañas con los cambios climatológicos de los últimos años en Canarias y, más exactamente, con el aumento de las fuertes calimas. Según sus cálculos, cuando a finales de 2017 aparecieron los avetorillos plomizos, calamoncillos africanos, currucas y alondras saharianas, coincidió con unos días de fuertes vientos del Este cargados de polvo del desierto.
“Ese año hubo 37 calimas fuertes frente a las cuatro o cinco de años anteriores, vientos que empujan a las aves a las Canarias orientales desde África”, recuerda Uca. Y añade preocupada: “Este año ya llevamos cuatro calimazos y solo estamos empezando”. Detrás de las calimas han vuelto a aparecer aves tan sorprendentes como un guion de codornices africano que prácticamente llamó a la puerta de una casa en Famara pidiendo ayuda. Sus propietarios se dieron con él de bruces al salir de la vivienda; estaba agotado por el increíble viaje y necesitó ser atendido en un centro de recuperación de especies protegidas.
En la Fundación Migres saben mucho de este tipo de fenómenos. Creada en 2003 por iniciativa de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, es un centro científico centrado en estudiar la migración de aves en el estrecho de Gibraltar y su relación con el cambio climático. Preguntado por el fenómeno que se está produciendo en Fuerteventura y Lanzarote, Alejandro Onrubia, investigador y coordinador de proyectos en esa fundación, destaca cómo “una de las huellas más evidentes del cambio climático es el cambio en la distribución de las especies”. Y añade: “A medida que el mundo se calienta, los óptimos climáticos de las especies varían y éstas se adaptan, o no, a esos cambios”. Lo cierto es que esos óptimos se están moviendo hacia los polos, hacia el norte en el caso del hemisferio norte, llevando también hacia el norte las áreas de distribución de las aves.
Una opinión parecida tiene Juan José Ramos, director de Birding Canarias. Con su empresa tinerfeña ha trabajado dos años en el sur de Marruecos y el Sáhara para el proyecto Climatique de seguimiento del cambio climático. Financiado por el Programa de Cooperación Transfronteriza España – Marruecos y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional FEDER, liderado por el Instituto Tecnológico de Canarias, estudiaron los efectos de estos cambios en las aves migradoras. “Los pájaros nos están enviando un mensaje muy claro”, asegura Ramos. “Las especies tropicales avanzan hacia el norte y han rebasado el desierto, mientras que a las del norte les pasa exactamente lo contrario, retroceden por el sur”. Y concluye: “En los próximos 25 años veremos criando en Canarias muchas especies africanas que ahora todavía no son ni siquiera rarezas, pero también perderemos a otras como la pardela pichoneta o el estornino pinto”.
“También es muy posible que el mecanismo de llegada de algunas de estas especies esté relacionado con las sequías del Sahel o de las zonas áridas del Magreb, que producen una escapada de aves buscando nuevos territorios con condiciones adecuadas”, aventura Alejandro Onrubia. “Pero esto es algo que merecería explorarse con más detalle”, reconoce.
Más investigación y menos sacar conclusiones precipitadas es precisamente lo que pide Javier García Vargas, reconocido ornitólogo de Lanzarote. En su opinión, este tipo de observaciones de aves africanas ha sido siempre algo más o menos habitual, pues no se puede olvidar que Canarias es un archipiélago africano con una flora y una fauna muy relacionada con África. “Por ello considero que aún no hay datos suficientes como para achacar este fenómeno al cambio climático”.
David Pérez, también ornitólogo conejero, autor del blog Ornito Addiction y de las excelentes imágenes que ilustran este reportaje, apoya la visión cauta de su paisano García Vargas. “En la mayoría de los casos se trata de observaciones puntuales que se pueden asociar a vientos del sureste y episodios de calima”, señala. Respecto a la llegada del rabijunco, sí que sospecha que podría ser bioindicador de una tropicalización acelerada de las aguas de los mares canarios, pero propone esperar a la conclusión de los estudios que con esta especie se están realizando para saber exactamente qué está pasando.
El misterio de las aves siberianas
El misterio de las aves siberianasLa caja de sorpresas canaria no ha terminado de abrirse. Tantos miles de ojos y prismáticos expertos pateando el territorio no iban a dejar pasar por alto ni el más mínimo detalle. Pájaros tropicales, pájaros saharianos, pájaros del Atlas, aún faltaban los turistas del norte. Y aparecieron en un bosquete de casuarinas de Costa Calma, al sur de Fuerteventura, y en el campo de golf de Teguise. En ambos espacios tan artificiales y artificiosos, pasando el invierno tan ricamente, los ornitólogos han descubierto ejemplares de escribano pigmeo, bisbita de Hodgson, papamoscas papirrojo y mosquitero bilistado, todos ellos pequeños y muy raros pájaros procedentes de bosques boreales de la lejana Siberia.
Respecto a este último, el mosquitero bilistado, los expertos no acaban de averiguar la razón de su cada día más frecuente aparición en jardines de Canarias. Cerca de 50 ejemplares solo este año en Fuerteventura. Originariamente es una especie propia del norte de Siberia que se desplaza en invierno hacia el sureste asiático, desde Nepal y el sur de China hasta la península malaya. Sin embargo, en la última década se detecta un número creciente de registros en el suroeste de Europa. Todo apunta a una respuesta poblacional y no a un hecho anecdótico vinculado a unos pocos individuos. “Es evidente que está pasando algo [con el mosquitero bilistado], pero no está claro que esté vinculado con el cambio climático”, confiesa Alejandro Onrubia.
En opinión de este científico experto en migración de aves, la hipótesis más probable que explique el fenómeno puede ser la “migración invertida”. Ejemplares que llegan accidentalmente a nuevas zonas de invernada, donde encuentran unas condiciones adecuadas para sobrevivir y que, a través de su registro genético, pasarán a sus descendientes la información de esta nueva ruta occidental hasta que el error se vaya haciendo progresivamente más común en la población.
Todos los especialistas consultados coinciden en señalar a Canarias como uno de los mejores observatorios del cambio climático en el mundo donde las aves son sus principales bioindicadores naturales. ¿Pero por qué Canarias? El naturalista Juan José Ramos no tiene duda: “Canarias está geográficamente justo en el límite entre la región sahariana y tropical, donde con más intensidad se nota el avance del desierto, pero al ser un espacio muy turístico también hay más gente observando aves, así que descubrimos los cambios más rápidamente que en ningún otro lugar”.