Las clases a distancia amenazan con ensanchar la brecha educativa de Canarias

Saray Encinoso

Las Palmas de Gran Canaria —

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No es lo mismo escuchar en directo a un profesor que hacerlo a través de un ordenador. La docencia presencial es una herramienta más eficaz en determinadas etapas educativas y, especialmente, entre aquellos alumnos más rezagados, pero, además, hoy por hoy es el único modelo educativo gratuito universal. La falta de ordenadores entre un sector del alumnado para seguir las clases -porque no cuentan con ninguno o porque el que tienen en casa lo necesitan sus padres- amenaza con dejar atrás a muchos alumnos en las Islas.

Los expertos ya han empezado a dar la voz de alarma. La semana pasada, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) publicó el informe Efectos del coronavirus en la educación, en el que advierte de los efectos a medio y largo plazo de la suspensión de las clases presenciales. El estudio señala que se notará en el rendimiento de los alumnos más vulnerables y con menos recursos y que puede tener consecuencias incluso en la productividad posterior.

El sociólogo y profesor de la Universidad de La Laguna José Saturnino Martínez cree que el caso de Canarias puede ser más grave que otros porque ya tiene muchas asignaturas pendientes. En su opinión, hay al menos tres variables que favorecen la desigualdad educativa en cualquier territorio: el acceso a la tecnología, el nivel cultural de las familias y las condiciones de la vivienda. “Cuando las clases presenciales funcionan bien compensan las desigualdades: el profesorado puede diversificar su atención y prestar más apoyo al alumnado con más dificultades, pero es más difícil hacer esto de forma virtual”, destaca.

El Archipiélago tiene un 20,8% de abandono educativo temprano, según la última Encuesta de Población Activa (EPA), referente al cuarto trimestre de 2019, y supera la tasa de alumnos repetidores en todas las edades medidas por el Ministerio de Educación y Formación Profesional en sus informes. A los 15 años, por ejemplo, cuatro de cada 10 alumnos no están en el curso que les corresponde.

“Cabe esperar que el impacto de la suspensión de clases presenciales sea todavía mayor en Canarias, porque antes de esta crisis ya teníamos una situación más complicada educativamente, con mayores tasas de abandono, mayores tasas de repetición de curso o más alumnado en riesgo de pobreza y exclusión social”, subraya Martínez. “Si la ola te coge en una situación peor de entrada, es previsible que el efecto sea mucho mayor. No es lo mismo estar en un hotel que en una chabola en primera línea de playa, y Canarias se parece más a una chabola en primera línea de playa”.

El especialista recuerda, además, que el Archipiélago también está entre las comunidades con más población en riesgo de pobreza y que muchos alumnos viven hacinados en pisos, lo que significa que ni siquiera tienen un espacio apropiado para estudiar.

Lucas Gortazar, consultor en educación para el Banco Mundial, también está de acuerdo con que la suspensión de las clases presenciales tendrá un impacto importante sobre la equidad en España y, en concreto, en Canarias. “Hay muchísimos estudios sobre el efecto del verano en los alumnos y los resultados son muy preocupantes en términos de equidad: el verano no tiene ningún tipo de efecto negativo sobre los alumnos de clase media o clase alta, pero los alumnos de renta baja desaprenden. Eso quiere decir que todos los veranos la brecha educativa se agranda. Si este verano, en vez de ser de tres meses es del doble, la brecha educativa se puede alargar el doble”.

Según los datos extraídos por este especialista del informe PISA 2018, Canarias es la comunidad autónoma, después de la Región de Murcia, con más alumnos de 15 años sin ordenador. La desventaja de los estudiantes canarios es evidente en todos los casos: el 7,4% de los alumnos de 15 años no tiene dispositivos electrónicos, frente al 5% de media en España; el 35% tiene uno, frente al 27% nacional; el 34% tiene dos, frente al 36% del conjunto del país; y el 23% tiene tres o más, frente al 32% nacional.

Si la comparación se hace por grupos socioeconómicos, la desigualdad crece. “Dentro del cuartil bajo, el 18% no tiene ningún ordenador, el 50% tiene uno y solo el 32% tiene dos o más”. Es decir, hay estudiantes que, aunque quieran, no tienen capacidad para continuar con la formación. Son esos los que pueden estar viviendo un verano anormalmente largo y descolgarse del sistema.

Gortazar es consciente de la complejidad del escenario actual, pero demanda liderazgo para imaginar fórmulas que mitiguen la brecha que ya se vislumbra. “Ni España ni ningún país del mundo pueden construir un modelo de aprendizaje on line en quince días. Los docentes se están poniendo las pilas trabajando muchísimas horas, usando todos los canales que les permite la tecnología para llegar a sus alumnos, pero eso es voluntarismo, no un sistema”, afirma. En su opinión, “el verano es un momento ideal para tomar el liderazgo y dar servicios de apoyo, escuelas de verano, refuerzos, para los alumnos independientemente de si se ha decidido que repitan curso o no, porque el curso que viene se puede hacer más difícil para todos. Y el curso que viene habrá que poner en marcha también un sistema de refuerzo, de apoyo, muy muy superior al que tenemos ahora: por las tardes, de seguimiento de familias, de materiales, de recursos, de dispositivos… Esto hay que tomárselo muy en serio. Ahora, ¿que si vamos a tener dinero para pagarlo? Pues no lo sé”.

Martínez coincide con que las medidas compensatorias serían una buena fórmula de atender a este alumnado, pero alerta de las dificultades. “Son medidas interesantes, el problema es cómo ponerlas en marcha. El efecto de esta crisis es tan masivo que desde el punto de vista económico y organizativo cualquier medida que propongas es muy costosa y no es tan fácil de aplicar. Para contratar a profesorado para programas de refuerzo necesitas tiempo y dinero. Con cualquier cosa que se nos ocurre estamos luchando contrarreloj y con un escenario nunca visto: la paralización económica es brutal”.

Por otro lado, la formación y los recursos del profesorado también deben fortalecerse, porque inciden en el rendimiento del alumnado. “La docencia virtual no consiste en enlatar lo que se hace en el aula y subirlo a una plataforma. Requiere un conocimiento de tecnología que no todo el mundo tiene y, además, formación especializada para saber cómo es mejor hacerlo; eso, por ejemplo, varía mucho por tipo de materia y por la edad del alumnado. No es lo mismo chicos de 8 años que uno de 17 o 18”. A ello se une que no todo el profesorado cuenta con los medios técnicos adecuados. “La mayoría de los docentes funcionarios reúnen esas condiciones materiales, pero no todos son funcionarios y es dar mucho por supuesto que todo el profesorado tenga esa facilidad”.

En un contexto así las familias entran en juego: se descarga mucho trabajo en los padres, que no disponen de tiempo o cualificación para hacer ese trabajo. “Entre no hacer nada, que es la alternativa, y hacer algo en virtual, es mejor hacer algo en virtual. Pero entre hacer algo en virtual y hacerlo en presencial, no solo hay un salto grande, sino que es un salto que tiende a acrecentar aun más las desigualdades”.

La Consejería de Educación, Universidades, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias para ser consciente de que el déficit tecnológico puede influir negativamente en parte del alumnado y ya está haciendo una radiografía de la situación. Ha enviado una encuesta a los equipos docentes para conocer las carencias técnicas de las familias y poder ir dotando a estos jóvenes de los medios técnicos necesarios con la intención de evitar que la falta de ordenadores los deje al margen del proceso de aprendizaje. Además, ha indicado ya que habrá adaptaciones curriculares el próximo curso para suplir las carencias de currículo derivadas de este cierre de los centros educativos.

Efectos del coronavirus en la educación

Según el informe Efectos del Coronavirus en la Educación, elaborado por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura y publicado hace unos días, el impacto por el cierre de los centros escolares en España podría ser de hasta el 3% de la desviación estándar. Es decir, un alumno que vuelva a clase el 1 de junio perdería el equivalente a un 11% de lo que se aprende en un curso.

Los autores del informe también señalan el riesgo que esto supone para las tasas de abandono, que pueden crecer y afectar especialmente a alumnos ya rezagados. Además, a todo ello se unen factores como la situación financiera y laboral en los hogares, el acceso a internet o incluso el nivel de estrés de los padres como consecuencia de la crisis económica derivada de la pandemia.