Divulgadores canarios han viajado a Perú para estudiar los restos arqueológicos de Choquequirao, ciudad “hermana” de Machu Picchu, en el departamento de Abancay, donde han aparecido más de 30 figuras geométricas de llamas de piedra blanca perfectamente alineadas, en lo que podría ser la entrada al valle sagrado de los incas.
Los integrantes de Cenit expediciones, Gotzon Cañada, Rubén Naveros, Cipriano Carrillo, Erika Urquiola y Elena Perera, visitaron en marzo y abril la ciudadela inca, situada a más de 3.300 metros de altura en la cordillera de Vilcabamba, en la que en 2004 se anunció el hallazgo de las Llamas Blancas en los andenes o terrazas de cultivo.
En una entrevista explicaron que la ruta para llegar a la antigua ciudadela inca es bastante dura, pues no hay carretera y se tarda unos cinco días de marcha en mulas, con caminos muy resbaladizos, en temporada de lluvias y jornadas de más de 12 horas de travesía con una humedad cercana al cien por ciento.
Pero “después del sufrimiento, los mosquitos y los resbalones lo que encuentras al llegar allí merece la pena”, relata Rubén Naveros, técnico del planetario del Museo de la Ciencia y el Cosmos de Tenerife, quien recuerda que durante el viaje “llovía todas las noches”.
Gotzon Cañada, diseñador del Instituto de Astrofísica de Canarias, señala que tras limpiar la vegetación aparecieron 33 figuras de llamas blancas incrustadas sobre piedras, algo “muy extraño” que prácticamente no se ve en las construcciones incas, sino en culturas anteriores, como los Chapapoyas, al norte de Perú.
No obstante, se prevé que pueda haber más de un centenar de llamas blancas ornamentando el resto de andenes, precisa Cipriano Carrillo, técnico del Museo de la Ciencia y el Cosmos, y Rubén Naveros apostilla que se supone que esta zona escarpada era la entrada al valle sagrado y por allí subían las caravanas con los cultivos de coca hasta Cusco.
También se cree que las figuras de las llamas blancas se planteaban en el suelo y una vez armadas, las situaban sobre los muros de las terrazas, situadas en vertical y con apenas dos metros de ancho para los cultivos.
Los restos de Choquequirao fueron descubiertos por el antropólogo Percy Paz, quien relató a los divulgadores canarios que estos vestigios son “únicos en el mundo” y están “saliendo a la luz” tras siglos ocultos por la selva, capaz de ocultar cualquier emplazamiento en cuestión de días.
Estos restos incas, al igual que los de Machu Picchu, están relacionados con el Sol, el dios inca Inti, y también en Choquequirao se percibe el alineamiento de los templos con los solsticios y los equinoccios.
Estos hechos marcaban las principales fiestas incas, el Inti Raymi y el Capac Raymi, los solsticios de invierno y de verano respectivamente, que iniciaban el calendario inca.
Los incas construyeron grandes templos de adoración al Sol y en casi todos los conjuntos arqueológicos se encuentra el Intihuatana un monolito tallado en piedra que imaginaban capaz de “amarrar” a la estrella en su camino por el cielo.
En su estudio de Choquequirao los miembros de la expedición notaban “que faltaba algo”, esta clara orientación al Sol, hasta que un responsable del conjunto arqueológico les confirmó que hay enterrada una alineación de piedras relacionada con los solsticios que aún debe ser sacada a la luz.
Al parecer, este alineamiento tiene forma para algunos de “zampoña”, la flauta de cañas típica del Perú, está formado por piedras blancas sobre suelo negro y tiene unas indicaciones muy precisas hacia los puntos cardinales y la salida del Sol.
Es allí donde se hacía el sacrificio ritual de las llamas, puntualiza Cipriano Carrillo.
Mucho por descubrir
Rubén Naveros señala asimismo que aún falta mucho por descubrir de la cultura inca, con vestigios como el antiguo sistema de regadíos diseminados en cerros y cordilleras, pero el problema es que, a pesar de un convenio con la Unesco, faltan recursos y los yacimientos arqueológicos están bastante descuidados, indica Gotzon Cañada.
Naveros apunta además que de la cultura inca se mantiene el idioma “y poco más”, pues ha desaparecido mucho de su conocimiento astronómico, y detalla su interés en “desmitificar” supercherías como las de la “actuación extraterrestre”, pues esta civilización hizo sus construcciones “con medios tan sencillos como la palanca y el plano inclinado”.
Para llegar a Choquequirao los miembros de “Cenit expediciones” viajaron 22 horas en guagua desde Lima hasta Cusco, y desde allí tomaron un minibús que les llevó, durante otras cuatro horas, por una cordillera “subiendo y bajando” hasta un pueblo pequeño, Cachora, que “parece el fin del mundo”.
Desde allí se parte en mulas “con toda la intendencia” por un camino escarpado y vertical hasta Choquequirao, en un trayecto de unos cinco días.
Al regreso, tras caminar casi 65 kilómetros, el pequeño pueblo de Cachora “te parece Manhattan”, comenta entre risas Gotzon Cañada.