Menores inmigrantes como Omar, Marc-Seck y Yiyiba, de 17 años, que hace menos de un año llegaron a Tenerife en un cayuco cargados de miedo, la emoción básica que les embargaba entonces, se forman ahora para conseguir un empleo. Omar, Marc-Seck y Yiyiba ya son capaces se acceder a una guagua, jugar al fútbol, y se les contentos tras pasar “lo peor” después de quince días de travesía desde Senegal hasta las costas canarias, cuenta Omar con un español a medias.
Los tres amigos son testigos del infierno del mar y del paraíso que significa hoy su momento vital: estar en Tenerife y soñar con trabajar, pues desde el 31 de septiembre de 2006 se forman junto a otros once inmigrantes en el Centro de Desarrollo Turístico de Costa Adeje (CDTCA), un instituto dedicado a la hostelería que les enseñará a ser cocineros y camareros.
“Están preparados, el único inconveniente es el idioma”, explica Ernesto Manzano, profesor del curso de hostelería en el CDTCA que ofrece el Servicio Canario de Empleo, financiado por el Fondo Social Europeo de la Unión Europea y donde colabora Ashotel (Asociación Hotelera y Extrahotelera de Tenerife).
Manzano habla de la “gran capacidad de aprendizaje” de Omar y sus compañeros, así como de la buena integración que han alcanzado en estos meses.
Omar ya no ve un futuro incierto, quiere trabajar en Tenerife pero también “volver a mi país”, dice, “para dar dinero a mi familia”.
El 27 de abril acabará su formación y es posible que encuentre trabajo, pues según los responsables del CDTCA hay hoteles “interesados en su contratación”, siempre y cuando estén bajo permiso del tutor al ser menores.
Los menores inmigrantes provienen en su mayoría de Senegal, aunque al menos cuatro son de Mali, explica Ernesto Manzano.
Todos comparten estancia en dos centros de menores inmigrantes repartidos entre Guía de Isora y San Miguel de Abona, en el sur de Tenerife, donde comen, juegan, viven y sueñan.
En total son veinticuatro inmigrantes que reciben unos 100 euros al mes “una fortuna en su país”, recalca el profesor de hostelería, que les ha dado algunas lecciones de español y matemáticas.
“Ahora están sin miedo, antes se asustaban si subían algo el tono de voz”, subraya Manzano.
Entre el material básico para este taller hay un manual de manipulador de alimentos, otro de sensibilización ambiental, unos zuecos, el uniforme y un diccionario de francés, lengua común en Senegal y Mali.
Estos menores han realizado la mayoría de los cursos que iniciaron en septiembre, como la preparación y conservación de pescados y mariscos, de 75 horas, pastelería, o elaborar fondos y salsas, entre otros, donde han invertido 45 horas.
Talleres ocupacionales
En el municipio de Guía de Isora también se ha puesto en marcha la formación para otros cuatro inmigrantes con cursos gestionados por el Servicio Canario de Empleo, el Cabildo tinerfeño y coordinados por la Concejalía de Desarrollo Local del Ayuntamiento isorano, que dirige el edil Héctor Gómez.
Se trata de talleres ocupacionales sobre el mantenimiento de instalaciones de energías renovables comprendidos en tres especialidades; uno sobre residuos medioambientales, otro sobre energía solar térmica y el último sobre energía fotovoltaica.
“Con este tipo de formación lo que se pretende es que puedan trabajar en un futuro no muy lejano”, apunta Héctor Gómez, quien añade que la intención es “que se vayan incorporando más inmigrantes a este tipo de talleres”.
El concejal, como el resto de personas que han tratado con estos menores, coincide en la “alta capacidad de integración” y el “buen grado de satisfacción” en la experiencia diaria con ellos.
Los cursos en Guía de Isora acabarán a mediados de 2008 y una vez finalice este programa “tenemos acuerdo para integrar a estos inmigrantes en el mercado laboral”, apunta Gómez.
La formación de los menores inmigrantes forma parte de una cadena en la política de inmigración que se lleva a cabo desde los gobiernos español y canario, el Cabildo de Tenerife y los ayuntamientos de las islas que reciben a estas personas.
Todos tienen algo que aportar para conseguir que Omar y los suyos tengan un futuro lejos de la necesidad extrema de subirse a un cayuco.