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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Proyección internacional fregando platos

Jóvenes en Berlín.

Ana Tristán

Berlín —

La población española en Alemania, y concretamente en Berlín, ha crecido en 15.000 personas desde que estalló la crisis, en 2008, según los registros oficiales, algo similar a lo ocurrido con la italiana o la portuguesa. Los países “mediterráneos” conforman la mayor fuente de inmigrantes después de los venidos desde Turquía, Polonia, Bulgaria o Rumanía. Será, como señaló hace tiempo la secretaria general de Inmigración y Emigración, Marina del Corral, que nos estamos volviendo todos muy aventureros.

O será que la cosa está tan mal que millones de trabajadores y estudiantes no tienen más remedio que emigrar. Aventureros serán los que viajan en calidad de turista, viajar por necesidad es bastante más duro. No solo dejas atrás todo lo poco que tienes, además te enfrentas a una cultura diferente y a veces hostil, como ocurre en toda gran ciudad gentrificada, como toda “ciudad marca” planificada para el turismo y el consumo. Berlín es un inmenso escaparate, un recorrido turístico continuo: cada avenida, cada monumento siempre atestado de curiosos con cámaras de fotos, de tiendas de souvenirs y grandes espacios y centros comerciales.

Además hay que pasar por muchos quebraderos de cabeza para llegar a comprender mínimamente el idioma, y hay que hacerlo, porque a pesar de esa leyenda urbana de que en Berlín todos saben hablar inglés, el alemán medio lo habla más o menos como la alcaldesa de Madrid. A no ser que formes parte del sector de afortunados que trabaja para grandes multinacionales en las que el idioma es algo aleatorio, para el resto de los mortales es fundamental conocer la lengua germana.

Aunque para el dirigente conservador español González Pons trabajar en la UE no es trabajar en el extranjero, y así puede parecerlo mientras paseas por grandes avenidas entre Mc Donalds, Zaras, Mangos y demás ejemplos comerciales que comparten la Marca España y la Marca Berlín, no pensarás lo mismo cuando te pongas enfermo en Alemania y solo dispongas de la tarjeta sanitaria europea (que caduca en 9º días, gran invento) y de un nivel medio de alemán. En este preciso momento te darás cuenta de lo jodido que es ser emigrante por necesidad en el país de las jerarquías en la seguridad social, de la creciente privatización de la sanidad y de la corriente homeopática: si te duele, échate agüita. Salvo que te puedas costear un seguro médico privado.

Johannes, alemán que da clases de español en Berlín, trabaja en una empresa de idiomas con un contrato de “autónomo”, algo muy usual que los empresarios aprovechan para no pagar la seguridad social de sus trabajadores. Así, con una nómina de algo más de 1.000 euros, 300 se destinan al seguro médico y no le da derecho al seguro de pensiones.

Pero según cuenta Elia, joven catalana licenciada en Ciencias Políticas y residente desde hace cuatro años en Berlín, “para los extranjeros es diferente, yo tengo que pagar un seguro médico privado todos los meses y aun así después me llegan facturas a casa”. Como Johannes, su contrato es como trabajadora autónoma, por lo que la empresa no cubre los gastos de seguridad social, que en su caso es de 201 euros al mes, más las facturas “que son bastante caras”. Aunque en teoría el seguro médico privado te devuelve una parte a final de año si presentas los recibos correspondientes, “al final casi todo mi sueldo ha ido a parar a pagar doctores, porque este año he tenido problemas de salud”.

Una tasa de paro del 13%

Además, es probable que las expectativas iniciales del inmigrante español en Berlín no lleguen a cumplirse de buenas a primeras. En la capital alemana la tasa de paro es del 13%, bastante elevado en comparación con el 7,3% de la tasa media del país, aunque es poca cosa si la comparamos con el 26% de la española. Pero, como siempre, los datos oficiales esconden más de lo que muestran: los cursos de formación que no contabilizan como parados, los mayores de 58 años... y los Mini Jobs, los malditos Mini Jobs. Este moderno término con el que muy probablemente chocará todo aquel que busque trabajo en Berlín. Una forma cool de hablar de precariedad, flexibilidad e inseguridad laboral.

Para muchos jóvenes es una gran oportunidad, trabajar un par de horas a la semana cobrando entre 5 y 8 euros la hora. Con currar un par de días de friegaplatos y otros de vendedora de tickets turísticos, puedes tirar, e incluso ahorrar si te lo montas bien. En ese sentido, Berlín puede ser una buena ciudad para vivir. En la zona del Este, el coste de la vida todavía es mucho más barato que en la zona Oeste, la media de alquiler es de 300 euros por persona en piso compartido, por lo que muchos de estos barrios se encuentran habitados por inmigrantes de diversas nacionalidades.

Desde la caída del muro de Berlín, muchas zonas del Eeste quedaron prácticamente despobladas, sus habitantes marchaban al Oeste a trabajar o vivir, y muchos jóvenes, inmigrantes y artistas que buscaban un estilo de vida alternativo o simplemente un lugar barato donde vivir (también muchos huyendo del servicio militar obligatorio) repoblaron barrios como Neukolln, Friedrichsain o Kreuzberg, conocido también como “el gueto turco”. Pero, como cuenta Johannes, profesor de español en Berlín, en la época del auge económico, el boom turístico y de los planes de recalificación urbana muchos de estos barrios sufrieron lo que se conoce como proceso de gentrificación, o aburguesamiento. Con el aumento del turismo, los Erasmus, y Berlín como reclamo de moda, se remodelaron muchos barrios para atraer a estos nuevos inquilinos, con la consiguiente subida de los precios (que siguen siendo muy inferiores a los del Oeste) y la disminución de esa vida alternativa que tanto puso de moda a Berlín y que a día hoy “está prácticamente desaparecida”.

Hace gracia escuchar que con la emigración de jóvenes cualificados se marcha un capital cultural de España que pasará a aumentar la riqueza de los países receptores... Seguramente será aprovechada, como en España, para limpiar suelos, vender helados o poner copas, eso sí, con una mano de obra extremadamente cualificada.

La única demanda real es de médicas y enfermeros, o informáticos e ingenieras, que por lo general no tienen problema para encontrar trabajo. Los que estudiaron letras o ciclos formativos tienen aquí las mismas posibilidades para llegar a ser camarera que en España, quizás un poco más.

Catherina, joven napolitana de 22 años, realiza unas prácticas no remuneradas trabajando seis horas al día durante casi un año. Tras haber estudiado la carrera de filología alemana y china, vino a Berlín con la idea de mejorar el idioma y especializarse trabajando en alguna empresa o institución. “Aunque me quede aquí y consiga un mini job, no es suficiente para vivir, tendría que pedirle a mis padres que me ayuden. Y si quiero estudiar en la universidad, solo podría acceder a un mini job porque hay una ley que te prohíbe un contrato a tiempo completo mientras estudias”, comenta.

Así que Pepe, si vienes a buscar trabajo aprende antes un poco de alemán, y así no tendrás tantos problemas para encontrar algún Mini Job que te permita vivir dignamente y tener acceso a un seguro médico privado que te cubra una parte de tus gastos por enfermedad.

Aunque ese camino que para un joven sin hijos es algo aceptable, no lo es tanto a medida que la familia y el cansancio por la inseguridad eterna aumentan. Por muchos mini jobs que se sea capaz de simultanear.

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