Desde hace algo más de un año el acuario de Loro Parque, en Tenerife, comenzó a entrenar a sus rayas, tiburones de fondo y tiburones nadadores para que estén habituados a los controles veterinarios de forma voluntaria y para hacer que una analítica no sea un trauma sino un juego.
La acuarista del zoológico, Ester Alonso, explica en una entrevista a Efe que el objetivo de estos entrenamientos es tener respuestas controladas y voluntarias ante una posible analítica sanguínea, una ecografía, un aislamiento preparto o para las biometrías mensuales de control.
La posibilidad de hacer una analítica sanguínea de forma voluntaria, por ejemplo, reduce el estrés al animal, y supone un éxito para controlar clínicamente a un animal, destaca la científica. Asimismo, sirven para que las distintas especies que viven en el acuario no compitan por el mismo alimento y se alimenten de forma exclusiva donde están entrenados para ello.
El método del entrenamiento se basa en que los tiburones entren en una camilla, donde soportan un manejo y una inmovilidad y, después, reciben su “premio”, que es el alimento. Esa camilla es distinta en forma y color en función de cada especie con el fin de que cada animal reaccione a un tipo distinto de estimulo y no haya confusiones.
También varía su ubicación según el día de la semana para asegurar que el aprendizaje que adquiere cada especie corresponde a cada estimulo, y no a un lugar concreto donde recibe una respuesta. “Si siempre que acudo a este sitio tengo comida y si acudo a otro no voy a entender que donde tengo un premio es mejor ir porque puedo comer”, asevera la científica.
Después de más de un año de entrenamiento, los tiburones han entendido que la camilla es su lugar de alimentación y que si quieren recibir su “premio” tienen que soportar un manejo. Este manejo consiste en girarlos con la zona dorsal hacia abajo en “inmovilidad tónica”, lo que supone el bloqueo natatorio del tiburón.
Para sacarles sangre hay que hacerlo por la zona ventral y ese es el objetivo de virarlos, detalla la acuarista, quien celebra que el mes pasado pudieron realizar analíticas sanguíneas a los tiburones de forma “voluntaria” mediante este método.
El director de medioambiente de la Loro Parque, Javier Almunia, destaca que siempre la parte fundamental de cualquier entrenamiento es la médica para que los veterinarios puedan trabajar con los animales, lo cual repercute de forma positiva tanto en los propios animales como en los trabajadores que tienen que trabajar con ellos.
En su opinión, es imprescindible que se les pueda sacar una muestra de sangre o una exploración veterinaria a los tiburones sin que suponga un estrés para los animales.
El hecho de que los tiburones se puedan entrenar exactamente igual que cualquier otro animal demuestra que no son animales especialmente peligrosos ni agresivos, resalta Almunia.
Además, refleja que cualquier animal, independientemente de su nivel evolutivo y su capacidad, también puede responder al entrenamiento, pues los tiburones son de los peces menos evolucionados que existen y aun así se pueden entrenar.
Cuando un animal recibe un estímulo agradable al hacer un comportamiento es más posible que repita ese comportamiento, detalla el director de medioambiente de Loro Parque, quien añade que este mecanismo funciona en todos los animales, ya sea un delfín o un tiburón.
Según datos del Grupo Especialista en Tiburones de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y la Shark Alliance, un tercio de los tiburones oceánicos están amenazados de extinción.
El primer estudio para determinar el estado global de conservación de 64 especies de tiburones y rayas oceánicos revela que el 32 por ciento están amenazadas de extinción.