No es el primer libro que escribe Nacho Cardero (Guadalajara, 1974). Recuerda con especial conmoción el que publicó coincidiendo con los atentados del 11-M, Los PPijos: el turno de la generación Agag (La Esfera, 2004), en el que se relataban las andanzas del Partido Popular. Los atentados opacaron aquel libro. Acaba de publicar Aquello que dábamos por bueno (Espasa), un relato entre lo periodístico y lo intimista que, en consecuencia, gira en torno al periodismo y la vida. O la vida y el periodismo, que para los que nos dedicamos a esto vienen siendo casi la misma cosa. En esta entrevista, el director de El Confidencial solo se reserva las exclusivas y se atreve incluso con el mundo de la empresa y los poderes fácticos. “El poder empresarial empieza a no tener tanto en cuenta a la prensa como un instrumento de regeneración democrática, o como un instrumento que es importante para el país”. ¿Y la polarización que sufre la sociedad española? “La polarización nos viene impuesta desde arriba”.
Acabas de celebrar en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria un acto multitudinario con dos salas llenas de alumnado para hablar de las oportunidades de inversión que presenta Canarias. No es frecuente que un medio nacional se desplace a la periferia, y menos a la ultraperiferia, a hablar de los asuntos que atañen a esos territorios. ¿Por qué hace esto tu periódico?
Pues aquí sí que tenemos que entonar el mea culpa en todo, y si tenemos que pedir perdón por nuestros pecados, pedimos perdón por nuestros pecados. Pero mira, esto es muy sencillo y cuento mi experiencia: El Confidencial es un medio de Madrid de ámbito nacional generalista, que tuvimos un acto hace dos años aquí, también en Las Palmas de Gran Canaria, y que de repente vimos que se llenó por completo el aforo con una aceptación buenísima. Y entonces, como Saulo, me caí del caballo y me di cuenta de que aquí había un mensaje que debía ser trasladado a Madrid, que no lo escuchaba. Desde entonces hemos hecho un esfuerzo no solamente por informar de lo que pasa en Canarias, sino por estar aquí. Creamos una pequeña delegación muy modesta con la misión básicamente de que en Madrid, y sobre todo en el resto de España, sepan lo que está ocurriendo en Canarias: una comunidad, una región, unas islas muy importantes que tienen mucho que contar y que creo que se escuchan muy poco en la capital de España.
¿Por qué crees que se escucha tan poco a la periferia en general?
Pues yo creo que porque Madrid, que yo vivo allí, aunque nací en Guadalajara, es un ecosistema propio, tiene vida propia y se deja llevar un poco por el poder en mayúsculas. Ahí está el Ejecutivo, está el Gobierno de la Comunidad de Madrid, que tiene mucho peso y, sobre todo, está el poder empresarial, entre otros, además de unos equipos de fútbol, etcétera. Tiene un poder que lo absorbe todo y que es muy endogámico. Yo me acuerdo… yo no conocía mucho a Feijóo y cuando le nombraron líder del PP y vino a Madrid me tomé un café con él y me dice: “¿Tú cómo ves qué debería hacer yo?”. “Lo que deberías es no hacer caso a todo lo que te van a decir en Madrid, porque las elecciones, la política nacional no se dirige en Madrid, es mucho más amplia, y como te dejes llevar por la presión de Madrid, por el todo Madrid este, el que tiene sus propias dinámicas políticas y empresariales, perderás las elecciones”.
No te hizo caso, ¿no?
Bueno, yo creo que me hizo un poco de caso, pero yo creo que perdió las elecciones por otros temas, pero aquí sí es verdad que si al final si tú ves a su ejecutiva y de la gente que se ha rodeado quitando sus defectos, lógicamente que los tiene y muchos, le dio un peso a Madrid importante, pero un tanto infraponderado, conforme otros líderes del PP.
Esa endogamia de Madrid, ese síndrome de la M-30 del que hablas en tu libro, ¿tiene algo que ver con el difícil encaje -por emplear los mismos términos que Feijóo- que está teniendo el conflicto catalán, no solo en las actuales negociaciones, sino históricamente? Es que el otro día escuché a una comentarista de una radio nacional hablar de “nosotros y ellos”. Ella hablaba desde Madrid, ya te imaginarás quienes son “ellos”.
No, yo creo que Madrid tiene sus propias dinámicas. Yo creo que Madrid es casi un distrito federal y que es un mini estado en sí mismo, pero creo que en el tema de Catalunya, el problema catalán, si quieres llamarlo de alguna forma, no es solamente Madrid. Yo creo que hay otras partes del territorio donde no entienden muy bien lo que está pasando, básicamente con las comunidades donde los partidos nacionalistas o donde la política autonómica tiene una índole un poquito más identitaria. Y yo creo que eso no es comprendido. Lo que sí es verdad es que esta desafección, que es mutua, es un problema de todos. Es un problema de que no nos escuchamos, es decir, hace falta diálogo y hacen falta pactos, y hacen falta desde la centralidad. Con esto de la centralidad, y también lo digo en el libro, no me refiero al centro, a una posición política, ideológica, de centro… La centralidad es un espacio muy amplio donde se puede hablar, dialogar y llegar a acuerdos, y yo creo que esa centralidad ha desaparecido, no existe, debido a la polarización. Yo creo que ese es el grave problema y creo que todos los puentes que se han intentado lanzar en un sentido o en otro no han surtido efecto. Y me da pena, porque es una polarización o una ruptura de puentes que no es de la sociedad, que nos viene impuesta desde arriba. No creo que la centralidad, el grueso de la población española, se encuentre en esa centralidad: quiere hablar, quiere entenderse y quiere llegar a acuerdos, incluso desde la diversidad y la pluralidad. Creo que eso es así, pero desde arriba hay una fuerza centrífuga para que no ocurra eso.
¿Quiénes son “desde arriba”?
Bueno, yo creo que hay una corriente desde principios del siglo XXI cuando se dan cuenta de que hay una desafección de la población hacia los partidos políticos y toman unas políticas más radicales/populistas para conseguir los votos que han perdido. Y en estas políticas más populistas, me puedo referir a Trump en Estados Unidos, me puedo referir al Brexit en Reino Unido, o me puedo referir al procés del 1 octubre de 2017 en Catalunya. Creo que para recobrar cierta fuerza o cierto pulso político hacen unos envites que de hecho le salen más o menos bien con una fuerte carga populista. Y esto viene de arriba, viene de arriba. Esto lo inicia en Catalunya, si quieres, Artur Mas y después Quim Torra, Puigdemont y todo lo que tú quieras, pero nos viene desde arriba, no es algo que pida el pueblo. ¿Qué pasa? Que después el pueblo, como en este caso, también muchas veces los medios de comunicación, nos dejamos arrastrar por esta corriente porque también se deja arrastrar la sociedad, como está ocurriendo también con nuestros dirigentes, que se dejan arrastrar. Yo creo que la población y también los medios de comunicación tenemos que pedir perdón muchas veces por eso, por habernos dejado arrastrar por esta corriente polarizadora.
Porque la polarización vende periódicos, por emplear un término clásico…
Desgraciadamente vende periódicos, y situarse e intentar ser lo más factual posible dentro de tener una línea editorial, porque todos tenemos una línea editorial, pero todos hemos incurrido en el pecado (y yo me pongo el primero) en utilizar términos despectivos que son poco periodísticos para describir una realidad como la española, porque al final somos como hooligans, nos metemos ahí en el campo, vemos que todo el mundo grita y te pones a gritar. Y no hemos tenido esa perspectiva para dar un paso atrás y poder analizar la realidad española con un poquito más de sosiego. Hablo de mí, que seguro que habré cometido ese error, pero creo que ha sido bastante generalizado y creo que, en mi caso, en el diario El Confidencial presumimos de intentar ser lo más independientes y estar en ese espacio de la centralidad que te decía antes.
En tu libro hablas de algunas experiencias que se pueden contar, de las que se pueden contar del día a día de El Confidencial y que tiene un Pulitzer, por cierto, por los Papeles de Panamá.
La parte alícuota de un Pulitzer muy repartido entre muchos medios, pero sí, sí nos dieron un Pulitzer, efectivamente.
Pero hablas de tu experiencia cuando invitaste al rey Felipe VI a un acto del periódico y se retrajo un poco. Ya después sí aceptó la invitación porque ¿todavía en ese momento el periodismo digital no tenía la consideración que tiene hoy?
Bueno, yo creo que ya no hay distingos entre periodismo digital y periodismo de papel, digamos, en esta discusión sobre cuándo va a morir el periódico de papel… El periodismo es periodismo y ahora mismo se consume digitalmente. Y el tema del papel es minoritario, marginal. O sea que ya es todo prácticamente digital. Creo que antes, cuando empezamos, no teníamos la credibilidad ni la confianza de la gente, de los lectores. Ahora ya la tenemos; todos los medios son digitales y ya no hay distinción. Y nos hemos ganado los galones y, además, luchándolos.
Los que se lo hayan ganado, porque tampoco está generalizada la credibilidad del gremio.
Sí, sí, bueno, bueno, hablo de El Confidencial, pero bueno, yo también creo que en general hay medios digitales que han luchado, que se han esforzado y tú Carlos sabes de esto, hay gente que ha luchado y que tiene un nombre y un apellido y una influencia mucho más allá de la audiencia por el hecho de habérselo trabajado durante todos estos años. Y ahora tenemos el reconocimiento de la prensa digital. En el caso de Felipe VI, fue un señor durante la audiencia que tuvimos y sobre todo la consideración que tuvo para con El Confidencial. Es verdad que los protocolos, por ciertas normas casi atávicas que vienen de antiguo, le echaba un poco para atrás que fuésemos un medio digital, fíjate. Uno, por la tradición: me dijo es que yo nunca he presentado un acto de un medio digital. “Pero ahora todos los medios son digitales, señor, todos los medios son digitales”, le dije. Él me enseñaba también los periódicos de papel que tenía allí desplegados como diciendo “esto es la prensa”, y dices “no, la prensa es esto que tienes aquí, la prensa son las redes sociales [coge el móvil de la mesa y lo vuelve a dejar], la prensa será la inteligencia artificial cuando llegue” y, bueno, y al final lo entendió porque es un caballero, es un hombre de nuestro tiempo y al final aceptó muy gustoso presentarle el acto de los Premios Influyentes de El Confidencial, que por cierto, es un reconocimiento a nuestra cabecera, porque en este periodismo libre, independiente, combativo, no fácil, que presumimos, que ejercemos, que hacemos, somos de los medios que más hemos publicado sobre el patrimonio oculto de su padre, don Juan Carlos. Con lo cual también, oye, pues nos hacen un reconocimiento. Por su parte fue un movimiento muy valiente de participar en un evento como el nuestro, de un medio que hemos sido siempre muy combativos con los desmanes de la Corona.
Quien pudiera pensar que El Confidencial era un medio del establishment por su dedicación a la información económica, ante esas informaciones del patrimonio del rey emérito y de Iberdrola pudieron replanteárselo. ¿Qué presiones puede recibir un periódico que ya está consolidado en el universo periodístico español por una información sobre esa multinacional? ¿Todavía existe esto realmente?
Desgraciadamente sí existe. Y esto a lo mejor ya lo he contado alguna vez cuando me nombraron director de El Confidencial con 36 años, hace ya doce, recibía muchas llamadas de presión a primera hora de la mañana para decirme “oye, esa información que publicas no es cierta”, o también para criticar. Y al final con 36 años pues te asustas un poco porque dices, “oye, a ver si estamos haciendo algo más mal”. Pero después, cuando confías en tu equipo como yo confío y realizan las informaciones siguiendo un criterio periodístico y deontológico, no tienes miedo y no tengo miedo de esas llamadas. Además me gustaban porque significaba que lo estábamos haciendo bien. Ahora tengo miedo a no recibir esas llamadas, porque significaría que lo estamos haciendo mal, porque significaría que mis periodistas se han adocenado y se han dejado llevar por la dictadura de lo políticamente correcto y no se expresan libremente. Y eso es lo que más me preocupa ahora. Y también lo que estoy viendo es que cierto respeto ante ciertas reglas del juego, fair play que existía antes entre en el mundo de la empresa y los medios de comunicación, creo que se está perdiendo también, fíjate. Creo que ahora las empresas, el mundo empresarial, el poder empresarial empieza a no tener tanto en cuenta a la prensa como un instrumento de regeneración democrática, o como instrumento que es importante para el país. Al final un país es lo que vale su prensa, y yo creo que tenemos que colaborar todos para tener una prensa fuerte, independiente, y creo que las empresas han dejado de creer un poco en esa prensa fuerte, independiente.
¿Esa es una de las cosas que dábamos por buena?
Por ejemplo, por ejemplo. El periodismo, como bien sabes, nunca ha estado especialmente bien visto. Siempre hemos recibido críticas, pero creo que la tendencia cada vez va a peor y es progresiva. Y creo que por las redes sociales, creo que por la inteligencia artificial o creo que por estas presiones externas, cada vez se nos minusvalora más y cada vez se nos ataca más. Somos un poco el Pepito Grillo que nadie quiere tener detrás comiéndole la oreja.
Hablas en tu libro de la pérdida de calidad democrática de los partidos institucionales frente al populismo, y citas también a Martín Wolf, que escribió un libro titulado La crisis de la democracia capitalista, ¿la crisis es de calidad democrática o la crisis es de la democracia capitalista?
Posiblemente sea la crisis de la democracia capitalista. Es decir, para mí la democracia es… tú lo has dicho antes muy bien: El Confidencial, como escribe tanto de economía y empresas podía ser confundido con el establishment. Un poco pasa lo mismo: la democracia liberal puede confundirse con la democracia capitalista. No es lo mismo. Y yo creo que, efectivamente, hemos caído en muchos pecados y eso es lo que ha hecho que sean cuestionadas las democracias liberales. O fíjate, te lo voy a poner más fácil: las democracias neoliberales, las políticas neoliberales que han existido y que han conducido a un claro empobrecimiento de la población, han hecho que se cuestionen las democracias liberales, cuando yo creo que hay que distinguir entre neoliberalismo y liberalismo, y entre democracias liberales y democracias neoliberales. Y se ha confundido todo y se ha aprovechado que se ha confundido todo para intentar derrumbar y tirar a fuego, tirar a cañón contra las democracias liberales. Aquí [en la Facultad de Economía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, donde se celebra esta entrevista] estaba antes el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, hablando de la evolución del Producto Interior Bruto de España, y él comentaba que la renta, el poder adquisitivo de los españoles, no ha convergido con Europa. Incluso se ha ampliado la distancia. Y esto es así. Es decir, es bastante probable que la generación que venga viva peor que nosotros. Va a pasar porque se ha hecho mal en los años pasados por estas políticas neoliberales. Y se va a aprovechar esta crítica que existe para intentar derrumbar la democracia, algo que para mí es fundamental, la cumbre de la dignidad humana como es una democracia liberal.
¿Compartes el criterio de algunos analistas de la izquierda acerca de que este inmenso ruido político que estamos sufriendo en España con respecto a Catalunya y el lema “se rompe España” tiene que ver mucho con que esos poderes ocultos que presionan para evitar un nuevo gobierno de progreso? ¿O realmente está haciendo méritos Pedro Sánchez para llevarse todas las críticas del que se está llevando?
Yo creo que se pueden solapar ambas, ¿no? Primero, tú sabes que los medios de comunicación están en reestructuración constante, no dan con la tecla para tener unos ingresos sostenidos en el tiempo que les permitan asegurar su independencia editorial. Entonces, esta dependencia económica hace que no, que no sean lo suficientemente independientes editorialmente. Y ahí las empresas o determinados poderes fácticos, llámalo así, no como le gusta a estos intelectuales de izquierda, pues sí, es verdad que ejercen presión sobre los medios de comunicación. Eso es así, aprovechándose de la debilidad económica de los grandes medios, hay determinados poderes fácticos que ejercen su presión. Eso sí, que triunfen o no triunfen con sus presiones dependerá de los medios. Después, respecto al gobierno del progreso: más que que no quieran un gobierno de progreso, lo que quieren es estabilidad. Y este gobierno del PSOE y Sumar, pues uno puede comprar un gobierno del PSOE y Sumar si ofrece la estabilidad necesaria, aunque tenga un sesgo ideológico concreto o apueste por unas políticas concretas. El problema es cuando no es solamente el PSOE y Sumar, sino que es Junts, ERC, PNV, Bildu… Aquí lo que se cree es que la acción de gobierno (no digo el Gobierno), la acción del gobierno va a ser bastante inestable porque va a ser muy difícil aunar las voluntades de tantos partidos y tan distintos para sacar adelante determinadas políticas. Y es lo que yo creo, creo que ellos ven -estos poderes fácticos ven- que el gobierno que pueda salir de una futura investidura de Pedro Sánchez será inestable, y la inestabilidad y la falta de confianza no es buena para sus negocios.
Has escrito un libro muy periodístico porque es muy ameno, muy fácil de leer, en el que hablas de muchos de estos temas, pero además tiene algunos capítulos muy intimistas. Hablas de tu familia, de tu hija, de tu esposa, etcétera, pero también hablas de un tema muy delicado, el de la salud mental. Y te refieres a él como la gran denuncia, citando a personas que tienen que abandonar su vocación por un problema de salud mental, y relatas un ejemplo concreto de alguien que te ayudó a ganar el Pulitzer.
Como dices, el libro es periodístico, pero es también muy intimista. Yo soy castellano bastante introvertido, pero este caso me he desnudado porque creo que, a la hora de que la gente te crea o de transmitir un mensaje, o te muestras tal como eres o realmente no te crees porque de ensayos, en el mundo de las ideas, hay muchos libros en las estanterías. Pero si te muestras como eres y te muestras vulnerable, frágil y muestras cómo es tu experiencia personal y profesional tal cual eres, creo que puedes empatizar y acercarte más a la gente, y eso es lo que he intentado. Y efectivamente, los problemas de salud mental siempre han existido, pero hemos hablado muy poco de ellos; hemos hablado poco del suicidio y hay que hablar del suicidio. Ya está, ese tabú está roto y creo que es bueno romperlo. Lo que sí se ha visto durante la pandemia y el confinamiento es un punto de inflexión, no en ese momento del confinamiento, sino después del confinamiento, donde se ha visto un incremento importante, sobre todo entre los jóvenes, de los problemas de salud mental, con un sistema sanitario que no está preparado para atenderlos a ellos ni a estos problemas de salud mental, tanto en la atención primaria como los especialistas. Y eso sí que es grave, porque es una tendencia que va a ir a más, sobre todo entre los jóvenes. Y así se está detectando. Los jóvenes son extremadamente frágiles, no toleran la frustración. Pero no es culpa de los jóvenes -que tendemos siempre nosotros a señalarlos diciendo es que son muy flojos-. La culpa es nuestra. La culpa es nuestra porque los hemos formado para un mundo que no es el suyo y lo estamos abordando con los criterios que son los nuestros, que son totalmente obsoletos. Y partiendo de esta premisa, todo lo que hagamos con los jóvenes está mal hecho porque no los entendemos y tenemos que tender puentes de empatía para entenderlos. Y una vez que los entendamos, miraremos su fragilidad o su vulnerabilidad desde otro punto de vista. Porque yo no creo ni que estos jóvenes sean mejores ni peores que nosotros, son distintos y el problema es que no los comprendemos.
Certidumbre es una de las palabras más repetidas en este libro. ¿Es una de las cosas que hemos perdido?
Bueno, es que estamos en la era de la incertidumbre. Básicamente es un mundo cada vez más inabarcable, más frágil, más vulnerable y mucho más incierto. Y esto se debe a lo que yo llamo la permacrisis. Siempre ha habido crisis mucho más graves que las actuales, lógicamente, pero en la sucesión, la rapidez con la que suceden las crisis actualmente podríamos parar aquí y no parar. Podemos hacer cincuenta tertulias con todos los temas candentes de nuestros periódicos: guerras en Ucrania, en Oriente Próximo, etcétera… se superponen las emergencias informativas, se superponen las crisis y, además, de una profundidad bastante importante como lo de la pandemia. Entonces esto al final te produce una comezón, una sensación de angustia que muchas veces no sabes por qué se ha producido, y se ha producido, creo yo, entre otras cosas, por estas columnas que se han derrumbado, por aquello que dábamos por bueno, que ya se han derrumbado y nos produce ese desasosiego. En ese sentido, esta es una era de incertidumbre. Pero lo que más escucho últimamente, y además me gusta, no aparece en el libro, pero de alguna forma asumo la tesis, es que para salir de esa desazón hay que abrazar la incertidumbre, hay que convivir con ella. Al final del libro cuento un duelo que es un duelo personal por todo lo que cuento, mis experiencias personales de duelo, de cosas que he perdido, también es un duelo colectivo, porque lo hemos perdido toda la sociedad en su conjunto, y ahora lo que tenemos que hacer (porque del duelo se sale) es abrazar la incertidumbre. Y cuesta, porque todos los cambios cuestan, y porque además son cambios de tal profundidad que a nuestro pequeño cerebrito le cuesta muchas veces… cuando le hablas de inteligencia artificial se asusta porque se queda sin trabajo, me van a sustituir… Bueno, pues asume que la inteligencia artificial es buena para el progreso de la humanidad. Y una vez que asumamos que esa transformación va a ser sí o sí, podremos sacudirnos esa comezón que tenemos y que nos persigue durante mucho tiempo.
¿Habrá investidura de Pedro Sánchez?
Habrá investidura de Pedro Sánchez, y además la habrá por tiempo.
¿Por tiempo?
Sí, porque al final, por mucho que no te guste o te guste mucho o poco Pedro Sánchez, no hay sustituto, no hay alternativa a Pedro Sánchez. Con lo cual, aunque la acción de gobierno sea muy, muy difícil de llevar a buen puerto, es que no hay alternativa.