La isla de Gran Canaria ha pedido en las últimas cuatro décadas el 99% de las praderas de seba amarilla (Cystoseira abies-marina) que albergaban sus costas, según revela un estudio publicado por cinco investigadores del Instituto Universitario EcoAqua.
Los datos que dan a conocer José Valdazo, María Ascensión Viera-Rodríguez, Fernando Espino, Ricardo Haroun y Fernando Tuya, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), en la revista Scientia Marina del CSIC demuestran que en los años ochenta los “bosques” de este alga parda ocupaban 928 hectáreas a lo largo de toda la costa de la isla, de las que miércoles solo sobreviven 7,4.
En un comunicado, la ULPGC remarca que las praderas de algas del género Cystoseira son sensibles a las perturbaciones generadas por el hombre y, por esta razón, han registrado declives históricos en distintas regiones del mundo.
El estudio del Instituto EcoAquca se centra en concreto en la Cystoseira abies-marina, una especie que habita en costas rocosas someras y considerada “clave” para buena salud de los ecosistemas costeros de las Islas Canarias.
Esta especie dominaba las costas rocosas poco profundas de toda Gran Canaria en la década de los ochenta, formando “una banda continua” se extendía a lo largo de 120,5 kilómetros de costa y ocupaba 928 hectáreas de superficie.
A comienzos del siglo XXI, poblaciones fragmentadas de seba amarilla cubrían 12,6 hectáreas, a lo largo de 52,2 kilómetros.
Hoy en día, se distribuye a lo largo de 37,8 kilómetros del perímetro costero, en forma de parches dispersos, y ocupa una extensión de tan solo 7,4 hectáreas.
La regresión de la seba amarilla ha sido “drástica en toda la isla, incluso en zonas con baja presión antropogénica”, destaca la ULPGC, que precisa que los autores de este trabajo no han encontrado una correlación significativa entre el número de impactos locales y la magnitud del declive en el tiempo.