Helen Keller, un proyecto para el empoderamiento de la mujer sorda

Raquel Sosa

Las Palmas de Gran Canaria —

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Estrechar la doble brecha social a la que están expuestas las mujeres sordas, así como mejorar su calidad de vida, es el objetivo del proyecto Helen Keller, creado por la Fundación Canaria para Personas con Sordera (FUNCASOR), con financiación de la Consejería de Igualdad y Participación Ciudadana del Cabildo de Gran Canaria.

Las mujeres con discapacidad sufren una doble discriminación, ser mujer, y ser discapacitada. De esta forma cuestiones como acceder al mercado laboral u obtener una buena formación les es más complicado que a otra persona sin discapacidad. Solo un 15,86% de mujeres discapacitadas en edad de trabajar tiene un empleo, y de ellas, la mayoría suelen ser empleos de poca calidad, lo que se traduce en una desventaja económica y social que les excluye.

El proyecto nació de la necesidad que detectaron desde FUNCASOR de abordar este problema, pues encontrar profesionales que tengan un perfil de psicología apto para poder atender a una mujer sorda y que entienda su globalidad es difícil, explican desde la fundación. Ya tuvo su primera edición el año pasado, donde se trabajó con dos psicopedagogas y un intérprete de lengua de signos, y este año los perfiles son dos profesionales competentes al 100% en lengua de signos, con mucha experiencia con la comunidad sorda. “Esto aporta mucho valor añadido al proyecto, porque es muy difícil encontrar profesionales del mundo de la psicología o psicopedagogía que tengan experiencia con personas sordas”, explica Verónica Rodríguez, una de las organizadoras del proyecto.

Helen Keller fue una activista política y escritora estadounidense que sufría de sordoceguera congénita. “Nos pareció adecuado elegir su nombre pues merecía su reconocimiento por ser una mujer que salió para adelante con su vida a pesar de su discapacidad”.

Las usuarias que participan son divididas en dos grupos: sordas signantes, es decir, que se comunican a través de la lengua de signos, y sordas oralistas, que son capaces de comunicarse sin ella. La necesidad de atención de cada una de ellas es diferente, de ahí que se trabaje con dos psicopedadogas y con un intérprete para los talleres.

Este año el proyecto tendrá un modus operandi similar al del año pasado, donde había tres planteamientos: terapia individual, en función de las características de cada mujer; terapias grupales, donde se unen a mujeres o a familias de las mismas; y talleres, donde se trabajan aspectos considerados importantes para ellas, como el empoderamiento, la autoestima, o el conocimiento de la propia discapacidad auditiva.

Para esta edición, que comenzó el pasado 20 de agosto y que tendrá una duración de cuatro meses, se pretende mejorar ciertos aspectos como el empoderamiento, pues hay muchas destrezas que estas mujeres no consideran que pueden tener por el simple hecho de ser mujer. “Nos dábamos cuenta de que las oralistas eran más conscientes de sus aptitudes y cualidades ante la vida, mientras que a las signantes les costaba más entender que eran capaces de hacer lo mismo que las otras usuarias”, cuenta una de las psicopedagogas.

No obstante, las oralistas también planteaban una serie de problemas a la hora de relacionarse en grupo en los talleres colectivos, pues al no poder leer bien los labios, se sentían aisladas a la hora de comunicarse con el resto de usuarias signantes, que no tenían ningún problema con la lengua de signos.

“Lo que nosotros queremos es que el proyecto sea un punto de encuentro en el que ellas se puedan sentir identificadas, compartir, aportar… una especie de terapia grupal donde puedan contar sus experiencias”, indica Rodríguez. Explican que una parte importante es la sensibilización a las entidades, que sirven de enlace. “La sensibilización nos ha ayudado a que nos deriven casos de mujeres que necesitan de esta atención”.

El año pasado participaron casi 100 mujeres, entre signantes, oralistas, y madres de niños sordos, que también precisan de atención psicopedagógica para saber actuar ante la discapacidad de sus hijos. “Trabajamos terapias familiares porque muchas veces, a raíz de su sentimiento maternal, sienten que son ellas las que también necesitan esa atención, y al estar en contacto con otras madres saben que no son las únicas que pasan por eso”.