El Hierro y La Graciosa, las islas más pequeñas y con menos población de Canarias, tienen en la actualidad un nuevo elemento en común: son las únicas que han logrado esquivar, hasta el momento, al coronavirus. La primera vive en su paradoja de ser un territorio sin casos registrados, pero con el mayor porcentaje de población en riesgo ante la avanzada edad de sus habitantes. La segunda ha tenido que cerrarse a los visitantes, su principal fuente de ingresos: “En La Graciosa, durante el verano vivimos todos, pero en invierno nos tenemos que apañar. Y con esto, la cosa va a ser peor”, señala Enriqueta Romero, que tiene 79 años y, pese a no haber ido a la escuela, todo un imperio graciosero a su espalda.
La situación de emergencia sanitaria que vive España ha hecho que las calles de ambas islas estén vacías, con el tiempo parado y el silencio haciendo más ruido que nunca en unos lugares de calma donde las cosas ya suelen ir despacio. “El Hierro está desierto. Yo cruzo el pueblo caminando de un extremo al otro cada día para ir a dar de comer al burro y no se ve a nadie”, dice Samuel, de El Mocanal, situado al norte de la Isla del Meridiano Cero, hasta que los ingleses se lo llevaron a Greenwich. “A pesar de no tener la enfermedad, la gente está en su casa. Antes, coincidían todos los funcionarios en el bar a las siete de la mañana para tomar el café y a las ocho los que tenemos animales que cuidar. Ahora ni eso”, añade.
Solo los turistas extranjeros andan “un poco despistados”: “Sigue habiendo gente que tira al monte. Tantos, que los agentes de Medio Ambiente están haciendo una batida en los múltiples senderos de la Isla para devolverlos a sus alojamientos”, explican desde el Cabildo. “Sigue entrando y saliendo gente por aire y por mar, pero se hace un control para saber su destino. Si llega algún extranjero desubicado se le avisa de que no va a poder hacer turismo y que se tiene que recluir”, subraya la corporación insular presidida por el socialista Alpidio Armas.
Esto no sucede en La Graciosa, donde las líneas de barco que la conectan con Lanzarote han reducido sus horarios, tal y como ha explicado el ayuntamiento lanzaroteño de Teguise, del que depende administrativamente la isla. Las dos compañías que ofrecen el servicio mantienen solo dos trayectos de ida y dos de vuelta cada una: uno por la mañana y otro por la tarde para el uso exclusivo de las personas que trabajan en la isla conejera. “Hasta hace unos días, los turistas, que no podían visitar los Centros de Arte, Cultura y Turismo de Lanzarote porque estaban cerrados, iban a La Graciosa”, afirman desde la corporación municipal, que también ha decidido suspender las excursiones organizadas a la Isla. “Me parece lógico, porque si no, de nada sirve que nos protejamos aquí y que cumplamos con las recomendaciones si puede seguir entrando y saliendo gente”, opina Enriqueta.
Ella cerró antes de tiempo su pensión, donde recibía visitantes a diario. “Tuve una fuerte pulmonía. Entonces el jueves pasado el médico y la enfermera de la Isla vinieron a decirme que mejor cerrara un tiempo hasta que todo pasara”, explica. Entre los escasos comercios que tiene La Graciosa, solo sigue abierta la farmacia, la panadería y los pequeños supermercados. Además, un agente de la Policía Local comprueba a diario que se siguen las recomendaciones y una ambulancia deambula por las calles de arena informando de la situación a los 700 habitantes.
El restaurante del muelle, la dulcería o los pequeños apartamentos familiares que se alquilan a los visitantes son el motor insular. Enriqueta confía en que el golpe para la economía graciosera se vea aliviado por las ayudas públicas cuando la emergencia termine. El Ayuntamiento de Teguise insiste en que, por el momento, está todo controlado y que, aunque es difícil aún calcular el impacto, la corporación municipal estudiará medidas para que sea el menor posible.
En El Hierro, el poco movimiento que mantiene al territorial más occidental de España con vida estas semanas gira en torno a la agricultura y la ganadería, ya que un alto número de sus habitantes tiene un trozo de tierra que cultiva para el autoabastecimiento y animales. Por su parte, las tiendas “se han organizado bien y no se deja a nadie acaparar”. Además, “sirven a domicilio a los mayores que tienen dificultades de movilidad y no tienen asistencia domiciliaria”, explica Gonzalo, un funcionario jubilado de Tenerife que ahora vive en Timijiraque.
Abel, asesor laboral, ha implantado el teletrabajo desde el viernes: “Había gente despistada y llamando para preguntar si podía abrir o no. Por lo demás, todo en calma. La diferencia es que si toses en el súper como has hecho toda la vida, ahora te miran con cara de mosqueo”. Los herreños son conscientes de sus debilidades: “Hace poco hubo un virus con diarrea y se llenó el Hospital porque no hay muchas camas. Aquí a la gente mayor se la lleva la gripe”, insiste.
El presidente insular, Alpidio Armas, lanza un mensaje de sosiego a la sociedad herreña, expectante ante la rápida evolución que registra la enfermedad en España. Entre las medidas que han tomado figura el cierre del Balneario del Pozo de La Salud por parte de la empresa pública Meridiano porque “cualquier infraestructura pública debe estar disponible ante una situación de alarma sanitaria”. Pese a la clausura, se han buscado soluciones a los clientes de realojamiento o retorno a sus lugares de residencia.