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La huella energética de los canarios más ricos es el doble que la de los más pobres

Una investigación ha vuelto a confirmar con datos una creencia popular: los ricos consumen más energía que los pobres, por muy lógico que parezca. El estudio, publicado recientemente por científicos españoles, ha utilizado una metodología novedosa y datos desagregados de gastos familiares para cuantificar la huella energética en España por comunidades autónomas y segmentos socioeconómicos. En Canarias, los resultados muestran que las personas que ingresan menos de 1.000 euros al mes registran un consumo medio de 25,74 megavatios-hora (MWh) por persona, mientras que los que ganan más de 2.500 euros presentan un valor un 104,62% superior, de 52,67 MWh.

Las cifras han sido halladas a través de los microdatos de la Encuesta de Presupuestos Familiares (EPF) de 2015 y el modelo GMRIO (global multi-regional input output), que permite calcular la energía embebida en toda la cadena de valor de producción, sin importar el país donde se haya generado. De esta manera, la electricidad que ha supuesto comprar un móvil en las Islas (fabricación, transporte, maquinaria...), por ejemplo, es estimada, a pesar de que casi todo ese proceso no se llevara a cabo en el Archipiélago. Los autores del trabajo académico han podido detallar así la huella energética de los gastos asociados a 22.130 hogares en España, un 0.12% del total en España (18,37 millones), y han clasificado los mismos en base a siete categorías: ingresos, edad, nacionalidad, tamaño del hogar, tamaño del municipio y género.

Los resultados muestran que el consumo medio de energía en España es de 36,2 MWh per cápita. Las comunidades del norte, como Navarra (42,6 MWh) y el País Vasco (41,8 MWh), presentan unas ratios mayores que las del sur, como Andalucía (31,5 MWh) y Canarias (30 MWh), que de hecho cuenta con la cifra más baja del Estado, exceptuando las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. El estudio expone una clara relación entre el nivel económico de la región y la huella energética, pero al mismo tiempo constata que ninguna autonomía se encuentra entre los extremos de gasto energético pensados para “una buena vida dentro de los límites planetarios”, según una investigación publicada en la prestigiosa revista Nature: 21,9 MWh por persona como límite superior y 10,8 MWh como baremo inferior.

Los hallazgos no se quedan ahí. Los investigadores reconocen que “todos tenemos cierta responsabilidad” en este sentido, en palabras de Estitxu Villamor, segunda firmante de la publicación y profesora en el Departamento de Física de la Universidad del País Vasco (UPV). Pero eso no significa que el consumo de energía sea uniforme entre cada uno de los grupos sociales. Los más ricos, los que ganan más 2.500 euros al mes, registran una huella energética de 63,3 MWh por persona, pero los más pobres, los que ingresan menos de 1.000 euros, se quedan en 29.7 MWh. “No todo el mundo consume o emite lo mismo”, sentencia Villamor.

La variación porcentual entre ricos y pobres en el conjunto del Estado es de 113,13%. En Canarias, sin embargo, es un poco menos: 104,62%. La renta percibida es la variable que más influye en la huella energética, de acuerdo el trabajo académico, difundido en la revista científica Cleaner Environmental Systems.

Las conclusiones coinciden mayoritariamente con la hemeroteca que relata cómo los más adinerados contribuyen en mayor medida al calentamiento global. Un artículo de Nature, de hecho, apunta que el 50% de la población con menos ingresos fue responsable de solo el 12% de las expulsiones de gases de efecto invernadero en 2019, mientras que el 10% más rico provocó el 48% de las emisiones. Otra investigación de la misma editorial revela que el 10% de la ciudadanía con más renta fue responsable del 39% de la huella energética en 2011, pero el 10% más pobre solo protagonizó el 2%.

Esto es así porque los hogares con ingresos bajos tienden a gastar la mayor parte de su dinero en bienes y servicios básicos, como electricidad o calefacción. Pero las familias pudientes suelen hacerlo en bienes y servicios elásticos, como vehículos, combustible, transporte, vacaciones y otras actividades recreativas. Los datos mencionados “muestran claramente que el consumo energético desigualmente distribuido es un obstáculo para la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible”, sostienen Villamor y el resto de los autores del estudio.

Los investigadores también encontraron una fuerte relación entre la huella energética y la procedencia. Los hogares de personas con la nacionalidad española registran un consumo de 37,58 MWh per cápita, mientras que aquellos donde viven foráneos contabilizan una media de 24,7 MWh, posiblemente por estar formados por “inmigrantes con un poder adquisitivo muy bajo”, sugieren. “En este caso, la sostenibilidad se cruza con la pobreza”, remachan.

Al mismo tiempo, el tamaño de los hogares influye “significativamente”. Las personas que viven solas reportan una huella energética de 51,2 MWh, pero las casas con tres o más inquilinos tienen una media de 31,1 MWh per cápita, lo que evidencia que “la vida comunal puede reducir” el gasto de energía. Para el resto de las variables estudiadas (tamaño del municipio, edad y género), los firmantes del trabajo no encontraron diferencias relevantes que sugieran su influencia en el consumo energético.

Por último, las categorías con mayor intensidad energética son: mantenimiento y reparación de la vivienda (28,6 kWh), electrodomésticos (14,7 kWh), funcionamiento del equipo de transporte personal (14, 4 kWh), electricidad, gas y otros combustibles (13,9 kWh) y servicios hospitalarios (13,4 kWh).

Para Villamor y el resto de los autores, el hecho de que la mayor parte de la energía consumida provenga de la adquisición de bienes y servicios y no de los hogares enfatiza la necesidad de “prestar especial atención” a los primeros para “transitar hacia un sistema energético sostenible”. Los investigadores piden que se reduzca el consumo en general, pero recuerdan que comprar productos en principio pensados para ello, como puede ser un electrodoméstico o vehículo modernos, puede ser “controvertido” debido al presumible “efecto rebote” provocado por la huella energética de las distintas fases de su producción industrial.

El estudio concluye que las soluciones políticas para un futuro sostenible deberían basarse en los espacios de vida compartidos, la comprensión de las pautas de eficiencia económica de las comunidades de inmigrantes y la mejora de la austeridad voluntaria. “Debemos darnos cuenta de que nuestro estilo de vida influye” en la huella energética, agrega Villamor. “Pero mientras no se cambie este modelo económico, esta idea del crecimiento ilimitado, está claro que lo que haga un particular no va a cambiar nada”.