El insomnio: la patología con tendencia al alza en Canarias

Se recomienda cuidar tres aspectos fundamentales a la hora de enfrentar los trastornos del sueño

Alexia Collado

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El confinamiento, la vuelta a la “nueva normalidad”, la incertidumbre laboral y, más tarde, la inflación ha provocado que muchos canarios y canarias que no presentaban problemas de sueño hasta el momento comiencen a solicitar ayuda médica. El estrés y la ansiedad pueden derivar en un trastorno de insomnio que, en ocasiones, necesita de un tratamiento farmacológico.

En Canarias, el 30,5% de la población ha consumido hipnosedantes alguna vez en su vida, siete puntos más respecto al total nacional, que supone un 23,5 %, según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES), 2022.

La clasificación internacional de los trastornos de sueño en su tercera edición (ICSD-3) divide los trastornos del sueño en seis secciones: insomnio, trastornos respiratorios relacionados con el sueño, centrales, hipersomnia, alteraciones de ritmo circadiano, parasomnias y trastornos del movimiento relacionados con el sueño.

Inmaculada Rodríguez Ulecia, especialista en Neurofisiología Clínica en el Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrin y en el complejo hospitalario del Hospital San Roque Las Palmas y Meloneras, explica que no existe un perfil concreto de pacientes en la Unidad del Sueño.

“Dependiendo de la sospecha diagnóstica encontramos diferentes perfiles. Por ejemplo, la población con obesidad y sobrepeso, con un aumento llamativo del perímetro cervical, y roncadores, suele ser el perfil que nos encontramos como norma en los trastornos respiratorios de sueño, sobre todo en el síndrome de apnea del sueño”, apunta.

Asimismo, señala que los pacientes que presentan un cuadro de insomnio crónico suelen ser mujeres de mediana edad que inician los problemas de sueño debido a una causa identificable, ya sea laboral, personal, o por el estrés en su vida diaria: “En estos casos reciben un tratamiento de primera línea por su médico de atención primaria y tras no responder al mismo son derivadas a la Unidad”.

De igual forma, explica que la “vuelta a la normalidad” tras la pandemia por la COVID-19 ha supuesto un aumento significativo de pacientes jóvenes (20-40 años) remitidos a la consulta. La especialista afirma que, en realidad, estas dificultades para dormir bien vienen dadas por los malos hábitos de higiene de sueño que se adoptaron durante el periodo de confinamiento.

¿Qué es la higiene del sueño?

Existen una serie de conductas que favorecen la aparición del sueño, además de propiciar un descanso de calidad. Por ello, a la hora de enfrentar un trastorno de insomnio, agudo o crónico, se recomienda trabajar tres puntos fundamentales: hábitos del sueño, recomendaciones en el consumo y el control de estímulos.

La especialista en Neurofisiología Clínica recomienda ciertas instrucciones para descansar mejor como: mantener unos horarios regulares para acostarse y levantarse; dormir solo lo necesario, puesto que permanecer en la cama más tiempo del que dormimos empeora la calidad del sueño y la sensación de descanso, provocando más ansiedad si no se consigue dormir todo el tiempo en el que se está acostado; también aconseja realizar ejercicio físico regularmente, preferentemente a media tarde, puesto que la actividad física intensa tres horas antes de acostarse es contraproducente; limitar las actividades estimulantes por la tarde; disminuir la luz y el ruido, evitar las pantallas, y emplear luz cálida una o do horas antes de acostarse.

Además, recomienda evitar bebidas y sustancias estimulantes después del mediodía; limitar o evitar tomar alcohol seis horas antes de acostarse; dejar de fumar o reducir el consumo; cenar de forma ligera antes de las dos horas previas a acostarse; evitar los alimentos ricos en aminoácidos tirosina y fenilalanina a últimas horas de la noche (carne roja, huevos y el jamón, o ricos en vitamina C como el kiwi o la naranja); ingerir alimentos ricos en triptófano por la tarde (precursor de melatonina y serotonina) como lácteos, plátanos, carne, pescado azul o nueces.

De igual forma, recomienda comer hidratos de carbono de absorción lenta, como la miel, en pequeñas cantidades, o el pan integral, y no tomar líquidos en exceso antes de dormir, puesto que esto provocará ganas de orinar y podría fragmentar el sueño.

“Dichas medidas ayudarán a regular los ciclos de sueño. En caso de ir privado de sueño por una mala noche, nos permitirá crear lo que denominamos presión de sueño y conseguir regularlo de forma fisiológica”, apunta Inmaculada.

En cuanto al control de estímulos, aconseja acostarse solamente cuando se esté somnoliento; utilizar la cama y el dormitorio sólo para dormir y no esforzarse en dormir, pues aumenta la preocupación y dificulta el sueño. También sugiere que cuando sea incapaz de dormir, o volver a dormirse, durante 15-20 minutos, vaya a otra habitación y, si está somnoliento, volver a la cama al cabo de 30 minutos. Si es necesario, este proceso debe repetirse toda la noche. Asimismo, sugiere levantarse cada mañana a la misma hora, independientemente de lo que haya dormido durante la noche, y evitar las siestas.

De igual forma, aconseja, en casos graves, realizar estas medidas bajo supervisión médica y durante periodo no laboral.

Si la buena higiene del sueño no funciona, ¿cuál es la alternativa?

El insomnio incapacita al paciente para conciliar o mantener el sueño, por ello, en los casos más severos, el especialista prescribe un tratamiento dependiendo del diagnóstico que presente.

En los casos de trastorno respiratorio del sueño, el tratamiento será con una CPAP o BiPAP. En cambio, cuando se dan las alteraciones del ritmo circadiano, como son el retraso de fase (muy frecuente en población adolescente con un horario de sueño de dos a tres de la mañana hasta las 11-12 horas del mediodía) y el adelanto de fase (común en pacientes mayores donde su horario de sueño es de 21 horas hasta las cinco horas de la mañana, presentando un despertar precoz), se emplea el uso de calendarios de sueño, así como el empleo de melatonina y luminoterapia.

Por otro lado, en los trastornos de insomnio agudo el tratamiento de elección son las benzodiacepinas (fármacos conocidos como el Rivotril o el Lorazepam). “Este tratamiento no debe superar las tres semanas de consumo. El médico deberá realizar un seguimiento y una retirada reglada con vigilancia”, advierte Inmaculada. Además, señala que en caso de que el trastorno de insomnio agudo se cronifique, “nos encontraríamos ante un trastorno de insomnio crónico donde el tratamiento de elección es la terapia cognitiva conductual”.

¿El CBD ayuda a combatir el insomnio? 

En la actualidad, se están realizando numerosos estudios y ensayos clínicos para comprobar cuáles son las propiedades medicinales del cannabidiol, conocido como CBD, una sustancia química que se encuentra en la marihuana. Este componente no contiene tetrahidrocannabinol (THC), ingrediente psicoactivo que se encuentra en la marihuana y que produce el denominado “colocón”.

Hasta el momento se ha demostrado que funciona como anticonvulsionante para tratar la epilepsia refractaria; ayuda a reducir el dolor en pacientes con artritis reumatoide; reducir la ansiedad y el miedo; también actúa como neuroprotector, y ayuda a aquellos pacientes oncológicos que sufren náuseas y vómitos durante la quimioterapia.

“Se ha afirmado, por los resultados de diferentes estudios, que el CBD podría ayudar a dormir de manera indirecta, al paliar otros padecimientos, por ejemplo, si un dolor te mantiene despierto por las noches y el CBD ayuda a aminorar ese dolor, quizá de manera indirecta dicho tratamiento pueda ayudar a dormir mejor”, apunta la especialista.

Sin embargo, señala que las investigaciones respecto al uso del CBD en los trastornos del sueño son pocas, “se requieren más estudios y ensayos clínicos para poder afirmar como ayudaría a mejorar dicho tratamiento en los diferentes trastornos del sueño, así como los resultados de su consumo a largo plazo en la arquitectura fisiológica del sueño”, aclara Inmaculada.

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