La intensa movilidad de los jóvenes por toda Gran Canaria y una minoría poco colaboradora disparan la COVID-19 en la capital

Terrazas en Las Palmas de Gran Canaria.

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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Canarias ya ha superado el umbral de los 4.000 positivos por COVID-19 desde el inicio de la pandemia con el foco puesto en Gran Canaria. Con el repunte experimentado durante los meses de julio y agosto, tras el levantamiento de las medidas más restrictivas impuestas por el Gobierno central con la declaración del estado de alarma para contener el avance del virus, la isla redonda, que suma casi 1.000 casos activos, ha tomado el relevo de Tenerife, la zona más castigada de la comunidad autónoma en la primera oleada. Al igual que sucedió en la isla vecina en esos primeros meses, ahora Gran Canaria concentra dos de cada tres diagnósticos de la enfermedad registrados en el Archipiélago. La mayor incidencia se produce en su capital, Las Palmas de Gran Canaria, que con una población de cerca de 380.000 habitantes acumula 675 casos de coronavirus entre sus residentes, el 70% de los contabilizados en el territorio insular y cerca de la mitad de los confirmados en toda Canarias durante este último periodo. 

En estos dos meses de repunte, el patrón ha cambiado. Según fuentes de Salud Pública consultadas por esta redacción, los contagios de julio estaban asociados a la llegada de casos importados de la Península o del extranjero después de que se diera por concluida la alarma y se eliminaran las limitaciones para viajar. La eclosión, sin embargo, se ha producido en agosto. En Gran Canaria se han llegado a contabilizar hasta 149 positivos en un solo día y el número de casos registrados en apenas medio mes ya supera el acumulado en los cinco precedentes en la isla. Los equipos de rastreadores que trabajan para trazar los contactos de las personas contagiadas y evitar la diseminación del virus sitúan el principal vector de transmisión en los jóvenes menores de 30 años, la mayoría asintomáticos. En algunas jornadas, hasta el 95% de los casos detectados en la isla se ubicaban en esa franja de edad, según señalan las mismas fuentes.

La Consejería canaria de Sanidad ha lanzado una contundente campaña para concienciar a los jóvenes y ha impuesto restricciones al ocio nocturno, origen de algunos de los mayores brotes que se han producido en las últimas fechas en Gran Canaria. Uno de los principales tuvo su germen en salas de baile latino situadas en el entorno de la plaza Farray, en el barrio de Guanarteme de la capital. La media de edad de los contagiados era de 27 años. Otro foco se localizó en algunos locales situados en el centro comercial Kasbah de la zona turística de Playa del Inglés, en el municipio de San Bartolomé de Tirajana, en el sur de la isla. La Consejería de Sanidad informó este miércoles que uno de los brotes vinculados al ocio nocturno suma ya 114 positivos y 114 contactos en seguimiento y que otro acumula 20 contagios y cinco bajo sospecha.

La movilidad de jóvenes que desarrollan una intensa actividad social durante estos meses de verano a pesar de la situación excepcional, unida a una “relajación” en las medidas de protección (uso de mascarillas y distancia de al menos un metro y medio entre personas) por parte de este colectivo durante el desconfinamiento por la percepción de menor riesgo y la presión del grupo, se han convertido en dos de las principales preocupaciones de las autoridades sanitarias isleñas. El problema no se restringe a Las Palmas de Gran Canaria. Tampoco al ocio nocturno. Y es que, aunque el virus parece haberse instalado en la capital, ha viajado por toda la isla. Las fuentes consultadas insisten en que las vías de contagio son variadas y, en ocasiones, difíciles de precisar por las elevadas posibilidades de interacción entre los jóvenes. Algunos brotes se han registrado entre menores de 30 años que han compartido un apartamento en las abarrotadas zonas turísticas del sur de la isla o una casa rural en el interior. Otros se han contagiado por haber viajado en el mismo vehículo sin mascarilla o, simplemente, por haber estado en contacto con sus amistades en otros entornos. La celebración de un cumpleaños en el municipio de Tejeda, por ejemplo, ha dejado 14 personas afectadas, mientras que cinco de ellos permanecen en seguimiento.

A esta frenética actividad estival se le une el hecho de que buena parte de los jóvenes contagiados no se ha independizado aún, lo que facilita la transmisión intrafamiliar del virus. El director del Centro Coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias del Gobierno de España, Fernando Simón, ya advirtió a principios de mes de los peligros de la relajación en esa franja de edad a la hora de cumplir las normas sanitarias básicas para evitar la propagación del SARS CoV-2. En primer lugar, porque los jóvenes también pueden sufrir cuadros graves de la enfermedad, aunque sea menos frecuente. Pero, además, porque pueden infectar a las personas con las que conviven, padres y/o abuelos, que representan colectivos de mayor riesgo.

Los rastreadores que ejercen en Gran Canaria se han topado en este repunte con dos dificultades añadidas. Los profesionales han lidiado con algunas personas, “una minoría”, que se han mostrado muy poco colaboradoras en las entrevistas para obtener información con la que poder tejer la red de contactos estrechos que permita cercar el virus e impedir su extensión. También se han encontrado con reticencias a la hora de realizar las pruebas PCR (Reacción en Cadena de la Polimerasa) y casos que se han saltado las citas programadas. Otro de los elementos que está ralentizando las labores de rastreo es, precisamente, el alto grado de movilidad de las personas que han dado positivo. “Han ido a muchos sitios” y en todos ellos hay que buscar los posibles contactos, señalan. Durante la etapa de confinamiento, esta tarea presentaba menos complicaciones debido a las limitadas opciones de interacción.

Las fuentes de Salud Pública que han hablado con esta redacción apuntan que esa laxitud en las medidas de protección contra la COVID-19 no es exclusiva de la juventud y que se ha dado también en ámbitos laborales donde se han detectado brotes, en algunos casos en los propios centros de trabajo y, en otros, al compartir vehículos para desplazarse hasta ellos.

Desde que se ha producido este repunte de casos, Gran Canaria ha registrado dos fallecimientos de pacientes con COVID-19. Uno de ellos era una mujer de en torno a 80 años que se contagió en el entorno familiar, después de que su nieta diera positivo. El segundo es un hombre que padecía cáncer en estado avanzado y que estaba hospitalizado en una de las principales clínicas privadas de la isla, San Roque Las Palmas. El contagio se produjo, según las fuentes consultadas, en el propio centro, en el que ingresó antes de que se detectaran los primeros casos de coronavirus en España. Sus contactos más estrechos han dado negativo en los test realizados.

La Consejería de Sanidad del Gobierno de Canarias señala que los próximos días son cruciales para contener los contagios, por lo que insiste en la necesidad de cumplir las normas sanitarias y en que los contactos estrechos de los casos positivos respeten los periodos de cuarentena para evitar la transmisión comunitaria y mantener bajo control la situación epidemiológica. 

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