25 años de la declaración de Lanzarote como Reserva de la Biosfera: el laboratorio no encuentra la fórmula

El 7 de octubre de este año se cumplirán 25 años de la declaración de Lanzarote como Reserva de la Biosfera por parte de la Unesco, que decidió entonces dar un giro a las reservas, comenzando a diferenciarse de otro espacio natural protegido más y añadiendo, por primera vez, a las personas como elemento clave de esa declaración. “La perfecta simbiosis lograda en Lanzarote entre el hombre y la naturaleza es, sin duda, el principal causante de este reconocimiento internacional”, señala la web de la Reserva.

En el documento Lanzarote, veinte años de Reserva de la Biosfera. Una aproximación a la evolución socioeconómica se asegura que “el nombramiento de Lanzarote como Reserva de la Biosfera tuvo un declarado carácter experimental. Se escogió una isla con altas singularidades medioambientales, pero también un territorio plenamente integrado en los circuitos de la industria turística internacional y con las problemáticas de una sociedad globalizada. El objetivo era usar Lanzarote como laboratorio donde probar fórmulas que armonizaran desarrollo económico con estrategias de sostenibilidad. En ese mismo documento se recoge el comunicado del Comité MaB de la Unesco sobre Lanzarote de 1998: ”La Reserva incluye un 40% de espacios naturales protegidos, como el Parque Nacional de Timanfaya, pero también las canteras y vertederos, el aeropuerto y centrales térmicas, las ciudades y áreas turísticas en fuerte expansión. Lanzarote es, como pide la Estrategia de Sevilla, una Reserva de la Biosfera para buscar alternativas de futuro, sin esconder sus contradicciones“.

Cabe preguntarse 25 años después si Lanzarote sigue buscando esas alternativas de futuro o si se han relajado sus pretensiones. Y también cabe preguntarse, no tanto si se ha llegado a una meta inalcanzable, sino si al menos se está transitando por el camino correcto.

El elemento más determinante, en todo caso, para nombrar a Lanzarote Reserva de la Biosfera fue el Plan Insular de 1991, el instrumento pionero que pretendía planificar, controlar y regular el crecimiento y que permitió incluso desclasificar camas para el turismo. Desde ese punto de vista, 25 años después, el retroceso es evidente. Cuando se comenzó hace una década la redacción del nuevo Plan Insular se dijo que el objetivo principal era la diversificación económica. Ni siquiera se habló del techo alojativo o de desclasificar camas. Es más, en estos años, ni se ha aprobado un nuevo Plan ni se ha aprovechado la oportunidad de pagar seis millones de euros para desclasificar 25.000 camas en Montaña Roja. Lanzarote ha pasado de ser pionera con el PIO y la Moratoria y de influir en las Directrices de Canarias a verse superada por la Ley del Suelo y la visión más mercantilista del territorio. Si no se ha construido en los últimos años ha sido por la crisis económica, no por la planificación. Tampoco se ha resuelto en este tiempo “la batalla judicial sobre la legalidad territorial”, a pesar de que el Cabildo y la Fundación César Manrique lograron anular en los tribunales cuarenta licencias de hoteles. Los efectos no se han visto.

Pero hay otros factores, no solo el territorial. Desde el punto de vista de la huella ecológica, hasta 2002 las importaciones, la producción industrial de agua, el consumo de petróleo y de electricidad crecieron más rápidamente que la población, y en la evolución de los 25 años también ha sido así. La Isla, como el resto del mundo, recorre el camino de la insostenibilidad. La población ha pasado en estos 25 años de poco más de 70.000 habitantes, a más de 144.000, el doble. Y ¿qué ha pasado con los turistas? Pues se ha pasado de 1.190.000 en 1993 a 3.146.000 en 2017, es decir, el triple, y de aterrizar 30.800 aviones a 59.476.

Veamos el resto. En producción de agua se ha pasado de producir 9,5 millones de metros cúbicos en 1995 a 25,5 el año pasado. En energía eléctrica, el consumo casi se ha triplicado, pasando de 306.734 megavatios por hora a 802.215 en el año 2016. En este sentido, solo hay un avance, que es el de la generación de energía eólica, que ha pasado de ser inexistente a estar a punto de alcanzar un 20%. Pero el consumo sigue subiendo. También ha habido una mejora en el tratamiento de los residuos, si nos ceñimos a los datos de 2004 a 2015. Se ha pasado de generar 1,7 kilos de basura por persona y día a 1,3 kilos.

¿Y en transporte se ha avanzado? El número de vehículos en la Isla se ha disparado. De 46.768 en 1993 a 125.768, otra vez el triple. Y tampoco ha mejorado mucho el transporte público, pasando en 2005 de 3,9 millones de pasajeros a 4,3 el año pasado.

Condiciones laborales

Pero si las personas eran la clave del experimento de todos estos parámetros, que generan mayor presión sobre el territorio, haya ayudado a mejorar la calidad de vida. Los datos y la actualidad tampoco parecen corroborarlo. En cuanto al paro, se ha pasado de una tasa del 13,7 en 1993 a una del 18,2 en este primer trimestre de 2018, que es la más baja de los últimos años porque llegó a alcanzar el 35% en el año 2013. También ha aumentado la precariedad laboral, si nos atenemos a las declaraciones de los sindicatos, y ha aparecido la figura de los trabajadores por debajo del umbral de la pobreza. La renta per cápita sí ha aumentado. En el año 2000 era de 20.309 euros por persona y año. En 2015 es de 22.525 pero fue mayor entre 2004 y 2008 como efecto del mayor crecimiento por la construcción. Es decir, se mantiene el modelo de que cuando mejor le va a la economía es cuando peor le va al territorio en el que se genera esa economía.

En el documento Lanzarote, veinte años de Reserva de la Biosfera. Una aproximación a la evolución socioeconómica también se afirma que “otros dos fenómenos que influyen en la vinculación entre sociedad y territorio en Lanzarote y que también se tuvieron en cuenta en la elección de la Isla como Reserva de la Biosfera, son las asociaciones ecologistas y las políticas públicas de ordenación del territorio”. En los dos casos se ha retrocedido. Aunque sí se puede hablar de un movimiento transversal contrario a las prospecciones petrolíferas, la participación ciudadana en la Isla, que es un asunto clave para la Reserva, también ha decaído.

La propia oficina Reserva de la Biosfera de Lanzarote, en un documento de autoevaluación del año 2004 afirmaba esto: “Cada reserva de biosfera representa un laboratorio de sostenibilidad local cuya población debe buscar activamente un pacto con el territorio”. “El problema no es la naturaleza. Nosotros somos el problema. La naturaleza sobrevivirá. Por supuesto estamos intentando sellar pactos entre la sociedad y su territorio en cada reserva de biosfera, pero esto significa primero un pacto a alcanzar entre diferentes grupos sociales, luego la participación es clave”.

Este reportaje ha sido publicado en Diario de Lanzarote.