De la lavadora al fondo del mar: halladas las primeras evidencias de contaminación por microplásticos en sedimentos de La Palma
Son imperceptibles a simple vista para un buzo, pero ya invaden los fondos marinos, amenazan su biodiversidad y contaminan la cadena alimentaria. En Canarias se había detectado la presencia de microplásticos (fragmentos de plástico de entre cinco milímetros y una micra) en la arena de las playas -en zonas de máxima pleamar-, en estómagos de peces (jureles, lubinas), en columnas de agua en océano abierto o flotando en la superficie. Un equipo de científicos de las Islas ha publicado recientemente las primeras evidencias que demuestran que estos contaminantes también han llegado en importantes cantidades a los sedimentos sublitorales del Archipiélago, que se han depositado en sectores ubicados por debajo de la línea de marea baja. Las muestras se han tomado en superficies arenosas y a profundidades de entre cinco y diez metros en cuatro puntos de la isla de La Palma.
“No pensábamos encontrar tanta cantidad”, admite Javier Henández Borges, profesor de Química Analítica de la Universidad de La Laguna (ULL) y uno de los diez autores que firman el artículo publicado recientemente en la revista Chemosphere. Aunque esta publicación se centra en La Palma, el proyecto, promovido por la Fundación Diario de Avisos, investiga la contaminación por microplásticos en toda Canarias. Los resultados preliminares obtenidos en otras islas están mostrando también datos preocupantes y un caso particular, el de Lanzarote, que presenta niveles inferiores al resto por causas que aún deben ser analizadas.
En La Palma se estudió el contenido de microplásticos en sedimentos recogidos en julio de 2020 en cuatro localidades de la isla y a una profundidad de entre cinco y siete metros. Dos puntos de muestra se situaban en la parte este, en Santa Cruz de La Palma y Puerto Espíndola (San Andrés y Sauces). Los otros dos, en el oeste, en Tazacorte y Puerto Naos. Según explica el investigador, se seleccionaron estos enclaves porque eran fondos arenosos fácilmente accesibles desde la costa. En cada uno, la buzo encargada de la recogida tomaba tres muestras paralelas a la costa, separadas por una distancia de diez metros.
En todas las muestras se hallaron cantidades elevadas de microplásticos. Una vez eliminada la materia orgánica y filtradas las partículas, la concentración promedio fue de 2.682 artículos por cada kilo de peso seco, una cifra alta en comparación con las registradas en otros estudios en diferentes sectores marinos. Más del 98% del material recogido era microfibra. Su origen es antropogénico. “Cada vez que metemos nuestras prendas de ropa en las lavadoras se liberan cantidades importantes de esas fibras que acaban llegando al mar”, explica Hernández.
Canarias está plagada de emisarios de aguas residuales y sus características influyen en la cantidad de microplásticos que se vierten al océano. “Hay estudios que hablan de que las estaciones depuradoras pueden retener, dependiendo del tipo, entre un 70 y hasta un 99% de esas fibras. No son capaces de eliminarlas, de degradarlas, pero sí de retenerlas en los lodos”. Cuando las aguas que expulsan los emisarios proceden de estas plantas de tratamientos residuales y, por tanto, ha habido un trabajo exhaustivo y un filtrado, el contenido de microplásticos es menor. “El problema es que muchas veces solo se filtra el agua del alcantarillado por una malla de unos tres milímetros y se tira al mar. Cuando no ha habido tratamiento, las cantidades de microfibras que se liberan son muchísimas”, lamenta Hernández, que precisa que ya se venden filtros externos de lavadoras para evitar contaminar las aguas residuales y que el Gobierno francés ha negociado con los fabricantes para incorporarlos en los aparatos de cara a 2025.
En cuanto a la composición de esas microfibras localizadas en los fondos marinos de La Palma, más de un 80% son celulósicas. Provienen de tejidos naturales (lino, algodón...) o semisintéticos (viscosa, rayón, celofán...) que “se tiñen, tardan en degradarse y suponen un problema para el medio ambiente”. El resto son completamente sintéticas (nailon, poliéster...) “Las cantidades que encontramos de fibras en general son tan altas que incluso ese 20% de sintéticas plantea un problema. Son de tamaños inferiores a un milímetro, aunque también encontramos de dos y tres y hasta cinco. A veces incluso enmarañadas”. Son partículas de alta densidad que se hunden por su peso o que son arrastradas a las profundidades por la bioincrustración, por su acumulación con microorganismos o algas.
El investigador subraya que son fibras muy pequeñas y dispersas que se introducen en la cadena trófica a través de los organismos filtradores marinos, como los mejillones, las lapas o los langostinos, y que también ingieren invertebrados como los cangrejos, los erizos o las estrellas de mar. “Todo lo que esté en el fondo”. Hernández señala que también están estudiando los erizos que se alimentan en esos fondos y el patrón encontrado es similar.
A diferencia de los estudios de playa, que se han realizado sobre microplásticos de mayor tamaño, perceptibles, las partículas halladas en los sedimentos no son visibles. Hay que extraer muestras del fondo marino, filtrarlas y observarlas con una lupa binocular. Además de la forma y el tamaño, los investigadores estudian los colores. “Nos ayuda a identificarlas más rápido. Cuando son colores muy intensos, ves que son fibras de origen antropogénico, que son textiles. En la lupa ves el brillo. La mayoría son incoloras o transparentes porque con el tiempo acaban perdiendo su coloración. Es importante saberlo, porque nos indica que llevan más tiempo en el medio ambiente que las azules o las rojas”, que son los otros dos que más predominan, explica el profesor de la Universidad de La Laguna.
El proceso de recogida y tratamiento de las muestras es muy meticuloso y con todas las garantías para que no se produzca contaminación externa que altere los resultados. La investigadora Cristina Villanova-Solano es la encargada de extraer las muestras del fondo con un tubo metálico que recoge diez centímetros de sedimento. “Con esos diez centímetros, sacamos diez gramos. Le añadimos agua oxigenada para eliminar la materia orgánica y lo suspendemos en una solución de cloruro sódico saturada, de sal común, para aumentar la densidad del agua. Los plásticos que pesan poco flotan o se quedan en suspensión y filtramos, analizamos esas mallas en la la lupa y hacemos el recuento”, apunta Hernández. “En esos diez gramos a lo mejor tenemos 60 fragmentos plásticos identificados. Al final, lo convertimos en kilos para poder hacer las comparaciones”.
Uno de los resultados llamativos del estudio es la diferencia entre el volumen de microplásticos detectado en los puntos situados al este y al oeste de la isla. En los enclaves más orientales (Santa Cruz de La Palma y Puerto Espíndola), la cantidad de microfibras, aun siendo elevada, es bastante inferior a la localizada en la parte oriental (Tazacorte y Puerto Naos). El viento y las corrientes parecen influir en este patrón de distribución. “En el este hay más emisarios que en el oeste, por lo que a priori cabría esperar una mayor cantidad en el este. Sin embargo, en esta zona se produce un fenómeno de lavado, las corrientes se las llevan. Justo antes del muestreo se creó un remolino en el sur de La Palma que llevaba esas partículas hacia la costa de Tazacorte y Puerto Naos”, aclara el investigador, que incide en que el escarpe de la isla y los vientos pueden contribuir a que se deposite más en el oeste.
Resultados preliminares
La publicación sobre la contaminación por microplásticos en los sedimentos sublitorales o submareales de La Palma es la primera del proyecto global que ha muestreado en cuatro puntos de cada una de las islas excepto en Tenerife, donde se han analizado seis enclaves, y Lanzarote y La Graciosa, en las que se ha trabajado en tres y un emplazamiento, respectivamente.
Aunque aún no se han publicado los resultados de esos estudios, el profesor de Química Analítica de la ULL avanza que se han encontrado “cantidades importantes de fragmentos” en cuatro puertos pesqueros del Archipiélago: La Restinga (El Hierro), San Andrés (Tenerife), Los Abrigos (Tenerife) y Caleta de Sebo (La Graciosa). “Hay un aporte importante de microplásticos por contaminación local, por la pesca. Hallamos nailon de hilos de pesca y también fragmentos que probablemente procedan de la pintura de los barcos”. Son microplásticos de alta densidad. “Están en el fondo por su propio peso, pero no son cantidades tan importantes como las fibras”, advierte el investigador.
Para Hernández, aún no se sabe con certeza la magnitud del problema medioambiental por contaminación de microplásticos, pero lo que parece claro es que “cada vez va a más”. El investigador suele poner el ejemplo de un estudio realizado por la Universidad de Newcastle, en Australia, que analizó la presencia de estas partículas en alimentos (fundamentalmente por contaminación aérea durante los procesos de manipulación) y concluyó que una persona puede ingerir de media a lo largo de la semana una cantidad equivalente al peso de una tarjeta de crédito.
“Ese estudio hay que ponerlo en perspectiva. De momento es eso, un solo estudio. No sé si realmente ingerimos el equivalente a una tarjeta de crédito a la semana, pero creo que no vamos desencaminados. Depende de la zona del planeta, habrá más o menos, pero está claro que estamos ingiriendo y cada vez más, que cada vez está más contaminado nuestro medio”, expone Hernández, que alude a otros estudios que han detectado la presencia de estos plásticos de diminuto tamaño en las heces humanas e, incluso, en la placenta, lo que demuestra que “son tan pequeños que incluso han atravesado los tejidos”.
El investigador aprecia un progresivo interés de las instituciones y organizaciones en adoptar medidas para evitar la contaminación plástica y cree que con el tiempo las acciones encaminadas a limitar el problema serán mayores.“Pero vamos un poco tarde”, lamenta.
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