La mezcla de lluvia y ceniza: otra angustia para los palmeros bajo el volcán

Natalia G. Vargas

Los Llanos de Aridane —
18 de noviembre de 2021 22:24 h

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“Si sigue lloviendo tanto, el Valle desaparece”. Carolina observa con preocupación desde el interior de su peluquería cómo la lluvia moja las calles y ahuyenta a los palmeros. Este jueves, el sonido del aguacero ha silenciado al volcán de La Palma, que cumple ya dos meses. La hipótesis de que la erupción finalizará a corto plazo resuena en bares, comercios y en las calles de la isla, pero las precipitaciones ponen en cuestión que los daños acaben pronto. El olor a tierra mojada combate el olor a azufre que ha impregnado el aire en los últimos días y la ceniza se apelmaza en las aceras, haciendo que para los vecinos y vecinas sea una tarea casi imposible deshacerse de ella.

La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) ha activado el aviso amarillo en La Palma por riesgo meteorológico de fuertes lluvias. El aviso comenzó a las 18.00 horas y se prevé que finalice a las 23.59. La previsión de la Aemet advertía que en este margen de tiempo las precipitaciones podrían descargar 15 litros de agua por metro cuadrado. El principal miedo de los palmeros y palmeras es que, ante la ausencia de barrancos, ahora sepultados por la lava, se formen violentas riadas de agua que provoquen daños en las edificaciones y plantaciones que hasta ahora han sobrevivido a la furia del volcán. 

El geólogo y portavoz del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), David Calvo, ya explicó a Canarias Ahora en octubre que cuando la ceniza se moja coge “un peso bestial”, que puede poner en riesgo estructuras debilitadas por los materiales volcánicos. El agua de la lluvia también puede arrastrar al alcantarillado de las ciudades la ceniza instaurada en las calles. En esta línea, el ingeniero forestal Federico Grillo advirtió entonces que en las zonas urbanas, donde no hay vegetación que proteja al suelo, las gotas de lluvia rompen el terreno y generan “una capa de tierra disuelta que se incorpora al agua”, dándole un carácter agresivo. De este modo, el cauce por el que fluye la lluvia se vuelve más profundo y ancho. El agua se endurece y adquiere un “poder destructor brutal”.

El Gobierno de Canarias ha explicado este jueves que los daños provocados por la erupción de Cumbre Vieja oscilan entre los 550 y los 700 millones de euros. El presidente autonómico, Ángel Víctor Torres, ha asegurado que cabe la posibilidad de que se adelanten recursos del fondo de 2022 y ha insistido en que la cuantificación de los daños continuará, ya que ''la catástrofe'' no ha terminado aún.

Desde el salón de plenos del Ayuntamiento de El Paso puede verse cómo la lluvia cae con fuerza sobre el centro del municipio. El alcalde, Serio Rodríguez, observa preocupado el diluvio. “Las lluvias pueden ser un elemento negativo importante, destruyendo lo que no ha destruido el volcán”, asegura. Al máximo dirigente del municipio le intranquilizan especialmente las escorrentías. “Todos los barrancos que había en las áreas afectadas por la lava ya no existen. No sabemos el arrastre que se va a producir de la ceniza que está encima de las coladas”, apunta. 

Para Rodríguez, que también fue evacuado de su vivienda en Puerto Naos, los palmeros ya no deben pensar solo por la acción del volcán, sino también en las consecuencias de la mezcla entre la lluvia y la ceniza. Prevenir estos daños es, según el alcalde, una tarea difícil al no poder actuar aún encima de las coladas. Rodríguez asegura que el Consejo Insular de Aguas está trabajando en un análisis sobre la nueva orografía de la isla. Un estudio que no podrá concluir hasta que no finalice la erupción. 

La protectora Benewara, que cuida a los animales rescatados de la zona de exclusión, advirtió esta tarde que el pabellón en el que permanecen acogidos perros, gatos, gallinas o conejos estaba entrando mucha agua. ''Necesitamos gente en las canchas. Ayúdanos, por favor'', pedían en su cuenta de Facebook. En poco tiempo aseguraron que la situación estaba ya controlada gracias a la colaboración de vecinos y vecinas.

Por el contrario, algunos palmeros como María esperaban ansiosos un poco de lluvia. La mujer espera frente a la Casa Massieu, habilitada como un espacio de atención a los damnificados por el volcán, a su hija. La joven fue evacuada de Las Manchas el mismo día que el volcán de Cabeza de Vaca entró en erupción, aunque por suerte conserva aún su casa.

Ahora madre e hija conviven en Garafía, un municipio norteño alejado del caos y la catástrofe. “Estaba esperando a que cayera algo de agua para que se renovara el aire y para que se me limpiara el tejado”, cuenta. El volcán ha liberado a la atmósfera la misma cantidad de dióxido de azufre que provocó la actividad humana en el conjunto de la Unión Europea en 2019, según el cálculo del Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan) y la Universidad de Manchester. 

Los comercios locales tampoco son indiferentes a la lluvia. La dependienta de una tienda de decoración situada en el casco histórico de Los Llanos de Aridane quita el polvo de los muebles y las bolas de navidad que reinan en su escaparate. No hay nadie más dentro del negocio. “Por las mañanas esto está un poco más animado, pero ahora está todo el mundo recogido. La gente se siente triste y es normal. Esto ya no es lo que era”, lamenta cabizbaja.