Miriam García, arquitecta: “El Paseo Guiniguada puede ser un ejemplo para regenerar los barrancos de Gran Canaria”

La arquitecta, paisajista y urbanista Miriam García, este viernes en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria

Toni Ferrera

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La arquitecta, paisajista y urbanista Miriam García visitó el pasado fin de semana la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria para conocer in situ la realidad del Barranco de Guiniguada y la conexión (casi inexistente) entre los barrios de Triana y Vegueta. García, también directora del estudio urbanístico Landlab, es una de las integrantes del jurado para la elección del proyecto que aspira a cruzar el Guiniguada y que puede convertirse, en su opinión, en “un ejemplo para regenerar los barrancos” de la isla.

Junto con otros cinco profesionales de reconocido prestigio, la experta ha estudiado lo que puede significar para la capital grancanaria un espacio de 40.000 metros cuadrados, con zonas peatonales y ciclistas, en un lugar creado por y para el tráfico rodado en estos momentos. La ciudadanía ya habló y votó por el proyecto Awa, una propuesta de tráfico cero con áreas ajardinadas y arboladas, que representa un 10% del resultado final. El resto saldrá del panel integrado por García y demás miembros.

La directora de Landlab ve una especial relevancia en el futuro Paseo Guiniguada al no tratarse de un proyecto “banal o innecesario”, como sugiere de otras actuaciones para peatonalizar o renaturalizar zonas, sino de un plan que, “a pesar de ser un tramo pequeño”, va a recuperar una estructura paisajística importante y “coser” un tejido en la capital que estaba totalmente roto.

En su opinión, si la iniciativa elegida es capaz de “leer bien” la estructura, topografía y ecología del lugar, el beneficio ambiental, ecológico y social “puede ser muy grande”. “A veces las ciudades hacen muchos proyectos que son superfluos e innecesarios, pero creo que este va a tener una repercusión y un alcance muy grande y, además, como es una estructura paisajística muy prototípica de la isla, también puede convertirse en un ejemplo a seguir para otros municipios”, reflexiona García.

La arquitecta va más allá de la “especificidad” de este barranco, el de Guiniguada, y de “toda la arquitectura tan interesante” que tiene a ambos lados, y ve en su regeneración una puerta al futuro de los barrancos de Gran Canaria no solo por el diseño, sino también por la tecnología utilizada para generar encima de una losa un suelo con “una fertilidad suficiente como para mantener la humedad, una canopia, volver a recuperar toda esa vegetación… Es muy interesante”, insiste.

Las Palmas de Gran Canaria fue bautizada por el reconocido arquitecto Carmelo Padrón (ya fallecido) como “la ciudad sin sombra”. El Paseo Guiniguada tiene mucho que ver con reverdecer la ciudad, con darle un pulmón más que necesario ahora que las temperaturas aumentan a un ritmo endiablado. García admite que, de momento, se ha centrado en el ámbito del proyecto que ha venido a juzgar. Pero sostiene que “muy pocas ciudades están preparándose para adaptarse a los efectos del calentamiento global”.

“Las islas son territorios tremendamente vulnerables. Todo su perímetro es una costa y una buena parte del Archipiélago depende del turismo, que necesita unas determinadas iconografías paisajísticas y estadios de confort, y no creo que las estructuras urbanas, ni aquí ni en muchos sitios, estén dando pasos decididos de cara a la acción al cambio climático, que no es futuro, sino presente”, razona la experta.

Todo lo que puede ayudar a Canarias a combatir el calor sofocante (la sombra, vegetación suficiente en las áreas urbanas, “haber trabajado las calles teniendo en cuenta los vientos dominantes”) va a costar tiempo que precisamente no sobra antes de que las consecuencias de la crisis climática “empiecen a ser auténticos problemas”, advierte García.

Después de la DANA mortal de Valencia, cómo adaptarse a las inundaciones es otra preocupación más para unas Islas con cientos de poblaciones y asentamientos en cauces o desembocaduras de barrancos. En estos casos, el reto no es cómo evitar el impacto, sino cómo minimizar el riesgo. Y para ello hay que dejar de crecer “en esos contextos” y disminuir su vulnerabilidad. La directora de Landlab enumera algunas ideas.

“Lo primero es generar un sistema de alerta temprana, algo que no funcionó bien en Valencia. También se puede trabajar en los barrancos agua arriba, laminando lo máximo posible para que antes de llegar a esos asentamientos el agua se retenga durante un periodo de tiempo suficiente. Y dentro de la ciudad se puede intentar trabajar con la materialidad de las calles para que no se conviertan en ríos, sino que tengan cierta capacidad de absorción o filtración”, explica García.

Cuando la arquitecta pide dejar de crecer “en esos contextos”, también se refiere a las costas amenazadas por el aumento del nivel del mar. Ella cree que “no se pueden seguir construyendo hoteles sin una costa resiliente” y que hacerlo, en plata, es cumplir a rajatabla con la definición del riesgo del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC): edificar en un ámbito expuesto al calentamiento global.

Con ese principio medianamente claro (que no se cumple en Canarias ni mucho menos), García propone medidas para proteger los bienes y elementos que ya se encuentran en el litoral, como puede ser interponiendo una estructura entre el mar y las edificaciones vulnerables. Esa “estructura” podría ser una playa, agrega. Pero las playas están sujetas a la erosión, así que la experta plantea la posibilidad de trabajar con arenas de distinto tamaño y forma que sean menos vulnerables a estos procesos.

Más soluciones: levantar equipamientos paralelos a la línea de costa o perpendiculares a esta y adelantar elementos en los paseos marítimos “para que el mar rompa más lejos”. Todo depende del tipo de costa, remarca García. Eso sí, estas actuaciones “no se hacen de hoy para mañana” y “son muy complejas desde el punto de vista de su tramitación administrativa”, añade.

“Tenemos el conocimiento científico suficiente para prototipar las condiciones y calcular las estructuras necesarias para proteger la costa. Otra cosa es que haya capacidad económica y políticas para llevarlas a cabo”, lamenta la arquitecta.

El objetivo final es construir “ciudades ecoresilientes”, que vienen a ser urbes preparadas para adaptarse a los desafíos de la emergencia climática. García enfatiza la necesidad de disminuir el efecto “isla de calor” en las calles, trabajando en la envolvente de los edificios en temas “tan básicos” como el color (apostar por el blanco) y mejorando las condiciones de ventilación cruzada.

Destaca también los refugios climáticos, una red de espacios (que pueden estar ya construidos, como parques, patios de colegios o centros de salud) para que, en momentos de calor extremo, los colectivos vulnerables puedan acudir a ellos para encontrar mejores condiciones de confort térmico.

García recuerda que no se puede apostar solo por estos refugios si no hay avances en toda la “infraestructura urbana”. La primera línea, reconoce, puede funcionar en el corto plazo. Pero la segunda, que engloba a toda la ciudad, es la que determinará el futuro de la ciudad. “Las ciudades tienen que seguir trabajando [en ser ecoresilientes] y este tipo de actuaciones, como los refugios, son complementarias”, remacha la arquitecta.

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