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Opinión - ¡Con los jueces hemos topado! Por Esther Palomera

''Me puse tan nervioso que la tiré a un foso, lo cerré con cemento y lo alicaté''

Salvador Morales, acusado del asesinato de Isabel Canino, ha afirmado este lunes ante un tribunal del jurado que él no la mató e involucró a una tercera persona en el crimen. Sostiene que la encontró muerta y se puso tan nervioso que pensó que la mejor solución era arrojar a la mujer en un foso séptico que acababa de construir, taparlo con cemento y alicatarlo con baldosas. Ese, dice, “fue mi único error y mi único delito”.

El juicio que arrancó este lunes y que se prevé que acabe dentro de diez días, es uno de los más “mediáticos” que han llegado a la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife desde que se instauró la Ley del Jurado en 1995. También tuvo una gran repercusión en los medios de comunicación, no solo canarios, la desaparición de Isabel, conductora de guaguas de TITSA, el 21 de marzo de 2009, y el descubrimiento de su cadáver, con una brida de plástico en el cuello, y otra que la maniataba, en el foso séptico de una vivienda propiedad de Salvador (también trabajador de TITSA), en el Camino de la Hornera, en La Laguna, 72 días después, el 28 de mayo.

La fiscal Francisca Sánchez, especializada en violencia de género, acusa a Salvador Morales de maltrato físico y psíquico, lo que se dirimirá en otro juicio, y de matar con alevosía a Canino, con la que mantuvo una relación extramatrimonial durante cerca de 17 años, crimen por el que pide que sea condenado a 20 años de prisión, dada la agravante de parentesco. Es la misma pena que piden la acusación particular y el abogado del Estado. Frente a ello, el abogado de la defensa pide una condena de solo dos años por el encubrimiento de la muerte, con la atenuante de arrebato u obcecación.

Según la fiscal, Isabel logró romper con Salvador e iniciar una nueva relación sentimental con otro compañero de trabajo en agosto de 2008. El procesado, al que califica de frío, meticuloso, celoso y posesivo, no lo pudo soportar y la continuó persiguiendo. El 21 de marzo de 2009 la convenció para desayunar juntos, la llevó a la casa y le colocó por sorpresa una brida de plástico para obligarla a hacer una llamada a la esposa de su nuevo compañero sentimental para que supiera de la infidelidad de su marido.

“Creía que había conseguido el crimen perfecto”

Después de esa llamada, en torno a las 11:48 de la mañana, Salvador apretó la brida hasta asfixiar a Isabel, asegura la acusación pública. “Creía que había conseguido el crimen perfecto. Hasta se vanaglorió con compañeros de trabajo de lo fácil que era hacer desaparecer un cuerpo en una fosa séptica”.

Quizás fue ese irse de la lengua lo que ha sentado al acusado en el banquillo, ya que tanto la Policía Judicial como la Policía Científica habían registrado esa casa del Camino de la Hornera en varias ocasiones, e incluso el procesado fue detenido, pero puesto en libertad por alta de pruebas. El 28 de mayo, agentes de ambas especialidades, con la ayuda de peritos aparejadores, “cataron” suelos y paredes hasta que dieron con Isabel.

Salvador Morales calificó su relación con Isabel como “esporádica”, aunque reconoció que llegaron a convivir en 2004. “Éramos amigos y nos veíamos de vez en cuando”. “Ella lo mismo estaba conmigo que estaba con otro. Era muy liberal”. “Era ella quien me llamaba a mí”, fueron algunas de las respuestas a las preguntas de la fiscal.

“No se me ocurrió llamar al 112”

“Fuimos a desayunar y como yo tenía problemas con una conexión de internet, Isabel me dijo que tenía un amigo informático que me ayudaría y fue a buscarle. Ese chico me dijo que hacía falta el cable original y yo fui a buscarlo a mi casa. Cuando regresé busqué a Isabel pero no me respondía, hasta que la encontré muerta, con la cara hinchada y amoratada. No sé cómo no me dio un infarto”.

Morales alega que estaba tan nervioso que no se pensó en llamar al 112. Al ver el foso séptico que acababa de construir no se me ocurrió mejor idea que arrojarla dentro. No tuve que empujarla. Cayó por sí sola“. Después, puso la tapa de cemento, y colocó las losetas del suelo encima. ”No se notaba porque el suelo ya había quedado nivelado durante la reforma del apartamento“. No se explica cómo no se dio cuenta de que la víctima tenía una brida en el cuello y las manos atadas a la espalda.

Negó que fuese él quién convocó a Isabel y también negó que la controlara de forma enfermiza, tanto que, según testigos, la víctima tenía que cambiar la contraseña de su correo electrónico cada dos por tres. Negó, en contra de lo que aseveran las acusaciones, que fue él quien fue a buscarla y que ambos se marcharon juntos esa mañana fatídica. También negó que supiera que Isabel tenía una nueva pareja, pese a ser los tres trabajadores de la compañía de transportes de Tenerife, y negó que hubiera comprado unas bridas similares a las que se encontraron el cuerpo de Canino.

La hermana le desmiente

Eladia, la única hermana de Isabel, desmintió la declaración de Morales. De hecho, fue ella, al interponer la denuncia por la desaparición, quien señaló a Morales como sospechoso. Le había llamado el mismo día del crimen por la tarde, y Morales le dijo que no sabía nada.

“Mi hermana no tenía intención de ver a Salvador ese día. Tenía planeado ir con una amiga a la playa, al sur, estaba alegre. La llamé por la tarde pero ya no me cogía el teléfono. Al día siguiente me llamó esa amiga para decirme que Isabel no había aparecido y ya me preocupé. Fue esa amiga quien me dijo que llamase a Salvador, que él tenía que saber dónde estaba porque sabía todos los pasos de mi hermana.

En TITSA también comenzaron a preocuparse porque la víctima no acudía a su puesto de trabajo. Varios compañeros de la compañía vieron como el día anterior al asesinato, el acusado y ella habían mantenido una fuerte discusión, con forcejeo en las cocheras.

Las acusaciones pública y particular, aparte de los 20 años de prisión y el pago de las costas judiciales, piden respectivamente que la familia de Isabel sea indemnizada con 250.000 y 600.000 euros.