Las nuevas bocas del volcán de La Palma amenazan con más destrucción a los vecinos que aún no han perdido sus casas
La vivienda de Juan Vicente Rodríguez ha sobrevivido a la erupción durante trece días, pero el agricultor va perdiendo la esperanza con el paso del tiempo: ''De momento no sé en qué condiciones está, pero probablemente la voy a perder''
Juan Vicente Rodríguez busca su casa desde el mirador de Tajuya con unos prismáticos. La vivienda ha sobrevivido estos trece días a la erupción de La Palma, pero después de la aparición de dos nuevas bocas, el agricultor va perdiendo la esperanza. “De momento no sé en qué condiciones está, pero probablemente la voy a perder”, cuenta. Rodríguez está junto a su cuñado, que ya ha perdido todo. La incesante lluvia de ceniza inunda casi toda la isla, y la nube de gases se propaga por las zonas próximas al cono principal. “La gente jamás va a olvidar esto. Va a ser muy drama muy fuerte. Todavía no nos hemos despertado, pero cuando deje de rugir esto va a ser muy duro para todos. Son muchos recuerdos”, dice el propietario de una casa que está a 735 metros del volcán.
La nueva colada avanza a unos 450 metros del inicio de la colada primigenia, “pero buscando la unidad”, han explicado los miembros del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca). Esta colada superó esta mañana la carretera LP-212 y evoluciona hacia cotas inferiores.
“Yo pensaba que cuando la lava llegara al mar ya se acababa todo, pero veo que no”, cuenta Keibis, dependienta de un bazar de Tazacorte, municipio donde se produjo el choque entre la colada y el agua. Mientras, otra trabajadora no deja de quitar la ceniza de la entrada de la tienda. El director técnico del Pevolca, Miguel Ángel Morcuende, ha explicado que el volcán continúa con una actividad intensa. Las nuevas bocas “están emitiendo lava efusiva que avanza aprovechando la topografía favorable”, acercándose a la colada inicial que llegó al mar. Con estos dos nuevos centros de emisión, hay cuatro bocas activas.
Juan Vicente Rodríguez nunca pensó que el volcán fuera a entrar en erupción, pese al enjambre sísmico que lo precedió y que dejó varios temblores sentidos por la población. “Yo decía que eran unos exagerados haciendo reuniones, tocando a las puertas, desalojando a la gente, pero me equivoqué”. Pero el 19 de septiembre, mientras estaba en el sofá viendo la tele, sintió el estallido y se marchó con su pareja y sus hijos a casa de un familiar en Los Llanos de Aridane.
“Mi casa era el sueño de cualquier persona que vive en el campo”, dice. Después de abandonarla fue a recoger sus vehículos. “Pero en este momento he comprendido algo muy importante. Lo material no vale nada. Los artículos de lujo que tengas allí ya no valen, después no te vas a acordar”, confiesa.
De acuerdo con los últimos datos del satélite Copernicus, el Programa de la Observación de la Tierra de la Unión Europea, la colada ha afectado ya a 1.005 construcciones, 870 en su totalidad y 135 de manera parcial. Además, ha dañado 27,7 kilómetros de carretera. La superficie afectada, según ha informado el Pevolca, supera las 246 hectáreas, con un perímetro de 26,2 kilómetros y una anchura máxima de 900 metros. “Esta superficie puede suponer entre un 8% y un 10% de La Palma”, añaden.
La calidad del aire en la isla de La Palma “se encuentra dentro de los límites saludables y respirables”, concluyó el director técnico del Pevolca. Sin embargo, en el área de la erupción y sus proximidades la calidad del aire empeora. “Por ese motivo desde el primer día se ha establecido un radio de exclusión y distancia de seguridad de 2,5 kilómetros”, añadió Morcuende. En las calles de El Paso y Los Llanos de Aridane, los pocos vecinos que salen a la calle van ataviados con gafas protectoras y mascarillas FFP2.
El número de personas evacuadas se ha mantenido este viernes en 5.700 personas, principalmente del barrio de El Paso y de Los Llanos de Aridane. 189 están en el hotel de Fuencaliente y el resto, en casas de familiares y amigos.
José Vicente es presidente de la cooperativa de plátanos, y más allá de preocuparse por los cultivos arrasados por la colada, piensa en la fruta que no se puede recolectar. “La actividad platanera está paralizada. La realidad es que no hay economía, porque si no transportamos el producto al empaquetado, no vamos a obtener nada”, cuenta el agricultor sin quitar la vista de la erupción.
Lo único que pide es “poder aunque sea seguir regando las plataneras”. “Somos muy fuertes aquí en Canarias. Somos capaces de congregarnos, compartir el dolor y prepararnos para el golpe fuerte. El bache quien lo va a sufrir más es la clase trabajadora”, concluye.
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