Un paseo en barco por la cara oculta de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria

Canarias Ahora

Las Palmas de Gran Canaria —

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La imponente geología de origen volcánico con algunos valores únicos o escasamente representados en el resto del archipiélago, la biodiversidad terrestre y marina y el “paisaje existencial”, como denominó a las manifestaciones etnográficas el cronista de la Aldea de San Nicolás, Francisco Suárez, asombraron a las personas que participaron en la XXI Reunión del Consejo de Gestores y Gestoras de la Red Española de Reservas de la Biosfera (RERB).

El grupo zarpó del Puerto de Mogán para un recorrido en barco por el lado oculto de la luna de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria, según se señaló a bordo, es decir, la franja entre Veneguera y Guguy, este último barranco llamado a convertirse en el quinto Parque Nacional de Canarias con el impulso del Cabildo.

También se enrolaron en esta travesía representantes de más de cuarenta Reservas de la Biosfera, cuya coordinación está en manos del Organismo Autónomo Parques Nacionales, encargado de la coordinación del desarrollo en España del Programa MaB de la Unesco.

En cubierta estuvieron también José Armengol, gerente del Instituto del Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria; Pilar Pérez, gestora de esta última figura, y el jefe de Servicio de Cambio Climático e Información Ambiental del Gobierno de Canarias, Gustavo Pestana, responsable de la dinamización de la red canaria de Reservas de la Biosfera.

“Esto no es la Península ni Baleares”, empezó aclarando José Mangas, catedrático de Geología de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para poner en situación a la audiencia. “Gran Canaria es una isla volcánica oceánica asociada a un punto caliente y esta isla destaca por su geodiversidad”, expuso antes de provocar cierto vértigo al explicar que apenas unos kilómetros mar adentro se alcanzan profundidades de cuatro kilómetros hasta tocar el lecho marino, la litosfera oceánica, desde donde emergieron las islas a partir de una actividad volcánica iniciada hace 142 millones de años.

En la playa de El Perchel, Mangas señaló que había algo más relevante que el par de sombrillas clavadas al suelo. Aquí los acantilados, que ya sobrepasan los cuarenta metros de altura, son fruto de coladas de hace más de 13 millones de años, mientras que las de Guguy pertenecen a erupciones de 14,5 millones de años. Es decir, poco menos de una hora de singladura en barco equivale también a recorrer un millón y medio de años de evolución geológica

A partir de El Perchel, los cantiles no dejan de crecer en tamaño, con apilamientos de coladas del estratovolcán de Tejeda, activo durante siete millones de años. A la vista son como planchas entre las que afloran manantiales de los que a veces se servían los marineros locales, explicó el cronista Francisco Suárez. Mangas precisó que su color claro se debe a la presencia en su composición de traquitas y fonolitas, pues su origen no es basáltico. “Más allá de Gran Canaria, solo se pueden ver en La Gomera y Tenerife”, precisó. 

Un náufrago petrificado en Veneguera

Al llegar al frente de la desembocadura del Barranco de Veneguera, la vista se posa sobre los restos del muelle de principios de siglo construido por una empresa inglesa ligada al tomate y el plátano. En el otro extremo reposa, como un náufrago petrificado, otro hito geológico de Gran Canaria, en este caso una colada riolítica “única en todo el archipiélago”, enfatizó Mangas.

Aguardaba luego, cobijada entre los gigantes de piedra, la Playa de los Secos, nombre que podría ser una derivación de la palabra eco, explicó el cronista, y que marca la divisoria entre Mogán y La Aldea. Y muy cerca se encuentra la Playa del Ámbar, denominación que guarda relación directa con el ámbar gris, la secreción de los cachalotes y que, tal y como recordó Francisco Suárez, “tenía más valor que el oro”, hasta el punto de que “quien se encontraba una ‘pellita’ se podía dar por rico”.

Se suceden a continuación otros Lugares de Interés Geológico, caso de la llamada capa P1, “que corresponde al momento en el que aflora la caldera”, señaló Mangas. Aquí se concentran varios de los LIG de la isla. Encajados en los riscos se vislumbran los nidos de pardelas y petreles, cuya presencia explica el viejo -y arriesgado- oficio de recoger el guano en estas zonas escarpadas, igual que ocurría con la recogida de la orchilla descolgándose con sogas para recoger el liquen y elaborar tintes.

Los acantilados superan ya los 400 metros de altura y se tornan más oscuros a partir de Tasarte, lo que habla de su composición basáltica y de su participación “en la formación en escudo de Gran Canaria”, aclaró Mangas. Rumbo a la Punta del Descojonado, el enclave situado más al oeste de la isla, en oposición a la del Cabrón en el este, el mar se agita y aparecen a lo lejos “las borreguitas”, como las llama Mangas, esto es, las espumas que coronan las olas, peinadas por los vientos alisios soplando en la misma dirección con la que empujaron a Colón hacia el continente americano.

Mangas comentó que en el fondo del mar yacen los restos de los colapsos gigantescos que explican el abrupto corte del litoral. “Por eso esta zona es como un libro”, dijo. Un libro que se abre violentamente en una secuencia de centenares de miles de años.

Llegada a Guguy, en el corazón del posible Parque Nacional

Queda atrás Tasartico y la embarcación se aproxima a Guguy, zona núcleo de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria y que aspira ahora a convertirse en Parque Nacional. El Cabildo ya ha entregado al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico la propuesta técnica que enmarca su extensión en 3.000 hectáreas de la desembocadura del barranco y otras 7.000 marinas.

Mangas, integrante del Grupo Geogar del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la ULPGC, que asesora al grupo de trabajo del Parque Nacional, subrayó que, en términos geológicos, la propuesta destaca porque “aquí están los materiales más antiguos de la isla”, además de por otros elementos singulares, entre ellos los conos sepultados del Bermejo y el Descojonado o la profusión de los impresionantes diques volcánicos verticales, surgidos en las proximidades de la cámara magmática por la presión de los gases.

Y en las alturas, por encima de los mil metros, atrapando nubes solitarias, el cuadro se completa con las Montañas de Los Cedros y Los Horgazales. En sus proximidades, en un lugar de muy difícil acceso, se encuentran las quince galerías para la extracción de obsidiana usadas por los aborígenes. Este material se forma por el enfriamiento rápido de lavas que afloraron a unos 700 grados y la antigua población insular lo usaba como material cortante. Era su sílex.

En términos biológicos, la propuesta del Parque Nacional se sustenta en tierra por la presencia de una flora acostumbrada a sequedad y salinidad extremas, con abundancia de cardones, tabaibas y veroles, entre otros endemismos vegetales y animales y con una riqueza florística equiparable o superior en algunos aspectos a los de cualquier otro Parque Nacional de Canarias.

En el mar destacan las praderas submarinas y un bullicio de vida propiciada por los delfines mulares o las tortugas bobas (caretta caretta), así como por las sardinas y chicharros que avanzan desde el Hemisferio Sur desde marzo. Estas especies atraen a los atunes rojos de más de 200 y 300 kilos, que vienen a su encuentro desde Angola o Sudamérica. Son reclamo a su vez de los cachalotes que hicieron posible la fiebre del oro gris en esta costa antiquísima.

Este litoral titánico desborda las dimensiones de la existencia humana, que pese a ello también ha dejado su surco con la fuerza de la subsistencia junto a los diques volcánicos que cruzan como cicatrices el rostro pétreo de los acantilados.