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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Malos presagios para el clima en París

Meses antes de comenzar la Cumbre del Clima en París, la palabra esperanza se mencionaba de manera reiterada por los sectores más optimistas. La posibilidad de que las 196 partes negociadoras alcanzaran un acuerdo histórico para cambiar el rumbo del calentamiento global tras veinte años de inacción, incumplimiento de compromisos e impactos constatados sobre muchos territorios y poblaciones, se antojaba factible. Los principales líderes mundiales, entre ellos el presidente de EEUU, Barack Obama; la canciller aleman,a Angela Merkel, y su homólogo británico, James Cameron, el presidente francés y anfitrión, François Hollande, y el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki Moon, habían apremiado desde el inicio de la cumbre a los equipos negociadores para presentar un acuerdo este viernes, pero las diferencias son tan grandes y evidentes que hasta esa premisa se ha incumplido. El ministro francés de Exteriores y presidente de la cumbre, Laurent Fabius, afirmaba este viernes por la mañana que “el texto se presentará mañana sábado y no hoy, como yo quería”.

Después de una noche en vela de frenéticas negociaciones para tratar de presentar un resultado al mundo, la dilación del acuerdo un día más refleja para muchos expertos en la cumbre la evidencia de que el resultado final “no será precisamente de esperanza sino todo lo contrario, insuficiente a todas luces para hacer frente a este grave problema de escala planetaria”.

A las 15:00 horas del pasado miércoles, tras nueve días de intensos debates a puerta cerrada en la Zona Azul de Naciones Unidas del recinto parisino de Le Bourget, el ministro Laurent Fabius presentaba el borrador más actualizado del documento en esa fase de la negociación, y los malos presagios comenzaban a extenderse, como se extendieron este jueves tras salir el siguiente borrador sin apenas avances. El documento se redujo de 48 a 29 páginas el miércoles y a 27 este jueves por la noche, de las que 12 concentran la verdadera esencia del pacto y otras 15 de cómo desarrollarlo. La expectación es máxima. Los puntos habilitados por la organización para distribuir el documento cada vez que se renueva, se saturan en segundos y los ejemplares impresos desaparecen entre carreras y corrillos de asistentes y medios de prensa de todo el mundo.

La Unión Europea y EEUU parecen enarbolar la bandera más progresista de la lucha contra el calentamiento global. El secretario de Estado de EEUU, John Kerry, comparecía el pasado miércoles para afear irónicamente a quienes se han resistido a aceptar los términos más ambiciosos para frenar el calentamiento. “Algunos creen que el aumento del mar no importa porque desbordará por la parte plana de la Tierra, pero no es una cuestión económica o de credibilidad, es una cuestión de vida o muerte”. En ese momento corría el rumor de que las partes aceptarían establecer la cuota máxima de incremento de temperatura para este siglo en 1.5º C en lugar de 2º C, y grupos de espontáneos se echaban a la calle con pancartas de felicitaciones repartiendo copas para brindar con champán. La alegría duró poco.

La ministra española Isabel García Tejerina, acompañada por el secretario de Estado de Medio Ambiente, Pablo Saavedra, y la directora general de la Oficina Española de Cambio Climático, Valvanera Ularqui, explicaba también que la Unión Europea presentaba en esta Cumbre una propuesta de máxima ambición sabiendo que durante las negociaciones iban a reducirse considerablemente. “Nunca he conocido un caso en que una propuesta de máximos se haya aceptado íntegramente”. Se refería probablemente al artículo 17 del borrador, el relativo a la obligación de los Estados a cumplir sus compromisos, el legally binding. En el nuevo texto que se mantiene este viernes, este asunto ha desaparecido literalmente del documento y, si no hay obligación de cumplir, el resto de cuestiones pierden peso y credibilidad porque eso es precisamente lo que ha sucedido en los veinte últimos años. Lo que sí puede confirmarse es que las ambiciones iniciales se han reducido mucho para ceder y facilitar un acuerdo, pero las concesiones de los países ya afectados y en riesgo de impacto son los que más tienen que perder.

La presión de los países productores de petróleo está logrando diluir el compromiso de descarbonizar la economía sobre calendarios concretos para este siglo. Las pretensiones iniciales apuntaban a reducciones de entre un 45% y un 95% de las emisiones contaminantes registradas en 2010 para el año 2050, pero el acuerdo en curso fija ahora una posición abstracta determinando la “neutralidad de las emisiones en la segunda mitad de siglo”. No hay que olvidar que potencias mundiales como China prevén seguir incrementando sus emisiones hasta 2030,.

El documento presentado este viernes compromete a los estados a no superar la cota de calentamiento de 2ºC en los próximos 85 años, pero a cambio de no reducir la actividad con la producción y consumo de hidrocarburos y reconocer que podría aspirarse a mirar la cota de 1,5ºC en el futuro. Los calendarios han sido otros elementos de discordia, especialmente los vinculados a las revisiones sobre ratios de emisión. La Unión Europea abogaba por efectuar las primeras en 2018 que, finalmente, comenzarán en 2019 para evaluar los avances de los prolegómenos de un acuerdo que no entrará en vigor hasta el año siguiente, 2020, y que sería revisado en periodos de cinco años.

Este viernes han llegado a París unos 400 ciclistas, 44 de ellos procedentes de España, rodando desde sus países para entregar a los líderes en la cumbre miles de firmas contra el cambio climático. Este sábado a las 12:00 horas se ha convocado una gran manifestación en París para protestar por lo que se considera “una nueva tomadura de pelo” de los poderosos sobre los pobres. El ministro Fabius ha pedido a los representantes de los países que durante estas últimas horas de negociaciones “traten de eludir críticas y se centren en llegar a un acuerdo”.