Lo que decimos y cómo lo decimos refleja la realidad. A lo largo de la historia, las mujeres, el colectivo LGTBI y las personas racializadas han quedado fuera del lenguaje. En ocasiones, no solo han estado excluidas, sino que se ha usado el lenguaje para discriminar o reforzar prejuicios. “Con palabras como ”sudaca“ o ”moro“ estamos expresando una realidad basada en prejuicios negativos y al mismo tiempo la estamos reforzando”, explica el doctor en Filología Manuel Almeida Suárez. La solución planteada por diferentes profesionales es avanzar hacia el lenguaje inclusivo, aunque esto aún genera “temor” a quienes ocupan posiciones de privilegio.
El lenguaje inclusivo, que busca evitar el empleo de términos discriminatorios y promover una comunicación más respetuosa hacia todas las personas, ha sido el protagonista del último episodio de Informe Trópico en su edición Invita la casa, presentado por Carlos Sosa y emitido en Televisión Canaria.
Las personas con discapacidad han tenido que luchar toda la vida por no ser nombradas con términos discriminatorios. Hasta hace unos años, en medios de comunicación o anuncios, se hacía referencia a este colectivo como “subnormales”. “La palabra minusválido todavía aparece en señalética. El término discapacitado deja fuera a la persona y agrupa a un colectivo que tú piensas que tiene menos capacidad”, indica Carmen Laucirica, presidenta de Plena Inclusión Canarias.
Laucirica señala que desde la asociación se apuesta por el término “persona con discapacidad”. “En primer lugar, porque la persona así lo pide. Además, si añadimos el tipo de discapacidad que tiene especificamos qué modelo de apoyos necesita”, añade.
Las personas no binarias también han tenido que lidiar con ser nombradas con pronombres con los que no se sienten identificadas. Dalia Hernández cuenta que en algunos entornos utiliza palabras terminadas en “e”, pero deja de hacerlo sobre todo cuando está fuera de círculos seguros porque provoca burlas. “Es algo tabú. Parece que la transexualidad y el no binarismo son inventos de la gente joven que quiere cambiar la sociedad muy rápido. Pero existe desde hace mucho tiempo, lo que pasa es que no hemos tenido voz”, cuenta Hernández.
Aunque el lenguaje inclusivo es un camino hacia el respeto y la inclusión, aún genera reticencias en parte de la población. Sylvia Jaén, viceconsejera de Igualdad y Diversidad del Gobierno de Canarias, sostiene que “no hay un interés de la otra parte en aprender”. Jaén recuerda que hay numerosa legislación tanto estatal como en Naciones Unidas que establece la obligación de evitar el uso sexista del lenguaje. “Sorprende que en 2023 todavía nos estemos haciendo esta pregunta. Hay interés en que haya un pensamiento único, pero el lenguaje varía en función de lo que la ciudadanía decide”, asevera.
Manuel Almeida Suárez subraya que aún existe temor por parte de los sectores privilegiados de avanzar hacia un lenguaje más respetuoso. “Seguimos viviendo en una sociedad androcéntrica. Aunque hay legislación para el uso del lenguaje inclusivo en la administración, se sigue usando un lenguaje sexista”, indica el doctor en Filología.
Para él, la función del lenguaje inclusivo es triple. “Primero, estamos mostrando respeto a esos individuos o grupos diferentes. Estamos manifestando que la riqueza cultural es buena y, además, ponemos a la sociedad un espejo delante para que se contemple y se dé cuenta de lo irracionales que son algunos de sus comportamientos”, defiende.
En este punto, la escritora y activista feminista María Martín Barranco celebra que el feminismo ha logrado que la sociedad se plantee cómo habla. “Se tiene mucha más conciencia de que usar determinadas palabras puede ser hiriente o discriminatorio”, valora.
Este debate ha llegado a todos los sectores, incluso a algunas ramas de la Iglesia. Antonio Quintana es el coordinador del Nuevo Testamento Inclusivo Canario, donde algunos pasajes de la biblia escritos en masculino genérico son sustituidos por lenguaje inclusivo.
La comunicación en redes sociales
En la actualidad, las redes sociales son el escenario en el que las personas pasan más tiempo comunicándose. Esther Pérez Verdú, tecnóloga y comunicadora, señala que la tecnología ha cambiado la forma que tienen los individuos de comunicarse. “Vivimos en la cultura de lo efímero. Todo lo que decimos tiene una caducidad próxima. Hay que decir todo de manera breve, con símbolos y acortando las palabras”, propone.
Pérez Verdú apunta que con la revolución tecnológica el lenguaje se ha visto dañado, mientras que la comunicación es la gran beneficiada. “Tenemos más vías para comunicarnos y son más inmediatas”, opina. Sin embargo, las redes sociales, asegura la experta, tienen un marcado componente sexista. “Son un reflejo de la sociedad. Internet es sexista. Además, si no hay mujeres programadoras no hay forma de corregirlo”, plantea.
Aunque coinciden en que solo con los cambios en el lenguaje no acabará la discriminación, las expertas entrevistadas reconocen que es un paso importante hacia la igualdad. “Queremos creer que somos una sociedad justa, equitativa y que la lengua no discrimina a nadie. Pero el lenguaje y la sociedad interactúan todo el tiempo. Antes nos hacían creer que la norma era la que dictaba la Academia, pero las normas las hacemos las personas al hablar todos los días”, concluyen.