Cinco rutas para conocer lo que la mayoría de los vecinos de Las Palmas de Gran Canaria no ha podido disfrutar: el Paisaje Protegido de La Isleta. Será una por la costa norte, otras tres en las que se subirán, respectivamente, el volcán de El Faro, la Montaña Colorada y El Vigía, y por último, una circular de más de 11 kilómetros en la que se ascenderán los tres volcanes. El Cabildo de Gran Canaria ya tiene todo preparado para que, en cuanto el Ministerio de Defensa dé luz verde, las visitas guiadas a la zona militar sean una realidad.
Según explica Ana Ramos, técnica del área de gestión del Paisaje Protegido de La Isleta, con esto se busca que la gente conozca las características de estos terrenos volcánicos y crear una huella de conciencia ambiental para su conservación. Para ello, las visitas serán realizadas por guías-educadores ambientales. En un principio la idea es tener dos perfiles de visitantes: escolares y el resto de la ciudadanía. En el caso de los primeros, está previsto que el guía-educador prepare la visita en los centros educativos engarzándola con el temario que se esté impartiendo.
Con 16 centros eruptivos en apenas 8,5 kilómetros cuadrados, La Isleta conforma la única alineación volcánica de la isla. Toda esta pequeña ínsula al norte de la ciudad se caracteriza porque sus materiales volcánicos son consecuencia de erupciones que fueron en ese mismo territorio, es decir, no tuvieron lugar en lo conocido como isla grande (el resto de Gran Canaria), de la que estuvo separada al nacer hace un millón de años.
“A pesar de que está al lado de la capital y que ha sufrido muchas transformaciones de la mano del hombre con la presión del barrio, el Puerto, el Polígono Industrial de El Sebadal y que existen canteras, tiene una serie de valores naturales que hace que sean protegidos. Su declaración como Paisaje Natural Protegido fue para proteger su paisaje desértico, sus formaciones geomorfológicas, sus cantiles y sus plataformas costeras”, recuerda Ramos. A todo esto hay que añadirle la vegetación de la zona, arbustiva y baja pero de especies endémicas canarias que, cuando llega la época de lluvias, florecen y embellecen el paisaje. En cuanto a la fauna, aunque esta no es muy abundante, hay dos especies de caracoles terrestres que son exclusivos de La Isleta.
Por su parte, el consejero de Medio Ambiente, Miguel Ángel Rodríguez, comenta que desde la primera mitad del año están a la espera del visto bueno del Ministerio de Defensa para hacer público todo. “Nos haremos cargos de los monitores, los seguros, y de contactar y coordinar las visitas con el Ejército. Tenemos la partida presupuestaria para los gastos y ojalá pronto podamos empezar a organizar las visitas”. Eso sí, habrá un máximo de 50 plazas por visita.
La relación militar con la ciudad
La relación militar con la ciudad La primera edificación militar en la ciudad fue el Castillo de La Luz a finales del siglo XV. Hoy en día este museo está a poco más de un kilómetro de la entrada a las instalaciones del Grupo Logístico XVI, que se encuentra en la Base General Alemán Ramírez. Allí, el Ejército de Tierra tiene 700 hectáreas para realizar ejercicios de instrucción, adiestramiento y tiro con armas individuales y colectivas. Fue en 1899, tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, cuando el Estado optó por hacerse con estos terrenos ante una posible invasión de Canarias. Para ello realizó una expropiación forzosa a los dueños, la familia de Pedro Bravo de Laguna y Joven. Como explica el cronista de la ciudad, Juan José Laforet, si en algún momento los militares abandonaran los terrenos, tendrían que ser devueltos a los herederos de los anteriores propietarios.
Durante el siglo XX llegó a existir en estos terrenos un campo de concentración, también una prisión (hoy abandonada) que fue construida durante la desocupación del Sáhara. Aquí también tuvo lugar uno de los acontecimientos más misteriosos en los momentos previos a la Guerra Civil, la muerte del general Balmes que provocó el traslado de Franco a Gran Canaria para posteriormente tomar el Dragon Rapid que le llevó a Tetúan, donde perpetró la sublevación militar.
El cuartel pone el límite de la ciudad por el norte. Sus muros y alambradas han servido de frontera y por tanto han permitido mantener estos paisajes volcánicos casi intactos durante los últimos 120 años, impidiendo la construcción en esta zona. Luis Molina, coronel jefe de la Unidad de Servicios de la Base, cuenta que hasta el año 2016 se podían hacer rutas guiadas y actividades dentro de las zonas de maniobras en los momentos que estas no se utilizaban pero que, sin embargo, a raíz de una prueba deportiva organizada en estos terrenos, el Cabildo de Gran Canaria protestó porque había existido un número excesivo de participantes dentro del Paisaje Protegido. “El Cabildo dijo que con el plan del Paisaje Protegido no puede haber más de 50 personas permanentemente allí en actividades que no son militares”. Por tanto, se optó por la cancelación de este tipo de pruebas.
Molina no se aventura a ponerle fecha a cuándo se podrá tener firmado el acuerdo debido a los distintos niveles organizativos del Ejército. “Al nivel más bajo yo estoy más preocupado en la seguridad sanitaria de la persona que entra, de que no tenga un accidente, que se hagan por recorridos seguros… esa es mi preocupación, y sin embargo, a niveles más altos están viendo temas como la Ley de Protección de Datos, el acceso de extranjeros a instalaciones militares…no es fácil llegar al acuerdo, pero estamos en ello”.
Lo más complicado será el conciliar la actividad militar con la civil. De momento, la solución inicial es que el Cabildo goce de varios días libres para sus rutas en aquellas fechas en las que no hay prácticas. “Los militares tenemos una costumbre sana: todo lo programamos, no hacemos nada de hoy a mañana. Nosotros adelantamos los días disponibles y el Cabildo los organiza, nos comprometeremos a respetar el calendario siempre que no haya una necesidad, y se le facilitará la coordinación de las actividades”, avanza el coronel, que resalta la buena disposición entre las distintas instituciones de la isla. “Ejército, Ayuntamiento y Cabildo estamos todos sentados en una mesa y estamos intentando entendernos el uno al otro, y creo que estamos en el buen camino, es la percepción de las reuniones”.
En estos momentos en la Base General Alemán Ramírez hay, según el coronel Molina, 2.000 usuarios, a los que hay que sumar miembros de otras fuerzas como la Policía Nacional, la Guardia Civil o policías locales que también utilizan las instalaciones para adiestramientos.
Sobre un posible traslado de la base, viejo anhelo en la capital, Molina simplemente responde que “no entramos en la política, esto es lo que nos dan y con lo que tratamos… si le quitamos este espacio, ¿cómo va a ejercer el Ejército la instrucción?, son los medios que tenemos. El espacio del campo de maniobras se ha ido reduciendo tanto que ya hemos llegado al límite de lo que podemos perder. Tanto la ampliación del Puerto como los barrios de alrededor han ido comiendo parte del espacio que teníamos para nosotros poder hacer ejercicios con plena libertad”, señala.
En el día a día se realizan diversas actividades tales como marchas con equipo militar, ejercicios de tiro, prácticas de explosivos, ejercicios antiaéreos o prácticas de conducción en terrenos escarpados, entre otros. Parte del contingente de la Brigada Canarias que se entrenó en esta base estuvo el año pasado desplegado en Líbano. En los próximos meses el regimiento de artillería antiaérea, que también se ha entrenado en La Isleta, partirá a Turquía para relevar a las tropas allí desplegadas. Así mismo, para el año que viene está previsto que acudan a Mali e Irak brigadas que ahora se están formando en la base.