Desesperado al ir perdiendo la Guerra Civil, el gobierno de la Segunda República presidido por Francisco Largo Caballero (4 de septiembre de 1936 - 17 de mayo de 1937) llegó tener negociaciones con la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini para que retiraran su apoyo a Francisco Franco. Los republicanos ya habían entregado gran parte de sus reservas de oro a la URSS para conseguir su intervención en la contienda y sólo podían ofrecer partes de su territorio. En su libro El Oro de Mussolini. Cómo la República planeó vender parte de España al fascismo (Arzalia Ediciones, 2022), el periodista y doctor en historia Manuel Aguilera desvela que durante unos meses de 1937 se llegó a plantear la posibilidad de ofrecerles Canarias, Baleares y el Marruecos español a los nazifascistas.
Durante su investigación cuando realizaba su tesis doctoral, Aguilera se topó “por casualidad” con unas actas de negociación entre el Gobierno de la Segunda República y la Italia fascista de Benito Mussolini en la Universidad de Standford, en Estados Unidos. En los documentos se refleja un encuentro entre espías republicanos e italianos el 7 de marzo de 1937, en Mónaco. “El responsable de todo aquello era, sobre todo, el embajador republicano en París, que era Luis Araquistáin, del PSOE. Araquistáin le pasaba esas actas a Largo Caballero, del que era muy amigo”, explica Aguilera.
En esas actas se especifica qué pedía la Italia fascista para retirar su apoyo a Franco. “Propusieron a los espías españoles que querían llevar 100.000 italianos a Mallorca. Y, además, tener dos bases aéreas. En ese momento, esa cifra suponía convertir a uno de cada cinco residentes de la Isla en italiano. Y también les dice que alojarían a los 100.000 inmigrantes en unas fincas que comprarían, que ya tenían elegidas”, detalla Aguilera.
La segunda prueba de estos hechos que halló Aguilera fue una carta de Federica Montseny, ministra de Sanidad durante el gobierno de Largo Caballero, que iba dirigida a un historiador de Estados Unidos. En la misiva, confesaba que durante un Consejo de Ministros se reconocía que se llegó a negociar “con el propio Hitler”, según cita de forma literal el autor de la obra. Aguilera matiza que era una forma de reconocer que el diálogo se estaba realizando, además de con Mussolini, con los nazis. Y Montseny añade que en la propuesta se incluía ofrecer Canarias para el III Reich. “Si se plantean la cesión de Canarias, sería porque les interesaba a los alemanes”,
“Montseny dice que no se hizo acta sobre esta conversación o debate para no dejar pruebas. Era un tema tan delicado que no querían dejar rastro porque podía hundir la causa republicana”, remarca Aguilera.
Las fuentes documentales que atestiguan el interés de los nazis por Canarias, además de la carta de Montseny, se basan en los trabajos del historiador Ángel Viñas y la conferencia de Hendaya, en la que Franco se reunió con Hitler el 23 de octubre de 1940 y este demandaba usar las Islas como punto estratégico contra los británicos y los franceses.
Aguilera viajó incluso a Roma en dos ocasiones para hallar pruebas que corroboraran los hechos por la parte italiana. En concreto, encontró documentos que acreditaban que en mayo de 1938 compraron la tercera finca más grande de Mallorca de manera secreta. “Fue un abogado, que era un espía de Mussolini. Cuando hizo la compra, no reflejó para quién era, hizo como si fuera para él. Pero detrás estaba el estado italiano y el plan de llevar inmigrantes a Mallorca. He podido encontrar planos de donde se construirían las casas y donde vivirían los colonos”, añade.
“Yo soy mallorquín y lo he enfocado mucho a Baleares” reconoce Aguilera. De hecho, la portada del libro la ilustra una foto de italianos en Mallorca, en la que se ve de fondo la bahía de Palma. “Venía muy bien para demostrar lo sueltos y lo felices que estaban los italianos durante la guerra, estaban totalmente acomodados en Mallorca, tenían muy buena vida y se sentían los reyes”, añade. “Y en la Isla se llegó a introducir el italiano en las escuelas públicas como lengua voluntaria. Tenían bases aéreas y navales e, incluso, el aeropuerto de Mallorca lo construyen los propios italianos”, refleja.
Pero en Canarias podía haber ocurrido algo similar con los alemanes. Sin embargo, para poder demostrarlo sería necesario comprobar si en los archivos alemanes existe algún plan de compra de fincas y si lo hicieron a través de empresas pantalla y testaferros. Se necesita comprobar en el certificado mercantil. Hablar con los descendientes de los testaferros. “Es algo complicado”, indica Aguilera.
Lo que sí ha podido confirmar con su investigación es que la Segunda República puso sobre la mesa los territorios periféricos de España: Marruecos español, Canarias y Baleares. El Marruecos español fue el único con el que se hizo una “oferta real” a la Italia de Mussolini, pero fue rechazada. “No les interesaba porque tenía frontera con Francia. Sin embargo, Baleares estaba alejada y no les daría ningún problema con Francia ni Reino Unido”, explica. Canarias y Baleares tan solo fueron una posibilidad que tanteó el Gobierno de Largo Caballero durante las negociaciones por las peticiones de los nazis y los fascistas.
Esos diálogos se sucedieron entre marzo y abril de 1937, cuando la Segunda República ve que está en clara desventaja. “Sabían que a largo plazo perderían la guerra si no conseguían apoyo extranjero”, relata Aguilera. A pesar del pacto de no intervención, la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini se volcaron en ayudar a Franco, mientras que el respaldo de la Unión Soviética no igualaba la contienda y ni Reino Unido ni Francia muestran ningún atisbo de participar.
“La ayuda que llega de la URSS lo hace tarde y mal. Además, está sometida a los ataques italianos en el Mediterráneo. Los barcos vienen desde el Mar Negro, tienen que cruzar el canal de Sicilia y luego pasar por Baleares. Y los italianos tienen barcos y aviones en Sicilia y en Baleares. Todos los barcos rusos que ven, los hunden. Y hay muchos envíos que se hunden o tienen que desviarse y se pierden. En noviembre de 1937 incluso deben suspender la vía de suministro del Mediterráneo y llevar los barcos por el norte de Finlandia y Noruega, por el Mar de Barents. Descargaban en Burdeos, llevaban la mercancía por tierra hasta Perpiñán y de ahí a la zona republicana. Se retrasaban meses los envíos y también dependía de que Francia dejase pasar el material”, ahonda Aguilera.
Es en este contexto en el que se produce la reunión en Mónaco del 7 de marzo de 1937. La última tuvo lugar en Estrasburgo, entre la Segunda República y la Alemania nazi, el 20 de abril de ese año. “Y justo seis días después, fue el bombardeo de Guernika. Después de esa salvajada ya no podían llegar a ningún acuerdo. Fue una noticia internacional y si se llega a saber que se acuerda un pacto con los nazis, pues quedaría bastante mal la república, fue como un punto de inflexión”, apunta Aguilera, matizando que “las negociaciones no se suspendieron porque Largo Caballero no había cerrado la puerta”.
El 15 de mayo de 1937 Largo Caballero es destituido y toma el mando el último presidente de la Segunda República, el canario Juan Negrín. “Al entrar un canario como presidente, yo creo que influye que se suspenda este plan y no se reanuden las conversaciones con Italia y Alemania”, interpreta Aguilera. Negrín se centró en buscar el apoyo de Francia y Reino Unido, además de incrementar la intervención de la URSS. “Llega un momento en el que ofrecen a los ingleses las mejores bases portuarias españolas que controlaba la República, Cartagena y Mahón, a cambio de su intervención”, menciona Aguilera. Pero no lo consiguió.
El periodista e investigador detalla que esto implicó el rechazo de muchos republicanos, como el capitán Alberto Bayo, quien lo denunció en sus memorias como una traición a España, porque entendía que ofrecer las mejores bases era como crear pequeñas colonias.
En el terreno especulativo, Aguilera se aventura a afirmar lo que hubiese sucedido de llevarse a cabo las cesiones de Canarias para los nazis y Baleares para los fascistas. “Hay que tener claro que tanto Alemania como Italia no participaron por razones ideológicas en la Guerra Civil, sino por intereses nacionales. Y si conseguían una ventaja estratégica, como una colonia o una base naval o aérea, se hubieran retirado porque ya tenían la ventaja para la guerra europea que sabían que iba a llegar”, manifiesta Aguilera. La Italia de Mussolini, de hecho, decía muy claro que solo sacrificaba a sus hijos cuando la nación estaba en peligro, no por una ideología.
En el III Reich, sin embargo, había reticencias a llegar a un acuerdo con los republicanos. Hermann Göring, uno de los líderes del régimen de Hitler, se oponía porque era el comandante de la Luftwaffe, la fuerza aérea, y quería probar sus armas en la Guerra Civil. Si hubiera tenido que retirarlas, le hubiese perjudicado en sus proyectos. Por contra, quien estaba más a favor de alcanzar un pacto con la Segunda República fue el ministro de Economía de Hitler Hjalmar Schacht.
Como moraleja, Aguilera concluye que con su libro trata de demostrar que “la soberanía nacional es de todos y que vale tanto un pedazo de tierra de Mallorca o Canarias como de Madrid o Barcelona. La soberanía nacional no se tiene que tocar”.