La emigración de mujeres canarias a América es poco conocida y está pendiente de investigar, pues la Historia ha silenciado el protagonismo de miles de isleñas que cruzaron el Atlántico, a veces en condiciones infrahumanas, y en ocasiones algunas fueron víctimas de la “trata de blancas”.
Así lo manifiesta la catedrática de la Universidad de La Laguna Teresa González, quien afirma que urge revisar la visión de la Historia construida desde la perspectiva masculina. Los historiadores no prestaron atención a las emigrantes “y la ignorancia acompañó al éxodo femenino”, pues se incluyen en el colectivo migratorio de forma genérica.
Las mujeres emigrantes son poco conocidas aunque desempeñaron un papel especial en los territorios recién descubiertos y muchas generaciones de isleñas cruzaron el Atlántico con rumbo al Nuevo Mundo pero, sin embargo, su quehacer permanece ignoto e irreconocido para la mayoría de los estudiosos. Teresa González, que ha publicado en 2006 un estudio titulado Mujeres y Emigración: Mujeres canarias de ayer en el éxodo americano, prologado por el americanista Manuel de Paz, afirma que con este trabajo ha pretendido rescatar del olvido a las emigrantes isleñas, aunque la aportación es limitada “pues se halla condicionada por la escasez de documentos y referencias a las mujeres”.
Aunque es difícil de determinar la cifra de la emigración femenina, según algunos autores las mujeres representan el 25% del total de isleños que participaron en la colonización de América y formaron parte de las expediciones que poblaron la Luisiana, San Antonio de Texas, Montevideo y otros lugares del continente fundados por canarios. Sin embargo, el papel de las isleñas permanece “invisible” y a pesar de que en 1972 la americanista Analola Borges planteó la necesidad de rescatar del olvido a las mujeres, reconocer la importancia de la emigración femenina canaria y realizar una investigación específica en este campo, no se ha avanzado lo suficiente.
En general, la segregación sufrida por las mujeres es un particular tipo de “apartheid” que las sumió injustamente en el anonimato y el olvido a pesar de su valiosa aportación, precisa la catedrática.
Claves en la consolidación de la identidad
Las mujeres contribuyeron al poblamiento, al establecimiento de redes étnicas y familiares así como a la transmisión cultural y han sido “claves” en la consolidación de las señas de identidad de los canarios en América, además de estrechar los vínculos entre sus paisanos y fomentar la práctica de sus creencias y cultos religiosos. Ellas constituyeron un elemento clave en las colonias, en el proceso de integración de la nueva sociedad y en la identidad cultural.
Hacia América partieron “mujeres cultas e iletradas, sencillas y cargadas de responsabilidades que dieron impulso a la vida en las colonias y contribuyeron a su prosperidad”. Y posteriormente, después de la independencia contribuyeron también al desarrollo de las nuevas naciones o repúblicas.
Pero las isleñas fueron igualmente emigrantes humildes y trabajadoras que en busca de un porvenir se trasladaron, sobre todo, a Cuba y Venezuela en los años de economía difícil. Las canarias abandonaron su tierra en busca de mejores perspectivas pero en ocasiones su incultura fue aprovechada por los empresarios que abusaban de su ignorancia utilizando contratas con cláusulas engañosas y falsas promesas, advierte Teresa González.
Un capítulo muy escabroso y muy triste fue su explotación como prostitutas en Cuba, pues hubo casos de isleñas que fueron llevadas a los prostíbulos de La Habana, incluso algunas vendidas como mercancías en el muelle. Ayer, igual que hoy, resultó un negocio muy rentable especulando con la dignidad y los derechos humanos, y abusando de la pobreza económica de las inmigrantes.
En suma, las mujeres eran sostenedoras de sus familias y tuvieron que sortear dificultades para ganarse el sustento, rompieron con los esquemas tradicionales y se aventuraron a buscar una mejor forma de vida, añade. A veces emprendieron el viaje de forma clandestina y al llegar a América fueron detenidas y conducidas a campos de concentración, como sucedió en Venezuela.
Las emigrantes fueron explotadas a veces por los propios familiares y encontraron una vida llena de dificultades en un medio adverso. También es preciso recordar “al grupo de incautas a las que el destino les deparó la caída en manos de comerciantes sin escrúpulos”, pues la emigración femenina constituyó “un lucrativo negocio para las redes de la prostitución que operaban desde las islas trasladándolas a Cuba, donde fueron víctimas de la trata de blancas. Estas isleñas escribieron una de los páginas más tristes en América”.
“Muchas de ellas atravesaron el océano con la esperanza de conseguir un trabajo y el alimento para sus familias que quedaban atrás en un viaje tentador, a veces engañoso, que se convertía en una trampa con un final dramático y desencantado a tanto esfuerzo inútil”, puntualiza. La catedrática subraya que un buen número de desafortunadas “de manera involuntaria se vieron sometidas a la esclavitud del sexo” y detalla que habitualmente se ha prestado atención a mujeres célebres o vinculadas a algún personaje ilustre, pero no al nutrido grupo de mujeres de los sectores populares que emigraron a América.
La cantidad “ingente y silenciosa de isleñas” que contribuyeron a la evolución de la población y de la economía, con su aportación al desarrollo agropecuario, industrial y mercantil, no han recibido el tratamiento que merecen ni han sido dignificadas por la Historia, añade. La Historia “ha desestimado la diáspora femenina” y su protagonismo ha sido marginado, detalla la catedrática, que explica que las emigrantes isleñas desempeñaron los oficios tradicionales, como servicio doméstico, costurera, camarera, negocios familiares, y también hubo maestras y profesoras que sobresalieron en América por su quehacer.
Las mujeres fueron sostenedoras de la economía, especialmente en el campo, aunque ese trabajo sea ignorado incluso por las estadísticas, afirma González, quien cita a emigrantes cultas que constituyeron una minoría “selecta”, como Juana Fernández Ferraz, Caridad Salazar Fernández y Mercedes Pinto Armas. Otras mujeres han destacado en América por ser ascendientes de hombres ilustres, como Leonor Pérez, madre de José Martí, e igualmente descendientes de isleños destacaron por su valiosa obra, como Josefina Vicens, que aunque nació en Tabasco (México) era hija de un inmigrante canario y sobresalió como escritora.