El sobrepeso y la obesidad, que afectan al 60% de la población adulta y superan al 10% de la infantil, son los principales trastornos alimenticios de características contrapuestas que padecen los españoles, hecho que ocurre “por primera vez” en nuestra “larga historia evolutiva”.
En una entrevista, el catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada, José Mataix, alertó de que el trastorno “preocupante” es el que afecta a la conducta alimentaria, la anorexia nerviosa, presente en más de trescientas mil personas, la mayoría jóvenes y mujeres.
Las soluciones nutricionales para remediar cualquiera de estos tres trastornos pasarían por establecer normas e incluso leyes que impidan los factores de riesgo que afectan a esas enfermedades, pero en opinión de Mataix, “es difícil sino imposible” modular el comportamiento alimentario humano de esta manera.
Por esto, recomendó en el caso de la obesidad una educación nutricional y alimentaria dentro de la orientación para la salud, así como la práctica del ejercicio físico que también ayudaría a paliar el sobrepeso, mientras que la salida para la anorexia es “más compleja” porque su causa es también multifactorial, en donde “la propia sociedad que hemos creado desencadena su génesis y dificulta su solución”.
En esta línea, manifestó que cuando contempla a un obeso mórbido le despierta “un sentimiento de pena”, porque salvo “algún inconsciente”, los que la padecen tienen en general una carga genética que las conduce a la obesidad mucho más fácilmente que a otras, y recalcó que para eludirla tendrían que hacer tales sacrificios que “me gustaría saber si los que no la padecemos, lo hubiéramos podido evitar”.
Sin embargo, argumentó que sus sentimientos hacia un niño con sobrepeso y “más aún con obesidad” son de indignación, porque aunque pueda existir una base genética que favorezca el problema, se da por una falta de responsabilidad de los padres, que no educan y no imponen hábitos alimentarios saludables.
Respecto a la cirugía bariátrica como tratamiento para la obesidad valoró que solamente se debe aplicar en el caso de obesidades mórbidas, debiendo además reunir el paciente una serie de condiciones muy estrictas que son analizadas por un equipo médico, quirúrgico, psicológico y nutricional complejo.
A esto hay que unir el conocimiento tanto del paciente como de su familia de que es una operación de alto riesgo, aspecto que cuando ocurre una muerte por este tipo de intervención parece que “nos sorprende y desgraciadamente no debe ser así”.
Además, aconsejó que si estos pacientes quieren mantenerse en un peso adecuado tras la cirugía deben hacer renuncias alimentarias que les impedirán disfrutar de una alimentación placentera toda la vida.
Por otro lado, alertó de que gran parte de los productos que giran alrededor de la obesidad son falsos o envueltos en justificaciones que entran en el “mundo de la burla y la picaresca sin base científica alguna”, además de aquel personal que se considera especialista sin la suficiente preparación y empresas que facilitan todo lo anterior, guiadas por intereses económicos, aunque también existan compañías y personal serio.
Respecto a la ley antialcohol retirada por el Gobierno, Mataix dijo que el vino presenta “menor riesgo” y forma parte del patrimonio económico, cultural y mediterráneo de una “importancia elevadísima”.
Destacó que cualquier medida que le afecte y sobre todo si tiene incidencia económica y social exige de cautelas que eviten daños, al tiempo que alegó que tampoco se puede decir que es un alimento como cualquier otro, ni tampoco afirmar que es bueno para la salud, porque puede serlo en algún caso concreto y no en otros.