En La Palma vuelve a reinar el silencio. Fueron tres meses de ruido permanente. De un volcán que no dejó de rugir, de caos en las carreteras y de visitas constantes de políticos y medios de comunicación nacionales e internacionales. “Ya no estamos en el foco, y las donaciones que recibimos al principio ahora son puntuales”, dice Javier Salinero. El vecino de El Paso es vicepresidente de la asociación Tierra Bonita, constituida después de la erupción de Cumbre Vieja con el propósito de “llegar a donde la administración no llega” y de mantenerse al pie del cañón “como mínimo” cinco años más. Salinero abre la puerta de un local recién estrenado. En el escaparate, un majot de ciclismo naranja que permitió que la organización no gubernamental pudiera conseguir 104.000 euros para ayudar a los palmeros. “Contábamos con vender 300 o 400, y vendimos 4.000 en diferentes puntos del mundo”.
Repartir esa cantidad entre todos los vecinos dañados por el volcán “no daría para mucho”. Entonces, los miembros de Tierra Bonita advirtieron una necesidad no cubierta. “Las casas destrozadas por la lava eran el drama más grande, pero había personas con los tejados de sus viviendas llenos de ceniza”. Entonces, compraron una pala y contrataron a personas damnificadas para limpiar la arena que cubría los pueblos del Valle. “Si conseguíamos acabar con las toneladas de ceniza, podríamos salvar a muchas familias de quedarse sin hogar”. Tras unos meses en los que la UME se ha hecho cargo de esta tarea por la presencia de gases tóxicos, la ONG ha vuelto al trabajo de retirada de material volcánico.
Al mismo tiempo se han embarcado en nuevos cometidos, como la venta de camisetas solidarias en todos los colegios de España por menos de cinco euros. Tierra Bonita y las asociaciones de padres y madres de otras comunidades autónomas colaborarán para recaudar fondos. “No queremos poner un precio muy alto para que todas las familias puedan comprar una”. Después del éxito en la venta de los majot, la ONG se prepara para lanzar otra tanda al mercado. También sacarán camisetas con el logo de los diferentes cuerpos que trabajaron en la emergencia, como la Guardia Civil o la UME.
Los palmeros que combinan su trabajo con la solidaridad también actúan mano a mano con los damnificados. Javier Salinero recuerda a un pastor que vio su granja arrasada por las coladas el segundo día de erupción. “Acababa de hacer una inversión grandísima en maquinaria, pero solo se llevó a sus cabras. Le hemos ayudado a rehabilitar una granja abandonada y a comprar lo que necesita para seguir fabricando quesos”. Según el pastor, si las ayudas públicas llegan a mitad de 2022, él “ya estará muerto económicamente”.
Tierra Bonita también ofrece transporte a las personas que necesiten trasladar enseres, jaulas para las asociaciones que se están haciendo cargo temporalmente de los animales y material para reformar casas. “No habríamos podido dormir por las noches si no hubiéramos hecho esto”, asevera Salinero.
La solidaridad con el pueblo palmero sigue traspasando fronteras. “No nos olviden, esto no ha hecho más que empezar”. A Alfonso Caride, portavoz de la asociación Solidaridad con La Palma, esta frase se le grabó a fuego. Por esta razón, no piensan desaparecer. “Los palmeros sabían que esto iba a pasar, que los iban a olvidar, y desde el primer viaje nos lo dejaron claro”. La erupción de Cumbre Vieja le pilló en el aeropuerto de Madrid. Mientras esperaba por su vuelo al Archipiélago, comenzó a hacer llamadas telefónicas para encontrar la manera de ayudar. De esta forma, 20 personas de toda España hicieron equipo para acompañar a los damnificados de la erupción.
En su primer desplazamiento a La Palma, identificaron que las principales necesidades de la gente eran materiales: ropa, comida y enseres. Querían ir más allá, por lo que se dispusieron a conseguir estanterías donde ordenar todas las donaciones en los pabellones municipales. Otra de sus primeras acciones fue rehabilitar a toda velocidad una vivienda cedida en la que vivirían después un matrimonio, sus dos hijos pequeños y la abuela.
Mientras la catástrofe hacía de las suyas en la isla, se iba acercando la Navidad. “Nos preocupaban especialmente los niños. Sabíamos que iban a ser unas fechas difíciles por lo que lanzamos una campaña que se llamaba ”Apadrina a un niño“, cuenta Caride. Los niños escribieron sus cartas a los Reyes Magos y, a través de este proyecto, las familias voluntarias elegían un menor al que comprar los regalos. ”En sus cartas no mencionaban al volcán, pero muchos lo que pedían eran sábanas para su cama“, recuerda el portavoz de la asociación. Para esta tarea contaron con la colaboración de la concejal de Servicios Sociales en el Ayuntamiento de El Paso, Ángeles Fernández.
Los niños “han pasado meses sometidos a mucha presión”, viviendo tres meses bajo la ceniza, el ruido y, en algunos momentos, sin poder ir a clase. “Han vivido mucho estrés y muchas veces no quieren despegarse de sus padres y los adultos no tienen tiempo ni para llorar”. Así, la asociación ahora está inmersa en el proyecto Sonrisas por La Palma, que pretende organizar viajes a Tenerife de un fin de semana para menores de entre 8 y 11 años. El objetivo es que los pequeños “puedan salir de un entorno duro y se sientan embajadores de su isla”. “La dimensión de la catástrofe ha hecho que las necesidades sean continuas. Si no echamos una mano, ¿para qué estamos aquí?”.