La presidenta del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, Ángeles Carmona, dedica sus primeras palabras a la memoria de las víctimas mortales de la violencia machista a condenar de forma enérgica y contundente este tipo de crímenes, que han aumentado de forma muy preocupante tras el levantamiento del estado de alarma, el pasado 9 de mayo. Desde ese día, han sido asesinados 10 mujeres y un menor; desde principios de año, la violencia machista se ha llevado por delante la vida de 21 personas, 18 mujeres y tres menores.
Mención especial quiere hacer la presidenta del Observatorio al caso de las dos niñas de Tenerife, Anna y Olivia, una de las cuales fue hallada muerta el pasado viernes. “Se trata de la manifestación más cruel y despiadada de la violencia machista, que el maltratador ejerce sobre los hijos e hijas de las víctimas, en muchos casos también hijos suyos, para causar el mayor dolor que se puede infligir a una madre”, ha declarado.
Por todo ello, Carmona alerta de que la disminución, entre enero y marzo de este año, del número de denuncias, de víctimas y de órdenes de protección no supone un descenso real de la violencia machista en nuestro país. Esos números son aún reflejo del efecto causado por la crisis sanitaria en este ámbito, donde las restricciones a la movilidad han supuesto un escollo más para las víctimas a la hora de dar el paso y denunciar. De hecho, desde que se decretó el estado de alarma, el 14 de marzo del pasado año, se ha producido un descenso más o menos acusado, pero constante, de esos indicadores.
En opinión de la presidenta del Observatorio, los asesinatos ocurridos desde el 9 de mayo -uno cada 3 días- ponen de manifiesto que la violencia machista ha estado larvada durante la crisis sanitaria y, con el regreso a nuestros hábitos previos a la pandemia, se ha vuelto a mostrar con toda su crueldad. Las restricciones a la movilidad han permitido a los maltratadores tener el control absoluto sobre sus víctimas. Con la vuelta a la normalidad, la situación ha cambiado: ha desaparecido ese férreo control y la consecuencia es la que todos estamos presenciando con horror.
Por tanto, no se puede bajar la guardia. Ni las instituciones, cuyo deber es proteger a las víctimas de la violencia machista y no dejar impunes estos delitos; ni tampoco el conjunto de la sociedad, pues en nuestras manos, en las de cada ciudadano, está la posibilidad de prestar ayuda a una mujer que está sufriendo malos tratos.