Los chabolistas de Tamaraceite siguen esperando por sus casas 16 años después
En el paseo Los Mártires, en el barrio de Tamaraceite, llevan desde 1999, época en la que José Manuel Soria era alcalde, esperando a un plan de rehabilitación que les arregle las viviendas en las que la aluminosis, las humedades y el hacinamiento hacen insalubre la vida. Hace 16 años el por entonces alcalde les había remitido una carta informándoles que iban a cambiarles las casas por unas nuevas, pero hoy en día solo unos pocos han podido dejar estos bloques.
Esta parte del distrito cinco de la capital grancanaria está compuesta por 354 viviendas, nombre con el que se le conoce comúnmente, aparte de 20 chabolas en las traseras de los bloques y 22 sótanos en los que viven familias con el aire viciado y la luz y el agua cedida por los vecinos. Los bloques de viviendas fueron construidas por el Patronato Francisco Franco de Las Palmas hace casi 50 años y en nuestros días están a la espera del plan de renovación urbana que ha sido incumplido. En la calle cercana al ambulatorio se puede ver un cartel en el que se ve un proyecto de rehabilitación que pretendía realizarse entre 2005 y 2008, hoy, siete años después, no se ha realizado nada.
En 2010 la por entonces ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, pedía “confianza y paciencia” a los vecinos, quienes siguen habitando unas casas destartaladas, en unos edificios de cuatro plantas sin ascensor y escaleras estrechas que hacen que los propietarios, muchos de ellos ancianos, no puedan salir a la calle. Mientras en la parte baja familias de cuatro o más miembros viven en sótanos de unos 40 metros cuadrados. “No se vive mal” comenta una vecina, que reconoce que lo único que puede hacer ante esto es “resignarse”.
Algunas de estas chabolas son legales, aunque la mayoría no. Las que tienen luz y agua son porque pagan a medias con propietarios de los edificios, sin duda, la ayuda entre los vecinos hace que la difícil situación no explote.
Antonio Rodríguez, representante de Platamaraceite 354, explica que ahora existe la opción de irse a unas viviendas de protección oficial que están construyendo a unas manzanas de estas, pero sin embargo la mayoría no pueden pagársela. Como explica un propietario de uno de los sótanos, la opción que les dan es entregar los papeles de su casa y pagar la diferencia de metros respecto a las nuevos pisos (que rondan los 68 metros cuadrados), pero resalta “no me voy a hipotecar para perder lo único que tengo” ya que los precios, según la propiedad que tenga la infravivienda de cada uno, se sitúa entre los 15.000 y los 30.000 euros. Sobre el tema de las nuevas viviendas Rodríguez también indica que, en el momento que por fin se puedan trasladar a ellas, lo ideal sería un trabajo social que también enseñe a convivir a los vecinos para evitar problemas como ha sucedido en otras viviendas sociales que se han entregado.
Los servicios de limpieza no se meten en las traseras de estas calles en las que están las chabolas, y los más pequeños no cuentan con ningún parque infantil en el que entretenerse, solo una cancha de fútbol en la que pueden jugar cuando los más grandes del barrio no están. Mientras, Rodríguez sigue clamando por un local en el que poder realizar actividades para el barrio y seguir ayudando a la gente de él ya que su asociación trabaja sin tener un espacio donde poder guardar las cosas. Nunca el nombre de una calle había hecho tanta justicia a sus habitantes.