Lorenza Machín tiene 76 años y desde que cumplió 60 vive una relación con otra mujer. Su vida cambió tras cuatro décadas de matrimonio con un hombre. Tras el divorcio, explica que empezó a volar. “El amor tocó en mi puerta, al borde del ocaso. Su mirada en mí posó cuando mi alma estaba muerta”, dijo esta semana en el primer Congreso Internacional de Feminismo y Lesbianismo celebrado en Tenerife. Relata que su vida ha estado atravesada como la de todas las mujeres por el patriarcado, pero en su retroceder en el tiempo se ha dado cuenta de algo “maravilloso” y es que siempre ha estado rodeada de mujeres, que la han apoyado en los momentos más duros. Su viaje hasta conocer a su actual pareja lo ha resumido en el reciente libro Caminando, una antología de una vida que es un ejemplo para otras generaciones, por lo que sigue visibilizando su historia. En él recoge además las distintas luchas de las que ha formado parte, como una de las impulsoras de CCOO en Fuerteventura o ligada la defensa por el derecho al trabajo, la paz, la sanidad o la educación. La activista explica a Canarias Ahora que sigue contando su historia para que la gente la joven siga luchando por sus derechos y que ayude a otras personas de su edad a que puedan romper el silencio.
Para la psicóloga especializada en atención a lesbianas y bisexuales, Paula Alcaide, “esto es como una tela de araña que cuando una se visibiliza sirve de referente para otras y, por lo tanto, en todas las disciplinas y ámbitos faltan justamente personas que lo verbalicen”. La experta añade que con estos relatos, las mujeres empiezan a sentirse acompañadas y no se sienten tan fuera de lugar. “Desde la sororidad y colectividad la autoestima mejora muchísimo”, remarca. La discriminación que aún existe en la sociedad es precisamente lo que dificulta el proceso de autoaceptación para muchas mujeres, unos miedos que no dependen tanto de la edad sino del entorno y la educación. No obstante, matiza que “generaciones más mayores tienen más incorporados esos mensajes de que ser lesbiana es algo negativo y genera lo que se llama lesbofobia interiorizada”, generado por el “miedo al rechazo”.
Lorenza Machín ha vivido la mayor parte de su vida en Fuerteventura y recuerda que su educación estuvo marcada por los valores del catolicismo y la falta de información durante su infancia y adolescencia. “¡Cuanto daño ha hecho la Iglesia!”, apunta. Los sueños de salir de casa y esa educación machista y patriarcal hicieron que “soñara con un príncipe azul que me sacara de allí” y así fue como vivió casada 40 años, un matrimonio del que destaca lo que considera su “mayor tesoro”, sus hijos. Después de los 60 le llegó esa recompensa, su compañera de vida con la que espera aprovechar cada segundo de vida. “Sigo disfrutando con los ocasos, las autoras o con un cuadro bonito”, afirma. En el repaso de su vida recuerda como tres señoras mayores de su barrio la ayudaron mucho cuando se quedó embarazada a los 19 años. “Hoy, yo soy la señora mayor que intenta hacer ver que si tenemos unas obligaciones, también tenemos unos derechos y no se le debe negar a las niñas el derecho a vivir en igualdad”, subraya.
“Necesitamos más psicología feminista interseccional”
La psicóloga Paula Alcaide, destaca que además de problemas de “autoaceptación”, es decir, para visibilizar la orientación sexual, se encuentra con mujeres en su consulta que se cuestionan cómo relacionarse. Es decir, que necesitan sentir que forman parte de un grupo, esa sensación de pertenencia y “de alguna manera en un entorno heteronormativo la sensación de pertenencia se ve como dificultada” al no encontrar iguales. Así mismo, se encuentra problemas de pareja en el sentido de cómo se relacionan dos mujeres y qué problemas puede tener también en sus propios procesos de autoaceptación, es decir, “encontramos lo que llamamos disparidad homofóbica” que una las mujeres de la pareja sea más visible, está más fuera del armario y la otra tiene mucha más lesbofobia interiorizada. Por ello, tienen mucho miedo al qué dirán si salen de la mano con su pareja por la calle y procesos de vergüenza, culpa, miedo…
Alcaide subraya que en la consulta se trabaja la psicología afirmativa. Para ello se trabajan los miedos a las pérdidas reales o imaginarias, es decir, “a veces son pérdidas que sí pueden ser reales y se fortalece la autoestima para que afronten esos riesgos o ese momento con la familia o el trabajo y por otro lado se trabajan los mensajes que han incorporado, los mensajes que han interiorizado sobre qué significa ser lesbiana, y cómo pueden vivir su identidad de una manera positiva”, resume. A partir de ahí, la experta señala que se realiza un proceso de entrenamiento en el cual van conquistando espacios “que al principio vives como inseguros y vas conquistando y van notificando su identidad lesbiana. Así, poco a poco van cogiendo esa confianza en sí misma”. Por otro lado, destaca que se puede trabajar también con familias y en prevención del bullying homofóbico.
En cuanto a las relaciones de pareja también recuerda que la sociedad tiende a asumir que todo el mundo es heterosexual y es la “heteronormatividad la que hace que luego muchas mujeres no sepan cómo relacionarse entre ellas o no encuentren referentes de hasta qué punto es normal o no lo que les pasa en lo referente a las parejas”. Para ello, Alcaide ha escrito el libro Cómo superar un bollodrama, un manual de psicología que habla específicamente de las relaciones afectivas entre mujeres. La experta remarca que existe una doble discriminación por ser mujer y por ser lesbiana y que a ello se le suman otras intersecciones, por ser migrada, por etnia, por discapacidad o por otros ejes y por ello “necesitamos más psicología feminista interseccional”. También apunta que el hecho de ser mujer conlleva doble riesgo de tener depresión y ansiedad y que se trata de un problema estructural.
Lorenza Machín insistió esta semana en que no se devalúe ni arrincone a las mujeres mayores y que se tenga en cuenta el hecho de ser lesbiana si algún día tiene que entrar en una residencia de mayores, donde aboga por que existan protocolos para no ser separada de su pareja y para que se les respete si en un baile se quieren dar un beso, por ejemplo. Unas percepciones que ha compartido en un congreso inaugurado por la directora del Instituto de las Mujeres, Beatriz Gimeno y la directora del Instituto Canario de Igualdad, Kika Fumero, que han recordado que “el amor entre mujeres es un acto revolucionario”. En ellas han contado sus duros testimonios mujeres como Sonia Vivas, expolicía o Mónica Tereza Azeredo, cuya pareja Marielle Franco fue asesinada en Río de Janeiro.
La activista feminista insiste en que aunque se ha avanzado en la conquista de derechos, aún existen otros que hay que lograr. “No hemos conseguido todo y hay que seguir luchando en la calle”, remarca. Recuerda que desde niña le dijeron que las mujeres llevamos una “cruz” que tenemos que soportar toda la vida y que hoy día aún predomina un sistema patriarcal y machista que hace que no se enseñe igual a niños que a niñas. “Nosotras luchamos para que vaya desapareciendo ese sistema y estamos marcadas y encima eres lesbiana el sistema es mucho peor y si, como en mi caso, eres una persona mayor aún peor”, insiste.