El volcán Tagoro ha seguido emitiendo importantes cantidades de hierro al océano en los años siguientes a su erupción que han fertilizado de forma natural esas aguas, lo que ha propiciado toda una explosión de vida en el que probablemente será el primer Parque Nacional Marino de España.
Cuatro investigadores del Instituto de Oceanografía y Cambio Global de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (IOCAG) y de la delegación en las islas Instituto Español de Oceanografía (IEO) publican este mes en la revista Marine Chemistry un nuevo trabajo sobre las consecuencias que tuvo para la biodiversidad marina de El Hierro la erupción que comenzó el 10 de octubre de 2011.
El nacimiento del volcán Tagoro provocó en sus primeros meses anomalías en la temperatura, acidez y composición química de las aguas del Mar de las Calmas de tal magnitud, que borraron del mapa todo rastro de vida en el que hasta entonces era uno de los destinos de buceo más cotizados del mundo, debido a la riqueza de sus fondos.
Sin embargo, los mismos equipos científicos que habían seguido en directo ese fenómeno natural comprobaron en los meses siguientes a la erupción que la vida estaba regresando a esos fondos marinos a toda velocidad y, en algunos casos, incluso con más vigor que antes.
De hecho, los clubes de buceo de La Restinga, el puerto más cercano al cráter del volcán, llevan tiempo anunciando que perciben en el Mar de las Calmas una cantidad de vida sorprendente, que los avistamientos de cetáceos han aumentado y que cada vez resulta más frecuente observar allí especies hasta hace poco muy esquivas.
El trabajo que publican este mes Carolina Santana González, Magdalena Santana Casiano, Melchor González (del IOCAG) y Eugenio Fraile (del IEO) explica por qué: el propio volcán submarino ha generado en los últimos años a su alrededor “condiciones óptimas para la regeneración del área”, al elevar muy por encima de lo normal los niveles de hierro disuelto y reducir el pH del agua.
Sus conclusiones se nutren de los datos tomados directamente sobre el volcán por el buque Ángeles Alvariño, del IEO, en las campañas Vulcano de octubre de 2013, marzo de 2014 y mayo de 2015.
En esas tres campañas se detectaron altas concentraciones de hierro (Fe II) en la columna de agua situada sobre el cono del volcán, con anomalías que multiplicaban hasta por 30 veces los niveles de su entorno más cercano, ya de por sí elevados (casi 49 nanomoles de hierro por litro en algunos puntos, frente a los valores de 1,5 a 200 metros de profundidad y de 7,3 a 100 metros).
En la campaña de 2013, las anomalías de hierro disuelto se apreciaban a partir de los 100 metros de profundidad. En las de los dos años siguientes, se notaban a partir de los 25 metros, coincidiendo con las capas de agua con mayores niveles de clorofila, indicativos la fotosíntesis que realizan los seres vivos situados en la base de la cadena alimenticia del océano: el fitoplancton.
Los autores de este trabajo subrayan que el hierro disuelto es uno de los nutrientes “más bioasimilables por parte de los organismos”, pero también recuerdan que, en el mar, el hierro se mantiene poco tiempo en ese estado, porque se oxida rápidamente, forma otros compuestos químicos y se precipita hacia el fondo.
En el caso del volcán Tagoro los científicos han detectado que, aunque la erupción se detuviera en marzo de 2012, siguen activos varios “respiraderos hidrotermales” de los que emana agua rica en hierro y dióxido de carbono (CO2). Y, además, en una proporción muy favorable para la vida, porque el CO2 baja el pH del agua a cotas que facilitan que el hierro pase a los microorganismos.
“Las elevadas concentraciones de hierro disuelto y los bajos niveles de pH asociados a ellas han actuado como un importante fenómeno de fertilización del mar en el entorno del volcán Tagoro, en la isla de El Hierro, y han proporcionado condiciones óptimas para la regeneración del área”, concluye el trabajo.