El colectivo de arqueología social Imastanen alertó este sábado del comienzo de las obras del polémico circuito del motor de Tenerife, en la zona de Arogo (municipio sureño de Granadilla de Abona). Tras ser avisado por vecinos de la zona, miembros de este grupo se desplazaron a la zona y fotografiaron en la mañana de ayer el nuevo cartel colocado estos días, al tiempo que hablaron con trabajadores presentes de la empresa que se encargará de las excavaciones, a los que explicaron la presencia de diversos yacimientos arqueológicos a los que pueden afectar estos trabajos.
El grupo comprobó también que el perímetro de la obra se está vallando y le informaron al área insular de Patrimonio de las novedades y su responsabilidad de proteger este legado aborigen. De hecho, y tras los pertinentes permisos para realizar el análisis, el año pasado se notificaron a la dirección general de Protección de la Naturaleza del Gobierno de Canarias y al área de Planificación del Territorio, Patrimonio Histórico y Turismo del Cabildo de Tenerife un total de 19 unidades arqueológicas existentes, 17 etnográficas y 3 arquitectónicas.
El grupo confía en que, dado el compromiso de las administraciones competentes, se proteja estos yacimientos, aunque teme que haya consecuencias, sigue oponiéndose a este equipamiento y se pregunta por el destino “de toda esa riqueza patrimonial de no haber sido comunicada su existencia hace un año, en el marco de una polémica obra que se viene prolongando intermitentemente durante años, con trabajos de desmonte y la construcción de vías estructurantes”.
Asimismo, pregunta cuál ha sido el final de los bienes arqueológicos y etnográficos extraídos y trasladados de su contexto original, “que han perdido gran parte de su valor, lo que impide su posible estudio y, por tanto, la afección será irreversible”. En este sentido, recuerdan que “el contexto arqueológico de unos grabados contiene muchas claves y significados que solo alcanzan sentido en el enclave de origen; es decir, allí donde fueron realizados. Las motivaciones que llevaron a los guanches a realizar estas manifestaciones rupestres, en muchos casos para sacralizar puntos concretos del territorio, aún siguen siendo parcialmente una incógnita y el estudio de estos valiosos yacimientos in situ ofrecería mucha información invaluable sobre nuestros antepasados, sus creencias y forma de vida”.
Por supuesto, y como hasta ahora, avisan de las consecuencias de que este legado se mantenga en medio de una instalación como un circuito del motor. “Se nos hace difícil entender cómo esos otros yacimientos que, por sus características y fragilidad, no pueden ser extraídos sin ser dañados irreversiblemente lleguen a convivir y mantener su dignidad y significado cultural originarios entre aparcamientos, gradas, curvas y rectas de asfalto de un circuito automovilístico concebido para albergar competiciones de alta velocidad”.
Por eso, advierten de que seguirán “de cerca los próximos movimientos en una obra que, según nuestro modo de ver, evidencia de forma clara la incompatibilidad entre la voluntad de preservar y proteger nuestra riqueza natural, el legado cultural y patrimonio identitario y el modelo de desarrollo que plantean los actuales gestores del territorio”.