Espacio de opinión de Tenerife Ahora
Cinco días sin teléfono
Sospecho que nos hemos vuelto seres errantes. Como nómadas, con la vida a cuestas. Que llevamos encima todo lo importante. Que nuestro mundo se ha concentrado. Se ha vuelto móvil hasta hacerlo irreconocible, hasta el punto de sentirnos huérfanos si perdemos el teléfono. ¿Quién me hubiera dicho hace diez años que le dedicaría un artículo a mi smartphone? El entorno ha cambiado, las prioridades han cambiado. Y tú has cambiado, aunque no quieras reconocerlo, al ritmo de la tecnología.
Nos hemos vuelto hipersociales, necesitados de estar siempre conectados a los demás, de tenerlos a mano todo el tiempo. Nos hemos vuelto impacientes, con la preocupación de que todo ocurra ya: yo te pregunto, tú me respondes. De prisa, corriendo. Ahora. Nos hemos vuelto hipercríticos: no queremos intermediarios. Si tú empresa me presta servicios, necesito de ti una solución inmediata. Si tú eres mi Gobierno y fallas, quiero contarlo, expresar mi rabia, pedirte una explicación. Si tengo alguna inquietud, iré a alguna plataforma para recoger firmas en tu contra. Desde el sofá de casa, en la cafetería, en la guagua. ¿Seguiremos saliendo a la calle a protestar dentro de unos años?
Lo quieras o no, los dispositivos son ahora nuestra vida. A través de ellos compramos o nos decidimos por esto o por aquello. Viajamos. Tomamos fotografías y vídeos. Encontramos los lugares a los que queremos llegar. E, incluso, amamos. El lugar físico es lo de menos. Lo demás es la herramienta. El teléfono, la tableta, el portátil…
Podrías decir que nos hemos vuelto más libres. Y en parte es así. Pero nunca como ahora nadie había tenido un acceso tan sencillo a nosotros, a nuestras vidas, a nuestros hábitos de consumo. Las llamamos redes sociales, pero su valor no reside en la utilidad que tienen para ti, sino en el valor que tus hábitos tienes para ellas, para sus clientes.
La pasada semana estuve cinco días sin teléfono móvil. Y admito algo insólito: podría contarlos entre los más angustiosos de mis últimos años. Sin acceso a mis amigos, a mis cuentas bancarias, a mis redes (sociales), a mi agenda… A mi vida, en general.
Y no creo que nada de esto vaya a cambiar, sino todo lo contrario. Menos mal que Dios inventó la “nube”.
Sospecho que nos hemos vuelto seres errantes. Como nómadas, con la vida a cuestas. Que llevamos encima todo lo importante. Que nuestro mundo se ha concentrado. Se ha vuelto móvil hasta hacerlo irreconocible, hasta el punto de sentirnos huérfanos si perdemos el teléfono. ¿Quién me hubiera dicho hace diez años que le dedicaría un artículo a mi smartphone? El entorno ha cambiado, las prioridades han cambiado. Y tú has cambiado, aunque no quieras reconocerlo, al ritmo de la tecnología.
Nos hemos vuelto hipersociales, necesitados de estar siempre conectados a los demás, de tenerlos a mano todo el tiempo. Nos hemos vuelto impacientes, con la preocupación de que todo ocurra ya: yo te pregunto, tú me respondes. De prisa, corriendo. Ahora. Nos hemos vuelto hipercríticos: no queremos intermediarios. Si tú empresa me presta servicios, necesito de ti una solución inmediata. Si tú eres mi Gobierno y fallas, quiero contarlo, expresar mi rabia, pedirte una explicación. Si tengo alguna inquietud, iré a alguna plataforma para recoger firmas en tu contra. Desde el sofá de casa, en la cafetería, en la guagua. ¿Seguiremos saliendo a la calle a protestar dentro de unos años?