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El atraso de Canarias

El ministro de Industria en funciones, el presidente del Gobierno de Canarias y el presidente del Cabildo de Tenerife, en organizada comandita o en incompetencia astral, se han propuesto paralizar el futuro energético de Canarias. Esta especie de trío de las Azores en versión local se han repartido las instrucciones dictadas por las multinacionales eléctricas y, en obediencia ciega, se ocupan de imponer el gas en Canarias, de establecer mecanismos fiscales y burocráticos para desincentivar las inversiones locales en energías renovables, bien bajo la amenaza de una pronta aplicación del impuesto al sol, bien imponiendo innumerables trabas administrativas, y de preparar el terreno para que la producción de energía renovable que pudiera instalarse en nuestra tierra se quede en manos de las multinacionales eléctricas.

Poco importa que los mejores expertos mundiales nos hayan colocado entre los lugares del planeta con mayor potencialidad para desarrollar las energías limpias. Como Jeremy Rifkin, que afirmó en el Seminario Internacional de Comarcas Sostenibles organizado por la Mancomunidad del Sureste de Gran Canaria que “Canarias es la Arabia Saudí de las energías renovables y puede ser un modelo para el resto del mundo creando empleo y oportunidades”, añadiendo que nunca ha visto “un sitio tan idóneo como las Islas para apostar por las energías renovables” o como afirma Mark Jacobson, director del programa de Atmósfera y Energía de la Universidad de Stanford, “en España la industria de las energías renovables podría crear 182.000 empleos y que se evitarían las 27.000 muertes que provoca la contaminación cada año”.

Tampoco parece importarle a este trío de las Canarias las conclusiones del Círculo de Empresarios y Profesionales del Sur de Tenerife que reconocen que “Canarias es un laboratorio que debería convertirse en una auténtica punta de lanza en esta materia y apenas contamos con un 7% de implantación” lamentando el retraso en la apuesta por consolidar las energías limpias en Canarias, situación, a la que, sin tapujos, califican de “vergonzosa”.

Las antiguallas políticas que nos ha tocado en suerte están dispuestos a mandarnos al vagón de cola del desarrollo, alejarnos por décadas del objetivo de alcanzar el nuevo modelo energético que se está imponiendo en todo el planeta, incumplir con nuestra obligada contribución de lucha contra el cambio climático, entregar a las multinacionales eléctricas un elemento fundamental para nuestra prosperidad y perder la oportunidad para lograr la soberanía energética en nuestra tierra.

Estamos igual que en el siglo pasado cuando el exconsejero de industria, Francisco de la Barreda, afirmara a mediados de los años 90 que aquella Consejería “era una oficina de Unelco-Endesa, de CEPSA, de grandes superficies, de poderes fácticos”. Como se ve, y, nunca mejor dicho, nada nuevo bajo el sol.

El ministro de Industria en funciones, el presidente del Gobierno de Canarias y el presidente del Cabildo de Tenerife, en organizada comandita o en incompetencia astral, se han propuesto paralizar el futuro energético de Canarias. Esta especie de trío de las Azores en versión local se han repartido las instrucciones dictadas por las multinacionales eléctricas y, en obediencia ciega, se ocupan de imponer el gas en Canarias, de establecer mecanismos fiscales y burocráticos para desincentivar las inversiones locales en energías renovables, bien bajo la amenaza de una pronta aplicación del impuesto al sol, bien imponiendo innumerables trabas administrativas, y de preparar el terreno para que la producción de energía renovable que pudiera instalarse en nuestra tierra se quede en manos de las multinacionales eléctricas.

Poco importa que los mejores expertos mundiales nos hayan colocado entre los lugares del planeta con mayor potencialidad para desarrollar las energías limpias. Como Jeremy Rifkin, que afirmó en el Seminario Internacional de Comarcas Sostenibles organizado por la Mancomunidad del Sureste de Gran Canaria que “Canarias es la Arabia Saudí de las energías renovables y puede ser un modelo para el resto del mundo creando empleo y oportunidades”, añadiendo que nunca ha visto “un sitio tan idóneo como las Islas para apostar por las energías renovables” o como afirma Mark Jacobson, director del programa de Atmósfera y Energía de la Universidad de Stanford, “en España la industria de las energías renovables podría crear 182.000 empleos y que se evitarían las 27.000 muertes que provoca la contaminación cada año”.