La portada de mañana
Acceder
Los jesuitas admiten por carta que tuvieron un cura abusador en Madrid
Radiografía y mapas de los ataques de Israel en Líbano: “Llevamos años esperando”
Opinión - La fiesta acaba de empezar. Por Esther Palomera
Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Clandestino

indra

Indra Kishinchand López

“¿Recuerdas aquel día que llegué tarde al trabajo?”, me preguntó. “Esa noche soñé cinco veces y las recuerdo todas. En una de ellas aparecías tú y me perseguías. Pensé que no te conocía y sentí miedo”, dijo.

Mi pesadilla de entonces fue otra, pero yo no consigo recordarla. Me desperté con la angustia propia de quien no sabe lo que quiere y vive el final de cada mes todos los días 13. Miré a mi alrededor y me di cuenta de que hacía unas horas había estado en un bar en el que no conocía a nadie.

Así fue como vino a mi mente aquella vez en la que fui a un concierto sola y alguien me invitó a una cerveza. Confesó que le habían puesto dos por error y yo, por supuesto, no le creí. Sin embargo, la acepté con gusto. También la cena de un domingo. Y los halagos de un desconocido.

Le hice caso porque hablaba en otro idioma y yo no tenía ganas de entender a nadie. No quería ni sus copas ni sus piropos y, sin embargo, durante semanas no fui capaz de escapar(me). Lo conseguí solo cuando me inventé a otro. Era tan real que él no pudo más que sospechar que se trataba de una mentira; rebuscó en mi tiempo y solo encontró excusas. Las mismas que le puse a un extraño me las ponía yo cada noche.

Después de aquello no pude volver al bar. No fui capaz de enfrentarme a la puerta que me había visto atravesarla fingiendo. A veces buscaba la calle entre el laberinto de la ciudad y me quedaba en la esquina, observando con detenimiento el rostro de una pared sucia y estrecha. Y siempre lo hacía con el sol a cuestas, porque haber vuelto de noche hubiera sido una doble traición y Martín estaría esperando para preguntarme por la última vez que estuve allí; cuando le acompañé a fumarse un cigarrillo y casi comparto cena y noche con vidas ajenas; cuando me presentó a su amiga fotógrafa pero no fue capaz de decir mi nombre.

Ahora que han pasado los años ya no deambulo por los bares como si fuera una forastera. A día de hoy me limito a observar desde la distancia pero de noche y descubro siempre a alguien que podría ser yo en una situación similar. Juego a pensar si mi hallazgo también falseará una existencia y regreso a casa con una inexplicable sensación de tranquilidad mientras me repito: “Yo ya no soy esa”.

“¿Recuerdas aquel día que llegué tarde al trabajo?”, me preguntó. “Esa noche soñé cinco veces y las recuerdo todas. En una de ellas aparecías tú. Nos conocíamos en un bar. Te invité a un cerveza y no supiste decir que no”, me contó.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Tenerife Ahora

Etiquetas
stats