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Este concejal...

¿Recuerdan ustedes aquella histriónica figura televisiva que siempre hablaba de sí misma en tercera persona del singular?... Algo así como: Aida opina que… O: Aida tiene derecho a… O: Aida se siente feliz… En fin, una particularidad poco habitual que seguramente tiene un diagnóstico psicológico que explique la aparente deformidad expresiva, sus orígenes, el motivo y la complejidad emisora que distorsiona la comunicación normal y causa rechazo en el receptor del mensaje por contaminación de su formato verbal.

Si no se trata de una patología, cuanto menos resulta poco saludable para la persona afectada por tan extraño ensimismamiento, pues el resultado definitivo –véase el caso de la Sra. Nízar– es el fracaso y la lógica desaparición de la escena mediática.

Sorprende que algún personaje público caiga también en esa misma afectación cuando pretende dar énfasis a su discurso para compensar la falta de solidez de sus argumentos, de donde se deduce una dialéctica bien ensayada para un resultado retórico vacuo y esperpéntico. En el Pleno de un ayuntamiento celebrado hoy, en la réplica de un concejal a una interpelación de la oposición, en dos minutos y cuarenta segundos, utilizó la muletilla de “este concejal…” ¡siete veces! Al final, fue coreado por los asistentes ante el sarcasmo de los demás ediles.

No tendría mayor importancia que la meramente anecdótica si no fuera por el fondo de su prédica. Quizá la gravedad de los temas a tratar inducían la forma poco académica, más propia de un programa telebasurero, para camuflar una gestión defectuosa sobre gravísimas cuestiones humanitarias que se le plantearon en una moción donde, además, se le pedía la dimisión por su mal hacer al respecto desde numerosos frentes sociales.

Como era esperable, no prosperó la iniciativa porque, además de formar parte del pacto entre dos partidos mayoritarios, fue debidamente arropado por el Alcalde con tecnicismos burocráticos e ignorancia absoluta hacia la urgencia de los estados de necesidad extrema que se habían planteado en la moción.

Quizá la anomalía expresiva del concejal no tenga las mismas connotaciones que las de la “estrella” televisiva antes aludida, porque parece demasiado sintomática la prevalencia que este le da al cargo, es decir, a la poltrona, sobre cualquier otra consideración, cual sería, en teoría, la prioridad de servicio al pueblo, la protección de sus intereses y la defensa de sus derechos.

Qué diferente sería si el susodicho, en lugar de autonominarse “Este concejal” se definiera como “Este servidor del pueblo”… Concepto que se ajustaría más a la realidad jerárquica que impone nuestra Constitución: Art. 1, punto 2: “La Soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado”.

Fdo.: El Pueblo Soberano.

¿Recuerdan ustedes aquella histriónica figura televisiva que siempre hablaba de sí misma en tercera persona del singular?... Algo así como: Aida opina que… O: Aida tiene derecho a… O: Aida se siente feliz… En fin, una particularidad poco habitual que seguramente tiene un diagnóstico psicológico que explique la aparente deformidad expresiva, sus orígenes, el motivo y la complejidad emisora que distorsiona la comunicación normal y causa rechazo en el receptor del mensaje por contaminación de su formato verbal.

Si no se trata de una patología, cuanto menos resulta poco saludable para la persona afectada por tan extraño ensimismamiento, pues el resultado definitivo –véase el caso de la Sra. Nízar– es el fracaso y la lógica desaparición de la escena mediática.