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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Machos

Me gustan las redes sociales. No es que sea una adicta o enganchada, pero sí que soy de las que llega a casa y una vez puesto el pijama se sienta en el sillón con iPad o móvil en mano y se deja sumergir durante un rato en ellas. Vicios que tiene una.

Pues ahí, en las redes, es donde pongo de perfil la mejor foto que tengo, donde publico y comparto aquellas cosas buenas que me puedan pasar en el día, artículos de interés, ideas e indignaciones varias… Un rato diferente en el que estar en contacto con “esta mi comunidad”, así como decía el señor Cuesta.

Ahora, con lo que no cuenta una es con la serie de especímenes masculinos que merodean al acecho de la presa, como despertando esos instintos de cromañón. Esos que, hijos del siglo XXI, han encontrado una forma más sofisticada de pavonearse e intentar pillar cacho. Vamos, lo que se venía haciendo en la barra de cualquier bar hasta el otro día, o en cualquier plaza de pueblo en la época de mi madre. Pura cosificación, solo que ahora lo tienen al alcance de un clic.

Y así es como de vez en cuando te encuentras con algún perla que escribe un mensaje privado, por aquello de probar suerte a ver qué tal se le da. Sus estrategias son de lo más variopintas, y estoy segura de que muchas mujeres (y hombres) van a reconocerlos en la siguiente clasificación:

1) El agradecido o arrodillado

-“Hola, muchas gracias por aceptarme. Es un privilegio enorme para mí tenerte aquí conmigo, princesa”.

Indignada que me quedo: ¿privilegio?, ¿princesa?, ¿pero acaso nos conocemos de algo?, ¿tenerme dónde? ¡Si solo te he devuelto el follow, flipado!

2) El romántico

(Con imagen de un amanecer)

-“Moriría por ver esta imagen reflejada en tus bellos ojos cada mañana”.

(Con imagen de una rosa)

-“Una rosa para la chica más hermosa”.

Estos tíos me hacen gracia. Siendo sincera es el que menos me enfada. Supongo que es el más simple y, mirándolo bien, sabe utilizar recursos. Una imagen siempre vale más que mil palabras y, si encima la acompañas de una buena y elaborada frase, pues la cosa no puede fallar (o al menos eso piensa él).

3) El perseverante

10 de enero, 21.00

-“Hola, guapa. ¿Cómo estás?”

10 de enero, 21.25

-“Buenas noches, preciosa. ¿Qué haces?”

11 de enero, 8.30

-“Buenos días. ¿Qué tal mi reina?”

A ver, alma de cántaro, ten un poquito de dignidad y optimismo. Que no es por no contestar, sino que lo mismo no tengo tiempo ni ganas de entablar una conversación con alguien a quien no conozco de nada, ¿lo habías pensado?

4) El Sherlock Holmes

-“¿Un café? ¿O tu novio no te deja? ¿Me pasas tu número? ¿O tu novio no te deja?”

¡Qué pesado! ¿Por qué no preguntas directamente si tengo o no tengo novio? ¿Hay necesidad de llegar a ser tan poco ocurrente? Además, que yo no necesito pedirle permiso a mi novio para nada, ¡que no te enteras!

5) El sorpresivo

Este es el que busca el factor sorpresa y lo consigue. Suele mandar una foto, normalmente desde el cuello hasta las marquitas esas que se forman en la ingle buscando una reacción de debilidad y pretendiendo que caigas rendida ante su escultural cuerpo. Sí, cierto, un cuerpo aparentemente bonito y trabajado, pero no, gracias, quizás es mejor que no pretendas que, por enviar una imagen de tus magníficos pectorales y abdominales, vaya a caer rendida a tus pies. Créeme que quiero algo más de una persona.

6) El novio ideal

Muchacho guapo y risueño que llena su perfil de fotos con su novia, también guapa y risueña, y que no para de tirar los trastos haciéndose el interesante y contando sus viajes y experiencias en singular, cuando yo sé que todo eso ha sido en plural, ¡con su novia!

7) El maleducado

Comienza siendo un tipo perseverante, pero evoluciona mal y se convierte en un intenso tirano y maleducado. Cuando ve que no le contestas, comienza con insultos tipo: “Todavía te creerás guapa”, “Chula”, “Eres una creída de mierda”...

En fin, dos neuronas mal llevadas en el cerebro.

8) El oso amoroso

Este realmente está inserto en todos los anteriores. Nunca te llama por tu nombre sino que utiliza palabras del tipo: princesa, reina, mi amor, preciosa, mi vida, tesoro, hermosa, cariño…, así, sin conocerte de nada, por la cara. Vamos, que podrías ser el demonio en vida y el tipo te adora.

En fin, situaciones que pueden aparentar ser divertidas pero que en el fondo no lo son. Parece que no pueda ver más allá de una palabra bonita o amable y que por el hecho de ser mujer deba rendirme a los encantos baratos de estos modernos donjuanes. Quizás el problema esté en los prejuicios que llevamos arrastrando durante años, prejuicios que llevan a algunas personas a ver una oportunidad de conquista en cualquiera de las interacciones que realice un hombre con una mujer o viceversa. Muchas veces me han comentado eso de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos.

Y sí, soy feminista, que no feminazi, estas solo buscan dañar y vulnerar los derechos de los hombres, y eso sí que no. Esto no es una guerra de género. El feminismo se traduce en libertad, empatía y respeto. Libertad para elegir, empatía para conocer y respeto para hacer. Todos, independientemente de si eres hombre o mujer.

Me gustan las redes sociales. No es que sea una adicta o enganchada, pero sí que soy de las que llega a casa y una vez puesto el pijama se sienta en el sillón con iPad o móvil en mano y se deja sumergir durante un rato en ellas. Vicios que tiene una.

Pues ahí, en las redes, es donde pongo de perfil la mejor foto que tengo, donde publico y comparto aquellas cosas buenas que me puedan pasar en el día, artículos de interés, ideas e indignaciones varias… Un rato diferente en el que estar en contacto con “esta mi comunidad”, así como decía el señor Cuesta.