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La ‘revolución’ de la virgen

Esta semana debemos celebrar que hemos sobrevivido a temas muy rancios. Entre ellos se encuentra el nombramiento del Cabildo Insular de Tenerife a la virgen de Candelaria como presidenta perpetua. Gracias a Carlos Alonso, a partir de ahora, los tinerfeños nos podemos encomendar a la virgen de Candelaria para resolver los atascos de la autopista del norte, los conflictos derivados de la destrucción del patrimonio histórico, los problemas sociosanitarios o el empleo. Un ejemplo rancio, pero efectivo, de cómo se diseña y ejecuta con éxito una estrategia preelectoral.

Entre las cosas rancias que nos sobran en Tenerife, tenemos los argumentos del consejero insular de Coalición Canaria José Luis Rivero. El consejero, del partido que se define como nacionalista y progresista, quiso dar por zanjado el nombramiento de la virgen de Candelaria como presidenta perpetua con frases como: “Un partido político no puede hacer que tantas personas acudan cada año a la peregrinación de Candelaria”. El argumento de Rivero se llevaría muchos aplausos (de concurso de televisión) si viviéramos en 1973, pero, como vivimos en 2018 y el Cabildo no gobierna solo para los que profesan la religión católica, lo que producen las palabras de Rivero es absoluto bochorno. Un bochorno tan intenso que solo deja disponible la posibilidad de que su partido utilice el nombramiento de la virgen de Candelaria para captar votos y hacer eso que empieza por la letra p. Un bochorno capaz de alcanzar hasta aquellos que son creyentes.

En los plenos del Cabildo de Tenerife, las decisiones se suelen tomar a mano alzada, menos en este caso, que se hizo a través de una urna. Claro que no hay razones para extrañarse. Una medida revolucionaria y propia de la etapa franquista se tiene que hacer como dios manda. La medida salió adelante gracias a 14 votos a favor y 12 en contra. Y es aquí donde quizás debamos empezar a tomar conciencia de que el problema no es la decisión, sino las personas que las toman.

Mientras tomamos conciencia, la virgen de Candelaria ha pasado a ser presidenta perpetua del Cabildo de Tenerife. Pero este no es ni de lejos el único caso en el que los canarios perdimos el tiempo mientras intentábamos tomar conciencia y dejamos que los políticos tomarán el timón. Así fue como permitimos que el gerente de una clínica privada se convirtiera en consejero de Sanidad o como cuando el político más afamado y corrupto de Santa Cruz se convirtió en senador. La falta de conciencia ciudadana nos lleva a revoluciones rancias.

Esta semana debemos celebrar que hemos sobrevivido a temas muy rancios. Entre ellos se encuentra el nombramiento del Cabildo Insular de Tenerife a la virgen de Candelaria como presidenta perpetua. Gracias a Carlos Alonso, a partir de ahora, los tinerfeños nos podemos encomendar a la virgen de Candelaria para resolver los atascos de la autopista del norte, los conflictos derivados de la destrucción del patrimonio histórico, los problemas sociosanitarios o el empleo. Un ejemplo rancio, pero efectivo, de cómo se diseña y ejecuta con éxito una estrategia preelectoral.

Entre las cosas rancias que nos sobran en Tenerife, tenemos los argumentos del consejero insular de Coalición Canaria José Luis Rivero. El consejero, del partido que se define como nacionalista y progresista, quiso dar por zanjado el nombramiento de la virgen de Candelaria como presidenta perpetua con frases como: “Un partido político no puede hacer que tantas personas acudan cada año a la peregrinación de Candelaria”. El argumento de Rivero se llevaría muchos aplausos (de concurso de televisión) si viviéramos en 1973, pero, como vivimos en 2018 y el Cabildo no gobierna solo para los que profesan la religión católica, lo que producen las palabras de Rivero es absoluto bochorno. Un bochorno tan intenso que solo deja disponible la posibilidad de que su partido utilice el nombramiento de la virgen de Candelaria para captar votos y hacer eso que empieza por la letra p. Un bochorno capaz de alcanzar hasta aquellos que son creyentes.