Espacio de opinión de Tenerife Ahora
San Guanchinche
Da de cara ya el tan traído y llevado asunto del control de los guachinches. Día sí, día también, a algún político de turno del Cabildo o de algún ayuntamiento de la medianía se le ocurre elevar una nueva noticia o proposición carente de sentido para modificar la normativa o generar alguna nueva.
Ahora proponen que la apertura que habían decidido de solo cuatro meses se eleve a seis. Por fin, ya se dieron cuenta de que no es recomendable bebernos el vino corriendo y apurados, pues nos manchamos la camisa, se nos escurre por la mejilla, lo ponemos todo perdido y así no hay manera de disfrutar de la comida, de los amigos, ni del entrañable decorado característico del surrealismo canario a medio camino entre la humildad de la guataca y la concretera.
Una suerte de proletariado vernáculo que es capaz de mantener las tierras cultivadas, despachar unas cuartitas de vino y un cacho carne de cochino, alegar con la parroquia, pluriemplearse en la construcción y la hostelería y asistir a reuniones de algunas asociaciones que les informan de que el Cabildo (que vende vino peninsular, de la Península Ibérica) les va a controlar que no le despachen cornetos a los chiquillos del AMPAG (Asociación de Madres y Padres Amantes del Guachinche).
En fin, un estrés que te cambas. Y así no hay manera de saborear nada en condiciones. ¡Coño! Déjennos tranquilos, que están poniendo nerviosos al personal.
Y que conste que soy un fiel defensor de lo público, del control social de las instituciones y la economía, de la intervención del Estado en muchas áreas privatizadas. Pero con todo lo que hay que regular, llama la atención que siempre le caigan encima a los pequeños productores. Máxime cuando la institución del guachinche ha demostrado su capacidad para aceptar algunas normativas lógicas y su capacidad para regularse a sí misma.
Es más, creo que a los guachinches debería subvencionarlos el Gobierno y mimarlos como elemento central de la marca Tenerife, pues hoy tiene más poder de convocatoria que la Virgen de La Candelaria o el Tete. Incluso hay quien dice que si santificáramos a San Guachinche arrasaría entre los parroquianos.
En fin, que de las pocas actividades económicas que se autorregulan, prestando un gran servicio público, son los guachinches.
Da de cara ya el tan traído y llevado asunto del control de los guachinches. Día sí, día también, a algún político de turno del Cabildo o de algún ayuntamiento de la medianía se le ocurre elevar una nueva noticia o proposición carente de sentido para modificar la normativa o generar alguna nueva.
Ahora proponen que la apertura que habían decidido de solo cuatro meses se eleve a seis. Por fin, ya se dieron cuenta de que no es recomendable bebernos el vino corriendo y apurados, pues nos manchamos la camisa, se nos escurre por la mejilla, lo ponemos todo perdido y así no hay manera de disfrutar de la comida, de los amigos, ni del entrañable decorado característico del surrealismo canario a medio camino entre la humildad de la guataca y la concretera.