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Tiempos de difamación

¡Lo gratis que sale decir las cosas sin saber y decirlas al que no conoce o no entiende con intención de convencer de alguna falacia! Estaba yo hace unos días en una conversación con varias personas que recientemente me presentaron y no me conocían de nada (ni yo tampoco a ellos). Decía uno, trabajador de la administración pública, muy ofuscado, que Coalición Canaria tenía que dejar de gobernar en nuestras islas porque había arruinado la sanidad, pues todo se lo había dado a gestionar a empresas privadas de Fulanito y de Menganito y de los amiguitos de ellos.

Yo, como no sabía de ese tejemaneje, lo dejé seguir hablando mientras pensaba en alguna contrarrespuesta sencilla pero contundente. Y él siguió azotando, ni bien sé si era o no verdad lo que decía, pero lanzaba por aquella boca afirmaciones que me parecieron de suma gravedad, de esas por las que muchos políticos se relamerían y lo retarían sin demoras a denunciar en un juzgado para luego darle su merecido con el apartado de injurias y calumnias.

Por fin, cuando ya le escuché decir que en Coalición Canaria eran todos unos mentirosos, destapando mis cartas, contesté por fin que yo soy de ese partido donde todos son unos mentirosos, según él, pero no me considero tal y nada de todo lo mencionado me consta, que, si alguno ha cometido algún delito o irregularidad, que ese elemento dé cuenta de ello, que el resto de nuestra gente, prácticamente toda, gente honesta que se parte el lomo para sacar las castañas en esta tierra, no tiene la culpa de que haya algunos irresponsables que en nombre de un partido se dediquen a hacer tropelías, que yo soy la primera que, de saber que uno de mis compañeros está delinquiendo, antes de que me salpique a mí el fango de sus acciones lo denunciaría y sería la primera en alegrarme si es condenado.

No es justo que los justos paguen por los pecadores. Así que, sin saber de qué va la ley de contratos del sector público, le espeté que cuál partido sería ese que en esta tierra no hiciera lo mismo, dar la oportunidad de cubrir las necesidades a la empresa privada para completar el servicio a los ciudadanos, pues si la administración pública, por ejemplo, carece de un servicio o un profesional, es lógico que se contrate a una empresa ajena o a un particular que lo lleve a cabo.

La administración pública no tiene profesionales específicos en algunas ramas para cubrir todo. Allí mismo tenía delante los contenedores de basura de distintos colores para reciclado y le dije: “¿Qué pintan esos contenedores de una empresa privada en un centro de estudios propiedad de la Comunidad Autónoma?” “Quien lleva el bar del instituto, ¿pertenece acaso a la plantilla de este centro, a la que paga una administración?” “Y al cuentacuentos que les habló a los niños sobre el acoso, ¿no le pagamos porque no pertenece a nuestra Consejería de Educación?”

Ahí sonó la sirena del cambio de hora como una señal divina, indicando “tiempo muerto” y cada cual se fue de momento a sus quehaceres.

Y es que la gente habla de oídas y se involucra hasta lo indecible con tal fervor que es capaz de arrasar con la fama de cualquiera dejándola como un erial tan solo basándose en la mala fe o en las suposiciones.

Decían por ahí que el Partido Popular estaba lleno de ladrones y corruptos y ellos diciendo que no y que no. Aquella señora, la tal Cifuentes, diciendo que ella tenía un máster y que no se iba a ir de su cargo, que se quedaría. Pero como hay gente que trabaja rigurosamente para demostrar con documentos las cosas que apestan, ahora los Zerolos, los Ignacios y los Plasencias, aquellos que decían pertenecer a Coalición Canaria y que usaron las siglas a las que yo he representado y la credibilidad de tantos que como yo hemos confiado en ellos, que hemos pateado las calles y todos los recovecos de los pueblos pidiendo el voto para encumbrarlos, ahora están allí donde siempre debieron estar, porque bien está lo que bien acaba.

Y es que dentro de tu misma gente puede haber Judas y arribistas, porque ya dije una vez que el “trepismo” es lo que está de moda, pero hay que confiar en la gente hasta que no se demuestre lo contrario, intentar en lo posible comprobar que lo que decimos sobre alguien es verídico, es preferible a equivocarnos. No nos lo podemos permitir en la era de la comunicación.

Imaginen por un segundo lo fácil que es: porque a mí me caiga muy mal una señora del PP, eso no demuestra que sea mala persona ni corrupta ni nada de nada, pero, como he oído que le gusta aferrarse al sillón, yo añado que para mamar, otro añade que para robar, y el otro que tiene cuentas en paraísos fiscales… Y cuanto más lo repite la gente desconocedora, más creíble parece. Pero como una tiene un decoro… se me caería la cara de vergüenza de comprobar que no estaba en lo cierto.

¡Lo gratis que sale decir las cosas sin saber y decirlas al que no conoce o no entiende con intención de convencer de alguna falacia! Estaba yo hace unos días en una conversación con varias personas que recientemente me presentaron y no me conocían de nada (ni yo tampoco a ellos). Decía uno, trabajador de la administración pública, muy ofuscado, que Coalición Canaria tenía que dejar de gobernar en nuestras islas porque había arruinado la sanidad, pues todo se lo había dado a gestionar a empresas privadas de Fulanito y de Menganito y de los amiguitos de ellos.

Yo, como no sabía de ese tejemaneje, lo dejé seguir hablando mientras pensaba en alguna contrarrespuesta sencilla pero contundente. Y él siguió azotando, ni bien sé si era o no verdad lo que decía, pero lanzaba por aquella boca afirmaciones que me parecieron de suma gravedad, de esas por las que muchos políticos se relamerían y lo retarían sin demoras a denunciar en un juzgado para luego darle su merecido con el apartado de injurias y calumnias.