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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¡Vamos, Clavijo!

La escenificación política, a veces, produce bochorno. Ocurrió cuando pillaron a Celia Villalobos jugando al Candy Crush en el hemiciclo, o cuando en 2007 el programa El Intermedio la pilló gritándole al chófer de su coche oficial un “¡Vamos, Manolo!”. Esta semana ha vuelto a ocurrir, pero con Fernando Clavijo en el Parlamento de Canarias.

Hace alrededor de un año, Ramón Trujillo (IU) denunciaba prácticas de supuesto enchufismo en el Gobierno de Canarias, o lo que es lo mismo, por parte de Fernando Clavijo. “El 26% de los asesores [de comunicación] del Gobierno de Canarias están entre la EGB y el Bachillerato”, decía el líder de Izquierda Unida Canaria. Una práctica que consideraba imperdonable, ya que, según Trujillo, “ninguno es licenciado en Periodismo”.

Esto sería reprobable por lo que significa para aquellos que sí le han dedicado tiempo, dinero y dedicación a su profesión, incluso aunque les cueste más de un dolor de cabeza. Una práctica que a la vez demuestra por qué a los altos cargos de Coalición Canaria les cuesta tanto utilizar técnicas de transparencia, condenar la corrupción o las malas prácticas dentro de un organismo local. Las malas prácticas en una institución pequeña no importan porque son las mismas que se utilizan en las altas esferas de la política canaria.

Esta semana hemos presenciado cómo al presidente del Gobierno de Canarias le da igual que los ciudadanos sepamos que se coloca gente sin cualificación en el gabinete de prensa. Patricia Hernández le preguntaba por esas prácticas tan poco adecuadas a Clavijo de esta manera: “Uno pierde la Alcaldía en La Victoria y Clavijo lo nombra jefe de gabinete, pierdes la Alcaldía en una moción de censura en Frontera, y la exalcaldesa es nombrada asesora”. El presidente del Gobierno de Canarias le respondía diciendo que eso es algo muy normal, que “lo hacen todos los partidos”, matizando con un “ya juzgarán los ciudadanos si los asesores son eficientes”. Punto y minipunto para el equipo de Clavijo por pedir el comodín del público.

Yo le recomendaría al presidente de Canarias que viese una de mis series favoritas, House of Cards. Seguro que Clavijo acabaría observando algún parecido entre los líos de Frank Underwood dentro de la Casa Blanca y el panorama político canario. Eso sí, le pediría que, por favor, no tome apuntes.

Lo preocupante de este asunto no es que un presidente de gobierno regional asuma en sede parlamentaria que se coloca personal bajo intereses partidistas. Lo realmente preocupante es que se regodee delante de la oposición con un “ya juzgarán los ciudadanos”, pues sabe perfectamente que no va a ser condenado por esas prácticas ante la opinión pública. Colocar a la exalcadesa de Frontera como alto cargo o que Patricia Hernández lo increpe con un “¡Vamos, Clavijo!” no le va a causar una crisis de gobierno, ni le produce pérdida de credibilidad. Tiene una situación ventajosa.

Clavijo sabe mover los hilos casi tan bien como Frank Underwood.

La escenificación política, a veces, produce bochorno. Ocurrió cuando pillaron a Celia Villalobos jugando al Candy Crush en el hemiciclo, o cuando en 2007 el programa El Intermedio la pilló gritándole al chófer de su coche oficial un “¡Vamos, Manolo!”. Esta semana ha vuelto a ocurrir, pero con Fernando Clavijo en el Parlamento de Canarias.

Hace alrededor de un año, Ramón Trujillo (IU) denunciaba prácticas de supuesto enchufismo en el Gobierno de Canarias, o lo que es lo mismo, por parte de Fernando Clavijo. “El 26% de los asesores [de comunicación] del Gobierno de Canarias están entre la EGB y el Bachillerato”, decía el líder de Izquierda Unida Canaria. Una práctica que consideraba imperdonable, ya que, según Trujillo, “ninguno es licenciado en Periodismo”.