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La vergüenza de “Entre todos”

Nacho Martín

Santa Cruz de Tenerife —

Siempre he sentido debilidad por quienes se complicaron la vida sin necesidad. Por los que dieron un paso adelante, sin tener nada que ganar y mucho que perder, por una idea, por una sola idea justa. Personas que solo eran una entre muchas. Gente como Rosa Parks, una mujer negra que se negó a ocupar el asiento trasero de la guagua, donde debían sentarse los de su raza, y que dio un vigor nunca visto a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos desde la Guerra de Secesión.

O Aung San Suu Kyi, con varias décadas de arresto domiciliario a sus espaldas por tratar de devolver la democracia a Birmania. O Nelson Mandela. O Eleanor Roosvelt. Tanta gente asesinada en España por grupos terroristas por su pertinaz defensa del derecho a elegir y ser elegida. Harvey Milk. Lech Walesa. La lista sería interminable, pero pone de manifiesto la más importante de las cualidades que poseemos los humanos: la conciencia de nosotros mismos, de nuestra existencia y de nuestra dignidad.

Esa dignidad no se pierde. Nadie deja de tenerla. Y creo firmemente que cualquier Estado con un mínimo sentido humanitario tiene la obligación de salvaguardarla.

El otro día vi el programa de TVE “Entre todos”. La fórmula consiste en un conjunto de personas que expone púbicamente problemas terribles con el fin de que otros las ayuden, a cuenta de ganar audiencia. Porque de eso se trata: de audiencia. Y pensé que es una pena salir así de la crisis. Que a veces pienso que lo importante no es solo salir, sino cómo salir. Que no vale si salimos dejando en la cuneta a los más débiles y colocando en la parrilla programas de telacaridad y de teleayuda.

Pues eso, que vi ese programa en la televisión pública española. Y me dio vergüenza. Una vergüenza terrible.

Siempre he sentido debilidad por quienes se complicaron la vida sin necesidad. Por los que dieron un paso adelante, sin tener nada que ganar y mucho que perder, por una idea, por una sola idea justa. Personas que solo eran una entre muchas. Gente como Rosa Parks, una mujer negra que se negó a ocupar el asiento trasero de la guagua, donde debían sentarse los de su raza, y que dio un vigor nunca visto a la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos desde la Guerra de Secesión.

O Aung San Suu Kyi, con varias décadas de arresto domiciliario a sus espaldas por tratar de devolver la democracia a Birmania. O Nelson Mandela. O Eleanor Roosvelt. Tanta gente asesinada en España por grupos terroristas por su pertinaz defensa del derecho a elegir y ser elegida. Harvey Milk. Lech Walesa. La lista sería interminable, pero pone de manifiesto la más importante de las cualidades que poseemos los humanos: la conciencia de nosotros mismos, de nuestra existencia y de nuestra dignidad.