Tras dos años y medio de investigación, el director de orquesta y coro Joaquín de la Cuesta presenta la edición crítica de una obra desconocida, y por lo tanto jamás interpretada, de Teobaldo Power, el autor de los Cantos canarios: su concierto para piano y orquesta número 1 en si mayor.
Joaquín de la Cuesta, que también es orquestador e investigador musicológico, tiene previsto presentar el 9 de junio en el Museo de Historia de La Laguna esta edición crítica de un concierto de piano con un primer movimiento “más liviano”, pero con un tercero en el que el pianista “tendrá que sacar punta a los dedos”.
No es de extrañar esta exigencia de gran dominio pianístico en un autor, Teobaldo Power (1848-1884), de enorme virtuosismo al frente de este instrumento, y Joaquín de la Cuesta explica en una entrevista a EFE que se trata “de una verdadera joya musical” del compositor, cuyos Cantos canarios sirven de base al Himno de Canarias.
La edición crítica pondrá ahora al alcance de solistas y orquestas un concierto a la espera no sólo de ser interpretado en directo, sino grabado.
Para desentrañar el origen de este hallazgo hay que remontarse al interés como investigador musical de Joaquín de la Cuesta, que le ha llevado a especializarse en la música sinfónica española del siglo XIX y primer tercio del XX.
Y como director de orquesta, detalla, siempre se ha planteado por qué al estudiar la música orquestal española en los conservatorios “nos saltamos prácticamente del XVIII y del pobre Arriaga, a principios del XX, Falla, Granados, Albéniz o Turina”.
“¿Cómo es posible que no haya nada más, aparte de la zarzuela, en un siglo tan importante para la música a nivel europeo?”, se cuestionaba, y como tal se dedicó “a leer, estudiar, comprobar, comparar y buscar y empiezas a sacar nombres, evidentemente uno de ellos Teobaldo Power, casi como un segunda fila desde el punto de vista de la música sinfónica, pero un gran pianista, muy reconocido en su etapa en Madrid”.
Lo fue hasta tal punto que Isaac Albéniz, de joven, fue a conocerlo porque era uno de los grandes pianistas del momento.
Joaquín de la Cuesta sabía que Power había escrito una primera sinfonía, la grabada por Víctor Pablo con la Orquesta Sinfónica de Tenerife, y siguió indagando porque había indicios de una segunda.
Buscó en el fondo histórico del Conservatorio de Madrid “y empecé a desgranar cosas, aunque evidentemente la segunda sinfonía sigue sin aparecer”, pero hay pequeños bocetos, además de otras copias de obras en Cádiz y puede que en Málaga o en Cuba, apunta De la Cuesta, pues allí estudió y ejerció Power como profesor.
Y en su indagación el director musical tuvo conocimiento de que los descendientes de Power habían custodiado un concierto para piano, así que “fui directamente y dije: quiero ver esto”.
Ahora, tras dos años y medio de trabajo, de escanear el papel original y transcribir el concierto a notación moderna con un programa de edición digital, Joaquín de la Cuesta presenta la edición crítica de la obra con un análisis bibliográfico, formal e histórico de una partitura que se conserva en el Centro de Documentación de Canarias y América de La Laguna.
El hallazgo de esta obra desconocida de Teobaldo Power es un ejemplo de la búsqueda de Joaquín de la Cuesta, quien afirma textualmente que está “emperrado” en desenterrar la música española del siglo XIX porque las conocidas y las que se van publicando y recuperando son “de una magnitud y calidad que me pregunto por la poca implicación de las autoridades con la música sinfónica de este país”.
Hay complejo de inferioridad respecto a la música europea pese a que el nivel artístico y técnico de los compositores españoles del XIX y primera parte del XX, es “de tal importancia que sigo sin saber por qué no se programan en las temporadas de las orquestas sinfónicas nacionales, ni se reestrenan”.
“Los musicólogos españoles están haciendo un inmenso trabajo de recuperación de nuestro patrimonio musical, pero aún queda muchísimo por hacer”, precisa Joaquín de la Cuesta, quien lamenta “el complejo que no nos quitamos de encima a la hora de programar, aunque el autor se llame Chapí o Bretón, y que no sea zarzuela, sino obras sinfónicas o concertantes”.