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Compromiso y esperanza

Fer D. Padilla

Santa Cruz de Tenerife —

- Título: Moonlight (2016)

- Dirección: Barry Jenkins

- Guión: Barry Jenkins (basada en la novela de Tarell Alvin McCraney)

- Reparto: Trevante Rhodes, Naomie Harris, Mahershala Ali, Ashton Sanders, André Holland, Alex R. Hibbert, Janelle Monáe

Hace unos días oí decir a alguien que le parecía “todavía normal que hubiese homosexuales blancos, pero… ¿negros?”. Lo juro. Me quedé con la misma cara que quien esté leyendo estas líneas. Que la estupidez es el virus del siglo XXI parece un hecho, y que la ignorancia tiene mucha culpa de ello, también. En el caso de la homosexualidad en el cine, pocas veces se ha conseguido con tanta serenidad explicar el lugar que ocupa el amor entre personas del mismo sexo en la comunidad afroamericana actual como en la cinta de la que hablamos hoy: Moonlight.

Comprometido con la visibilidad del colectivo en la sociedad a lo largo de toda su carrera, el director de cine independiente Barry Jenkins ha conseguido ser este año el representante de esa esperanza del cine minoritario en los principales festivales de la industria. Se agradece este tipo de aportaciones, tan lejanas a lo establecido, porque el resultado es impecable. Moonlight es una de las mejores películas del año, sin tener grandes despliegues técnicos ni historias de superación, aun con grandes nombres en la producción, como el del actor Brad Pitt.

En su lugar, esta película nominada a ocho premios de la Academia de Hollywood nos habla del crecimiento de Chiron, que vive en el conflictivo barrio de Liberty City (Florida, Estados Unidos), de las problemáticas relaciones con su entorno y de cómo va descubriendo su identidad.

Moonlight posee una realización cruda y su fotografía es igualmente magnífica, saturando los colores más llamativos. Original mezcla con la que se crea una paleta completamente atrayente en un montaje que no presenta queja alguna. De rodaje lento, es necesaria cierta paciencia para que el espectador sienta que hay un cierto desarrollo pero nada preocupante, si atendemos a que la evolución es la clave de la película y no el desenlace.

La adaptación de Barry Jenkins es el gran pilar de la producción y, sin embargo, agradecemos lo bien que se completa con un reparto asombroso en el que todos rinden al mismo e insuperable nivel. Cada actor, cada actriz, cada personaje, merecería un texto entero. Las interpretaciones de esa figura paterna en la que se convierte Mahersala Ali y los mismos Trevante Rhodes, Andre Holland y Ashton Sanders, protagonistas del plano cuando no lo son los paisajes, se comen la pantalla. La cantante Janelle Monae demuestra que el salto al cine no debe ser un experimento pasajero para ella.

Al final nos encontramos con una cinta que pasará seguramente inadvertida, eclipsada por esa necesaria bomba cinematográfica llena de nostalgia que es su máxima competidora, La La Land, pero que nos presenta múltiples problemáticas inundadas de realismo, gran belleza estética, e insistimos: personajes cotidianos pero fácilmente apreciables.