Elvira Lordelo, una canaria que luchó contra el maltrato en el siglo XVII

Ana Santana (EFE)

Santa Cruz de Tenerife —

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En 1661 la canaria Elvira Lordelo, esposa del capitán Martín de Naveda, otorgó ante escribano público una reclamación contra las futuras escrituras de venta de su patrimonio que ella pudiera otorgar presionada por su marido, que la maltrataba, una estrategia brillante para una mujer del siglo XVII.

Así lo califica en una entrevista a Efe la historiadora Judit Gutiérrez de Armas, que señala que el hallazgo de la reclamación efectuada por esta tinerfeña es bastante inusual pues, si ya es infrecuente encontrar documentos de anulación de futuras escrituras, más aún que la otorgante sea una mujer, sobre todo con las particulares circunstancias que rodeaban la vida de Elvira Lordelo.

Su marido, que la maltrataba y quería despojarla de sus bienes, era escribano público, por lo que conocía todos los medios para otorgar escrituras de transmisión de propiedades e, incluso falsificarlas, por no hablar de que conocería, sin duda, al resto de escribanos de la zona, explica.

“A eso le añadimos que era un maltratador que no dudó en violentar y amenazar a doña Elvira para obligarla a renunciar a sus bienes y además, dadas las circunstancias, no sería fácil para doña Elvira lograr la disolución del matrimonio”, indica Judit Gutiérrez de Armas, que es becaria predoctoral de la Fundación para la Ciencia y la Tecnología del Gobierno de Portugal.

El hallazgo fue una casualidad y su autora fue Carmen Luz Hernández, archivera del Archivo Histórico Diocesano de La Laguna, con quien trabajaba Judit Gutiérrez de Armas en el catálogo del fondo Conde de Siete Fuentes.

“Como parte de ese trabajo procesamos varios documentos pertenecientes a un patronato de la familia Lordelo”, precisa la historiadora, que elabora su tesis doctoral sobre archivos de familia en la Universidad de La Laguna y la Universidade Nova de Lisboa.

Por todo ello la estrategia que realizó doña Elvira para protegerse de la violencia de su marido y, al mismo tiempo, salvaguardar su patrimonio es brillante, teniendo en cuenta las circunstancias y el contexto histórico, indica Gutiérrez de Armas.

Lordelo recurrió a otro escribano y testigos de su confianza y anuló todas las escrituras futuras alegando que las otorgaría coaccionada por su marido.

“No sabemos si consiguió librarse del maltrato, pero sí que su marido no pudo quitarle sus bienes, que consiguió transmitir a sus sobrinas y, precisamente, por si alguna persona quisiera presentarse con derecho a esos bienes, ellas incorporaron ese documento al archivo familiar como salvaguarda de los intereses y de la voluntad de doña Elvira”, apostilla.

Gutiérrez de Armas ha publicado en el Instituto de Estudios Canarios la historia de Elvira Lordelo y la transcripción del documento. Lo más importante, a su juicio, es que es un ejemplo de que las mujeres no han sido sujetos pasivos de la Historia.

“Que la voz de las mujeres está oculta en el discurso histórico hegemónico es una obviedad porque aparecen con menos frecuencia en las fuentes y, cuando hay testimonios de mujeres, suelen estar reproducidos a través de la pluma de un hombre, el escribano en este caso”, detalla.

Por suerte cada vez se consigue acceder a archivos de familia donde se recogen los testimonios escritos directamente por ellas, lo que se une al esfuerzo que desde hace algunas décadas se realiza desde la Academia por incorporar al discurso histórico las “otras” voces de la Historia, la de los sujetos marginados como las mujeres, los homosexuales o los refugiados.

La tinerfeña Elvira Lordelo (1602-1678) había heredado un patrimonio económico nada desdeñable y a lo largo de su vida contrajo dos matrimonios, ambos en edad madura.

Se casó por primera vez en 1648, a los 46 años, y su marido, Antonio de Lima no sólo no aportó bienes al matrimonio sino que a los cinco meses del enlace, ya había dilapidado la dote de su mujer para costearse un pasaje a La Habana.

Posteriormente desapareció en un naufragio cuando se trasladaba a América del Norte en 1653 y la mujer recibió una carta de La Habana en la que le comunicaban la muerte de su marido, por lo que solicitó una información de testigos para que se le diese por fallecido.

Viuda, sin descendencia y con un patrimonio suculento, pronto le surgió un pretendiente para un segundo enlace, que contrajo a los 58 años con el capitán Martín de Náveda, familiar del Santo Oficio y escribano de La Laguna.

Del documento se desprenden las ambiciones personales que guardaba Martín de Náveda hacia los bienes de su mujer y los medios que desplegó para tratar conseguirlos, que fueron desde la lisonja hasta la coacción.

Elvira había designado el año anterior a su boda a su sobrina Inés de Lordelo como sucesora y su marido, que vio frustradas sus aspiraciones a la sustanciosa herencia de su esposa, optó por presionarla constantemente con palabras amorosas pero también con amenazas, como consta en la reclamación efectuada por ella ante escribano.

Martín de Náveda quería que su esposa cediese su patrimonio a los hijos que él tenía y consciente de que no podría alargar la situación mucho más tiempo sin que su negativa tuviera repercusiones sobre su vida marital y su propia persona, Elvira Lordelo optó por anticiparse a los movimientos del marido.