CRÍTICA DE CINE

La impotencia de ser mediocre

- Película: El autor (2017)

- Directora y guionista: Manuel Martín Cuenca

- Reparto: Javier Gutiérrez, Antonio de la Torre, María León, Adelfa Calvo, Adriana Paz, Tenoch Huerta, Rafael Téllez

Qué difícil es aceptar que eres mediocre. No inútil o limitado, simplemente mediocre, del montón; vamos, que no vas a triunfar en la vida como a ti te gustaría. Y mucho más si tu mujer, encima, es una de las novelistas que más libros ha vendido en el último año y hace justamente lo que a ti te gustaría hacer: escribir novelas.

Esto es lo que le pasa a Álvaro, el protagonista de la última película de Manuel Martín Cuenca, El autor. Ante esta situación, agravada por problemas personales y laborales, Álvaro decide “impregnarse de la vida”, como le dice su profesor del taller de escritura. Pero no solo se impregna de ella, sino que manipula la vida de sus vecinos para contar su historia. Este es el quid de la cuestión de esta trama muy bien realizada por el director andaluz, conocido por trabajos como Caníbal o La flaqueza del bolchevique.

Para llevar a cabo esta historia, basada en el libro El móvil de Javier Cercas, Martín Cuenca ha contado con dos de los actores más prolíficos y demandados del cine español en los últimos años: Javier Gutiérrez (El olivo, La isla mínima) y Antonio de la Torre (Tarde para la ira, Abracadabra), que por fin hace un papel de persona normal, sin hacer de tipo raro o loco.

Ambos, uno en el papel de escritor mediocre y el otro en el de profesor, respectivamente, vuelven a realizar dos actuaciones excepcionales. Pero no solo con ellos se escribe esta historia. No se puede pasar por alto la actuación de Adelfa Calvo (El secreto del puente viejo) como portera del edificio. Su naturalidad fluye por todas partes acompañando la evolución de su personaje. No puedo decir lo mismo del trabajo de María León (Carmina y amén, La voz dormida), que interpreta a la mujer del prota, personaje plano y sin fuerza alguna.

La intensidad que va tomando la historia se ve acompañada por una fotografía maravillosa, sobre todo en las sombras que hacen los personajes de una de las viviendas que el protagonista espía. Ese contraluz, y la habitación blanca, casi sin mobiliario y en la que escribe su novela totalmente en contraposición a las viviendas recargadísimas de sus vecinos, envuelve la trama en una intriga aparentemente inofensiva, pero que poco a poco y con sus partes nobles encima de la mesa (literalmente) el protagonista va dirigiendo sin ninguna compasión.

Se trata de una cinta irónica y llena de sensaciones incómodas, en la que al espectador no puede dejar de caer bien el protagonista o que, de alguna manera, le dé pena o simpatice con él, aunque cada vez este mediocre, pequeño y a veces casi invisible personaje vaya liando la vida de sus vecinos, simplemente porque él no sirve para escribir.