El DiÌa Internacional del Libro, que se celebró el 23 de abril pasado, es una fecha maÌgica para todas las personas amantes de la literatura, y no solo por el misterio que encierra en relacioÌn con las vidas de grandes nombres como Cervantes y Shakespeare, sino porque es una jornada para homenajear a los libros como grandes companÌeros de vida.
SeguÌn un estudio publicado en 2018 por el Observatorio del Libro del Ministerio de EducacioÌn, Cultura y Deporte, EspanÌa presenta uno de los mercados del libros maÌs soÌlidos a escala mundial, donde ocupa el noveno puesto. En el ámbito europeo, es una de las referencias en cuanto a disponibilidad de tiÌtulos y publicacioÌn de novedades.
Lo cierto es que las editoriales en EspanÌa no se dejaron vencer por la crisis econoÌmica ni lo hacen ahora por la digitalizacioÌn de los contenidos. De hecho, en 2016 se editaron 60.763 libros, lo que supuso un aumento del 6,4% respecto a 2015. Es la confirmacioÌn del repunte que se ha vivido desde la gran caiÌda de 2013, en el que se editaron 53.775 libros.
Sin embargo, lo que pueden parecer buenos presagios para las libreriÌas locales funciona como una realidad bien distinta. No es un secreto para nadie que, poco a poco, muchos de esos lugares especiales de distintas calles de las ciudades espanÌolas hayan cerrado sus puertas. Fue el caso de la LibreriÌa Moya, la maÌs antigua de Madrid en enero de este mismo anÌo, o de la emblemaÌtica LibreriÌa La Isla, esta en Santa Cruz de Tenerife. TambieÌn ocurrió en el mismo mes.
Nuevas formas para salir adelante
Las libreriÌas tradicionales ya no son un formato rentable para las personas que estaÌn en este sector y se ven en la necesidad de reinventar el modelo de negocio para seguir ofreciendo libros. Es el caso de la LibreriÌa El AÌguila, situada en pleno centro de San Cristobal de La Laguna y la maÌs antigua de las que quedan en el archipieÌlago. Beatriz y Miguel Santana decidieron incluir la papeleriÌa en su oferta y es lo que ha conseguido que sus puertas sigan abiertas. “Tristemente se vende menos”, comentoÌ Beatriz Santana.
“El verdadero problema no es el libro digital, como se pensaba cuando salioÌ por primera vez al mercado. Se trata maÌs bien de la enorme oferta de ocio que hay y de que la gente decide activamente dedicar menos tiempo a la lectura. Sin duda, es una actividad que requiere cierto esfuerzo intelectual y los haÌbitos lectores estaÌn cambiando muchiÌsimo en los uÌltimos anÌos, con los libros entre una de las uÌltimas opciones”.
Para esos hermanos, la clave de supervivencia estaÌ en una foÌrmula de negocio en la que se combinen los libros con otra cosa que ofrecer al cliente. “En nuestro caso, la papeleriÌa es clave. Muchas veces nos salva el mes porque los maÌrgenes de los libros son muy escasos, a lo que se suma que no se vende tanto como ante”. Uno de los cambios maÌs importantes a los que se tuvieron que enfrentar las libreriÌas durante la uÌltima deÌcada fue la caiÌda del libro de texto.
Con la llegada de la crisis en 2009, los gobiernos autonoÌmicos empezaron a prestar los libros, de forma que los ingresos de las campanÌas escolares para las libreriÌas cayeron de forma considerable. Por otro lado, la digitalizacioÌn de los contenidos es cada vez mayor, por lo que el libro de texto estaÌ pasando poco a poco a un segundo plano. “La campanÌa de texto suponiÌa el 60% de la facturacioÌn anual y ahora se ha reducido casi al 35%”, expuso Beatriz. “Esto tampoco se ha estabilizado con los ingresos a lo largo del anÌo que puedan venir de libros de literatura porque es que no se lee”.
Un té con letras
Otro opcioÌn que cada vez se ve maÌs en las ciudades es la que combina el servicio de cafeteriÌa con la libreriÌa. Es el caso de El Libro en Blanco, situado en el centro de Santa Cruz, de la mano de Carol Campus y Miguel Aldai.
Estos apasionados de los libros decidieron lanzarse a la aventura de este mercado hace cuatro anÌos, con la idea de crear “un espacio de encuentro para acercar a nuestros clientes a distintos formatos culturales, como clubes de lecturas, exposiciones, talleres de escritura, charlas y encuentros de escritores...”, explicoÌ Miguel.
Ambos comentaron la urgente necesidad de hacer accesible la cultura a la ciudadaniÌa por parte de las AdministracioÌn puÌblica, asiÌ como predicar con el ejemplo del fomento de la lectura tanto en los medios de comunicacioÌn como en las aulas y las familias.
Algunos paiÌses europeos como Francia lanzaron a principios de este 2019 un cheque de cultura para los joÌvenes mayores de 18 anÌos valorado en 500 euros anuales. La idea es que los beneficiarios inviertan esa ayuda en libros, muÌsica, exposiciones de todo tipo, museos, teatros, cines y otros eventos culturales. La iniciativa se estudioÌ tambieÌn en la Comunidad de Madrid, con un cheque de 100 euros, pero auÌn estaÌ en desarrollo.
Carol se muestra reticente ante la estrategia de lectura obligatoria que se aplica en los colegios, si bien comparte con Miguel la idea de que la lectura debe ser algo baÌsico. “Debe ser una actividad libre porque cada adolescente tiene sus gustos. Si es capaz de encontrar libros afines a sus intereses, el haÌbito lector seraÌ maÌs faÌcil de crear y mantener”. Hay que tener en cuenta que en EspanÌa el tramo de edad que maÌs lee por ocio es el que va desde los 14 a los 24 anÌos, con el 70,7% de la poblacioÌn en 2017, seguÌn el Observatorio del Libro.
“Si los joÌvenes con inquietud tienen posibilidad de contactar con personas formadas que les recomienden por doÌnde empezar, ello ayuda a que no se abrumen ante tantas novedades y sus campanÌas de marketing”.
Hay que tener en cuenta que, seguÌn la uÌltima infografiÌa publicada sobre los libros infantiles y juveniles este uÌltimo mes por el Observatorio del Libro, EspanÌa deja mucho que desear en cuanto a comprensioÌn lectora. En 2015, apenas se superoÌ la media de la OCDE en la prueba PISA y en 2016 se obtuvo un resultado de 528 en la prueba PIRLS, inferior a la media estipulada de 540 por la OCDE. AdemaÌs, Canarias ocupa el antepenuÌltimo puesto del territorio espanÌol en el medidor de haÌbito lector.