- No tener nada y tenerlo todo, de Adelaida Arteaga Fierro
- Centro de Arte La Recova, en Santa Cruz de Tenerife y hasta el 13 de noviembre
La contaminación audiovisual es un hecho innegable. Amedrenta y aplasta, es creadora de falsas morales y de ejecuciones erróneas. Adelaida Arteaga Fierro es consciente de que para huir de ella se debe producir un constante movimiento de ida y vuelta, ya no solo artístico sino vital. Este eterno retorno, más que un descreimiento o una limpieza, compone nuevas construcciones.
En No tener nada y tenerlo todo, el espectador queda observado desde un primer momento de un modo excesivo y arcaico: decenas de mirillas cuelgan del techo como recordatorio de la progresiva pérdida de privacidad del sujeto. La contrapartida es una fuerte alusión al trabajo artístico y al acopio. Ello queda reflejado en urdimbres configuradas a partir de cintas de VHS que describen diversos grados de complejidad de tejidos. Los patrones de la imagen se contraponen a la tela.
Dentro de este discurso, se hace imprescindible mencionar la videoinstalación contenida dentro de la muestra, en la que se explicita una necesidad de orientar la mirada hacia el cielo en lugar de hacia el suelo. No es necesario incidir en que la vista se clava en todo aquello que ocurre bajo los ojos, aún más con el uso indiscriminado de smartphones, perdiéndose la aprehensión del espacio y, con ello, de la propia naturaleza.
Esta referencia al medio natural queda escenificada en Medio lleno, medio vacío. Arteaga, a partir de tarros de cristal de diverso tamaño y procedencia y llenos de líquido hasta su justa mitad, replica la labor del agricultor al colocar semillas en el interior de ellos. Del mismo modo, el refugio del trabajador del campo queda explicitado en forma de estructura primigenia, una cabaña primitiva construida con horcones, viguetas de madera empleadas para aguantar el peso excesivo de una platanera. Estos elementos sirven también como estructura sustentadora de Báculos. Una instalación en la que se insertan entre las rendijas de esos listones de madera cerebros de varios TAC, conformando una vara florida que ilustra el origen primario del desarrollo humano.
En contraste con lo citado, una de las piezas que cierra la exposición -un foco de luz cubierto de cinta magnética-, pone de relieve el paradigma de la hiperinformación y la ceguera que esta produce, retomando así la idea inicial. No en vano, convive en No tener nada y tenerlo todo la tensión de una constante exposición al público, expresada desde el punto de vista de la intimidad y de la vida privada, como también, en este caso concreto, de una actividad profesional destinada al público. Es cierto que el arte está concebido para ser contemplado, pero la fanfarria no debe ser una condición indispensable. Así, Adelaida Arteaga proyecta una victoria sobre el ruido, un trabajo concienzudo, de fino hilado a la par que pétreo en el que convive armoniosamente una labor puramente contemporánea con un discurso elemental.